Arianne se paró frente a las ventanas francesas de su dormitorio, mirando hacia la noche. Su corazón era un caos. En algún momento, empezó a lloviznar.

Cuando vio las luces brillantes del coche desde la distancia, tiró de sus solapas con sus dedos largos y delgados, se dio la vuelta y bajó las escaleras.

Unos minutos más tarde, Mark entró, ligeramente mojado. Ella agarró una toalla y se acercó a él. "Hace frío y está lloviendo. No te enfermes, date prisa y date una ducha".

Mark no tomó la toalla. Ni siquiera la miró. En cambio, caminó directamente hacia el segundo piso.

Ella tampoco estaba avergonzada por esto. Se sentó y colgó la toalla en el sofá.

Poco después, Mark volvió a bajar las escaleras, recién duchado. Su cabello negro azabache brillaba con gotas de agua como cristales. Al pasar junto al sofá, recogió la toalla y se secó el pelo. Esta pequeña acción de él le dio a Arianne el valor para acercarse a él.

"¿Por qué rechazaste la colaboración con los Kinseys?" preguntó ella sin r