Vendrás conmigo

Amelia miró boquiabierta a Salvatore.

La tensión y el miedo cruzaron su frente, pero su confesión no la sorprendió. Realmente no. Después de todo, esta no sería la primera vez que alguien intentaba acabar con la vida del hombre.

La última vez, incluso había sido ella quien le quitó la bala.

Con la mayor calma posible, preguntó:

—¿Quién te quiere muerto? ¿Y por qué esta persona te quiere muerto?

Salvatore hizo una mueca.

—¿No te he dicho ya bastante? Angelo, per favore, déjalo ser ...

Ella lo fulminó con la mirada.

—No puedo permitir que sea así. Un hombre recibió un disparo hace apenas dos días con una bala que iba dirigida a ti.

—No volverá a suceder— prometió.

—¿Cómo puedes tener tanta confianza? Tú no er

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