Cerca pero lejos a la vez

Amelia contempló el cañón del arma mortal, su ritmo cardíaco se alteró aún más en los latidos de sangre con atronadores golpes. Ambas manos se cerraron en puños con los nudillos blancos a los lados. Sus nervios estaban en el filo de una navaja.

¿Tú? ¿O tu marido?

Alda le había dado dos opciones. Muy parecido a como el padre de Salvatore le había dado dos opciones con el vagabundo.

El resentimiento y el desafío surgieron como bilis en su garganta. A la mierda esas elecciones. Ella no quería morir, tampoco quería que Salvatore muriera.

Estaba decidida a encontrar una tercera opción.

Sin quererlo, los años de formación como cirujana la habían preparado en cierto modo, para este momento tan difícil. Las emergencias en el quirófano a menudo la obligaban a tomar decisiones de alta presión en una

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