Capítulo 4
Punto de Vista de Maeve

Lo primero que sentí al despertar fue el dolor de cabeza más desgarrador de mi vida.

Lo segundo era un dolor incómodo y desconocido... ahí abajo. Resistiendo un gemido, supe que tendría problemas para caminar.

Y por último, estaba en una cama que no era la mía en una habitación que no reconocía.

¿Qué pasó anoche…?

Un leve ronquido de repente interrumpió el silencio en la habitación del hotel y, por un momento, me quedé helada con sorpresa. Con cuidado, miré el cuerpo dormido junto al mío y me encontré con el hermoso rostro.

Y entonces los detalles de anoche volvieron a mí.

Me acosté con un extraño. Mi mente dio vueltas.

Reprimí un repentino bostezo. Ciertamente no había dormido mucho ya que pasé la mayor parte de la noche despierta mientras ambos trabajábamos nuestros impulsos primarios muy... muy a fondo. Aún podía sentir el roce de sus labios contra mi piel, presionando besos sobre cada centímetro de mi cuerpo que podía alcanzar... el peso de su musculoso cuerpo y caliente sobre mi pequeño cuerpo mientras chocaba dentro de mí...

Mi cara se puso caliente.

A pesar de confundirme con una omega, mostró la mayor amabilidad y respeto y estuvo dispuesto a ayudarme en mi momento de necesidad sin pensarlo dos veces.

Sentí una punzada aguda en mi pecho.

No habría necesitado su ayuda si Sarah no me hubiera obligado a tragar esa bebida drogada. ¿Por qué lo había hecho?...

En qué situación me encontraba. Suspiré, mirando hacia la ventana en el otro lado de la habitación, esperando a todavía ver la oscuridad total de la noche, pero en vez de eso vi un azul apagado que comenzaba a extenderse por el cielo.

El pánico se apoderó de mí, ¡era casi el amanecer!

Mi padre va a estar muy enojado conmigo.

Salté de la cama sin tiempo que perder y rápidamente me puse la ropa. Hurgando en los bolsillos de mi falda, estaba desesperada por encontrar alguna cantidad de dinero para pagar un viaje de regreso a Piedra de Luna.

Necesitaba llegar a casa antes que mi familia se despertara y descubriera que había estado fuera toda la noche. Con una sonrisa de éxtasis, finalmente saqué algunos billetes y algo de cambio, lo suficiente para tomar el autobús.

Con el dinero en la mano, corrí hacia la puerta lo más rápido y silenciosamente posible. Sin embargo, en el momento en que mis dedos tocaron el mango, me detuve.

Yo... nunca pude agradecerle por salvarme...

Con el corazón apesadumbrado, no pude evitar volver a mirar su rostro tranquilamente dormido antes de desaparecer con la luna menguante.

Eran casi las seis de la mañana cuando regresé a Piedra de Luna. Como el sol apenas había salido y el rocío de la mañana aún cubría la tierra, aún era demasiado temprano para que mi familia se despertara. Por lo general, esto era cuando los sirvientes omega comenzaban a preparar la manada para los eventos del día.

Nada de lo que los Alfas o las Lunas tenían que preocuparse.

En silencio, entré por la puerta principal y la cerré con un suspiro triunfante. Por fin estaba—

"Mira quién finalmente decidió regresar a casa".

Un escalofrío recorrió mi espalda. Esa era una voz que aún no debería haber despertado. Una mano gruesa rodeó mi brazo y me giró para mirar a su dueño. Frente a mí estaba mi enojado padre, mi astuta hermana justo detrás de él y Victoria sentada en uno de los sillones con el ceño fruncido.

Me atraparon y no había dónde esconderme.

"¿Dónde diablos estuviste toda la noche?", mi padre preguntó.

Mantuve mis labios sellados. Nada bueno saldría de decirle la verdad.

"¡Te lo dije Papi!". Sarah se aferró a su brazo. "¡Se fue a divertirse con hombres extraños! Oh, ¡le dije que te enojarías mucho si no regresaba a casa pero no me escuchaba!".

¡Qué mocosa tan mentirosa!

Temblando, mis puños se cerraron a mis costados. "Eso no es lo que–".

Mi padre me agarró con fuerza por la mandíbula, obligándome a mirarlo. Con un jadeo tembloroso, me congelé; no podía moverme… ni siquiera me atrevía a respirar en su presencia. Y por unos momentos, se quedó ahí, mirándome fijamente... oliéndome, antes que me soltara de repente con un fuerte retroceso.

"Es verdad", murmuró, primero viéndose mortificado pero rápidamente poniéndose más furioso con cada segundo que pasaba, y no pude evitar encogerme de miedo en silencio donde estaba. "Hueles a otro lobo".

En el fondo escuché sonidos de sorpresa y deleite.

"Pero–".

"Tú–", Papá me señaló con el dedo, frío y acusatorio. Estaba rojo de rabia, algo que nunca antes le había visto. "¡Deshonraste a toda la manada con tus acciones desvergonzadas!".

Palidecí y bajé la mirada. Tal vez nada de esto hubiera pasado si me hubiera tomado el tiempo para ducharme, bañarme o lo que fuera que tuviera que hacer para quitarme ese olor antes de regresar a casa. "Yo... yo no quise que–".

"No podemos permitir que arruine Piedra de Luna con este repugnante escándalo”, Sarah insistió, sus ojos mostrando un brillo oscuro y siniestro. "Ella debería ser desterrada para siempre y expuesta como la puta que es. La hija de un verdadero Alfa nunca se comportaría así".

A pesar de la tensión y que mi dignidad estaba en riesgo, las palabras de Sarah me animaron un poco.

El destierro de la manada, ¡sonaba como un sueño agridulce hecho realidad! Esta podría ser mi oportunidad de por fin escapar de esta casa de pesadilla. Por una vez, esperé ansiosamente lo que mi padre tenía que decir.

En cambio, sacudió la cabeza con firmeza. "Ni de broma", dijo en un tono que no dejaba lugar al debate, sorprendiendo a toda la sala, incluyéndome a mí. "No podemos permitir que esta información salga de esta casa".

"P-Pero—¿cómo?", Sarah dijo. "¿Cómo es que eso no es motivo de destierro?".

"He puesto sangre, sudor y lágrimas para construir el honor de esta manada. Todo lo que se necesita es un escándalo para destruirlo todo… y gracias a tu descarada hermana mayor, ahora tenemos dos de qué preocuparnos: su pequeña escapada nocturna en la capital y su ilegitimidad", hizo una pausa con una mirada dirigida a mí. "Para proteger a esta familia, nunca se le podrá permitir vagar libremente mientras yo sea Alfa".

Un escalofrío se abrió paso en mi esperanzado corazón y mi mundo se derrumbó. Sus palabras resonaron en mis oídos como una campana cruel. Ahora entendí por qué siempre se negaba a reunirse conmigo o a tener cualquier conversación sobre mi libertad.

Él nunca me iba a dejar ir...

Siempre sería su prisionera.

Y, por primera vez en mucho tiempo, una lágrima solitaria cayó por mi mejilla frente a mi familia.

Mi padre siguió hablando, ya sea dolorosamente ajeno a mi pena o simplemente no le importaba. Con todo mi corazón roto, creí que era esto último. "Desde este momento, Maeve estará confinada en su habitación hasta el día de la fiesta de cumpleaños de Sarah".

Silencio.

"¿Entendido?".

Mi boca tembló. "S-Sí, señor…".

Se giró hacia mi hermana, que echaba humo en silencio en su asiento. "¿Y tú, Sarah?".

"...Sí Papi".

Y así, sin más, me mandaron a irme.

El camino hasta mi habitación me pareció especialmente largo esta vez. Lo que normalmente era un refugio seguro rápidamente se transformó en un espacio siniestro y me quedé frente a la entrada durante mucho tiempo, sintiendo un temor que lo consumía todo. En el momento en que abrí esa puerta y crucé el umbral, me despedí del resto de mi vida.

Inhala…

Un pie entró en la habitación, seguido del otro. Cerré la puerta detrás de mí.

Exhala.

Como si apretara un interruptor, las lágrimas me invadieron mientras caían en cascada por mi rostro y me tiré sobre la cama, perdida en mi miseria. Busqué a ciegas debajo de mi almohada una pequeña bolsa de algodón y suavemente saqué un colgante de cristal púrpura que estaba protegido en su interior. Mi padre me había prohibido usarlo, así que lo había escondido.

El último y único recordatorio que tuve de mi verdadera madre.

No estaba segura de adónde había ido ni por qué me había abandonado, pero sentí la verdad en mi corazón tan clara como el día: cualquier vida con ella habría sido un sueño en comparación con lo que había vivido aquí.

"¿Te divertiste anoche?".

Giré la cabeza hacia la puerta y vi a Sarah, por una vez con una expresión en blanco. Mi reacción inmediata fue de furia: no tenía paciencia para sus juegos. "¿Por qué lo hiciste? Nunca te he hecho nada".

"No te atrevas a hacerte la víctima conmigo, perra asquerosa", dijo mientras me señalaba con el dedo. “Soy hija de sangre pura del gran Alfa Burton y su Luna. ¿Por qué tú, su hija bastarda, deberías recibir el mismo trato que yo? No mereces vestidos bonitos, no mereces conocer al príncipe y ciertamente no mereces el amor de mi padre".

"¿Qué?".

"Sé lo que veo, deseas tanto su aprobación que te duele. Él debió haberte botado. No puedo entender por qué no lo hizo".

Su lógica solo me enojó aún más. Todos estos ardientes celos que albergaba hacia mí no tenían fundamento. No tenía lugar en el corazón de nuestros padres y no quería nada del suyo.

Gracias a Sarah, todo lo que siempre quise me fue arrebatado dolorosamente. Me cerré a ella.

No quedaba nada más que decir.

Al no obtener más respuesta, dejó escapar un resoplido de aburrimiento. "Al menos mi padre te odia por completo después de lo que pasó y eso es suficiente para mí".

Antes de salir de mi habitación, hizo una pausa y se demoró junto a la puerta. "Las cosas aún podrían ser peores. Después de todo, podrías terminar embarazada". Al escuchar esas inquietantes palabras, mis ojos inmediatamente se fijaron en los de ella alarmados. Ella me dio una sonrisa maliciosa en respuesta y cerró la puerta detrás de ella.

¿Embarazada? De repente, era todo en lo que podía pensar.

Eso es imposible, traté de razonar, frenética por cualquier tipo de consuelo. Eso solo tendría sentido si no hubiésemos usado protec—.

Y entonces caí en cuenta. No podía recordar si usamos algún tipo de protección.
Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo