Hora de los límites

La pregunta de Salvatore chisporroteó y crujió entre ellos como un cable con corriente.

Amelia tenía miedo de dejar que se encendiera. Ella duda en reaccionar, sin atreverse a mover un músculo mientras lo miraba fijamente. Su rostro estaba tan cerca del de ella que podía distinguir cada espiga individual a lo largo de sus largas y oscuras pestañas. Tenía una cicatriz fina y pálida que le atravesaba la sien derecha. Su corazón seguía latiendo con fuerza.

Su encuentro cercano del día anterior se repitió en su mente.

"La próxima vez que decidas ser agradable conmigo, no dudaré en darte un mordisco"

El hombre la miró de reojo como si fuera a comérsela. Las pupilas de Salvatore eran enormes y negras, y su polla seguía moviéndose con optimismo a lo largo de su muslo, rozando ocasionalmente contra su núcleo. En ese momento, se dio

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