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Cap. 3 Una Boda en Las Vegas

El viaje a Las Vegas fue improvisado, por suerte Sol andaba con su Jefe y para suerte de Girasol ella aún tenía algunas semanas de vacaciones.

Una vez instalados en el hotel James miró al par de parlanchinas frente a él y le entrego a su futura esposa una de sus preciadas tarjetas bancarias.

- Busquen sus vestidos y todos sus accesorios, y por favor nada de hacer amigos aquí- dijo él. Ambas sonrieron y tomándose de las manos corrieron.

- Si, no las veremos más hoy- dijo William riendo.

Ambos hombres se dirigieron a la capilla.

No podía ser la capilla típica de Elvis, ni ningún otro personaje loco.

Busco una capilla pequeña, repleta de flores y con un hermoso Jardín.

Buscó los anillos más sencillos y cómodos, y grabó en ellos el nombre de los dos.

“James & Girasol”.

El sabía que la comodidad era algo básico en ella y en esa oportunidad lo entendió, el también quería comodidad.

- Vamos a elegir ahora tu traje, primo – dijo William.

- Estás loco- dijo él.

- Si mis tíos ven que usas algo tonto se darán cuenta de que estás fingiendo- dijo William y solo con eso lo convenció.

Eligieron sus trajes del mismo color, pero diferentes cortes.

Luego se fueron al hotel.

Las chicas por su lado, pensaban que podían elegir.

Sol se enamoró de vestido Rojo corto, de corte princesa, después de eso para ella elegir sus accesorios y zapatos fue como el sonido del clic de una foto.

Girasol por su parte nada llamaba su atención, todos eran largos y de corte sirena los que tenían en mostrador.

Ella de estatura baja, no le quedarían bien.

Una mujer la vio y la guío a otra parte de la tienda.

Allí habían vestidos acordes a su estatura, pero para su gusto eran demasiado reveladores.

La mujer después de mucho logró encontrar un vestido Blanco corte A, con mangas, pero ella para hacerlo ver más de novia tomó un cinturón de piedras plateadas con una cola de Tul.

Girasol al verse, lloró.

Nunca se imaginó como novia, no después de su divorcio.

Arreglarse era el dilema para ellas.

Después de comprar todo corrieron al hotel, ambas entraron a la habitación de Sol y William, quien al verlas llegar solo sonrió, beso a su novia y antes de decir alguna palabra salió dejándolas a ambas allí.

Bajaron luego de ducharse a un centro estético y allí se arreglaron para El Gran Día.

La hora llegó y los chicos las esperaban en la puerta del hotel.

Los dos galanes impresionaban todas las mujeres que por allí pasaban.

William, es el chico perfecto Blanco de ojos verdes, cabello castaño, alto de sonrisa perfecta y de sentimientos dulces.

James, por su parte es un hombre frío y misterioso, su piel pálida hace resaltar su cabello rojizo y sus ojos azules, muestran lo que su sonrisa fría oculta.

Al mirar por tercera vez su reloj, James escuchó a alguien decir.

-Que bello, una novia – él notó como la gente se quedaba mirando la puerta del hotel, y al girarse no entendió hasta que la vio.

Parecía un angelito, vestida de blanco con una pequeña tiara y un ramo en sus manos.

No había velos, no había coronas grandes.

No habían vestidos grandes.

Esa mujer era extraña.

De ser Ava, usaría el vestido más grande y escotado de toda la tienda.

Tomó aire y caminó.

Eso sorprendió a William.

Tanto su novia y Girasol se veían hermosas.

Cada una brillaba con su propia luz.

William besó a su novia con una pequeña frase.

- Estás radiante mi solecito – después de compartir un beso con ella, se dio cuenta que la novia no estaba.

Miró a todos lados, la encontró sentada en una banca.

Se acercó a la novia, que parecía cada vez más arrepentirse de casarse.

- Eres una novia muy linda – dijo él.

- Gracias. – dijo ella, él le tomó una foto.

Guardaría esos recuerdos, hasta ahora del pasado de su novia solo conocía a su familia y a Girasol.

Los tres subieron al auto donde ya está el novio esperando.

Al llegar al lugar James no dejó que hubiera marcha nupcial, tampoco que dieran unas hermosas palabras de amor, todo fue tan frío como lo fue él.

- Puede besar a la novia – dijo el juez.

Ellos no se habían besado antes.

Él se acercó y tomó el rostro de ella con delicadeza, aún recordaba las marcas que le había hecho.

Lo acercó a su rostro y dejó un pequeño beso en sus labios, para luego dar otro.

Le gustó la sensación, los labios de ella sabían a dulce, invadió su boca.

Sol quien los veía, aún no lo creía.

Él la estaba devorando con la boca, mientras William tomaba las fotos y ahora un vídeo. Él tenía ganas de reír.

Sabía que después de esto otra boda, no creía que se diera.

Girasol estaba confundida, ese hombre ahora la sujetaba de la cintura, mientras la besaba como si el mañana no existiera. Pero más confundida estaba con lo que ella estaba sintiendo.

- No puedes enamorarte de él Gira- se susurro a si misma cuando todos estaban cenando y ella en el baño.

Y como dice el refrán “ Lo que pasa en Las Vegas, se queda en las Vegas”.

Parte de la mente de James iba al lado de su ahora esposa y la otra analizaba como pedirle consumir su matrimonio, sin que ella lo dejará en la habitación.

Ese beso lo traía desconcentrado, tanto así que aceptó la sesión de fotos y más aún ir a cenar y luego a una disco.

Lugar donde descubrió lo posesivo en él.

Se dejó convencer de caminar desde la disco al hotel, que era justo donde estaban.

- Estás silenciosa – dijo James, apretando la mano de su esposa.

- Solo los observó – dijo ella señalando a la pareja que iban unos dos metros delante de ellos.

- Siempre son así – dijo él.

- Yo nunca la había visto así – dijo ella con una sonrisa.

De pronto tronó, por lo que los cuatro comenzaron a correr.

Al llegar al hotel sonrieron y se despidieron.

Girasol entró y comenzó a quitarse todos los accesorios. Él la observaba.

“A que nivel he llegado es… una chica gorda”

Ella lo observó a él.

Parecía un témpano de hielo sentado en la cama.

-¿Estas bien?- Preguntó ella. Eso lo desconcentro.

-Si- respondió con su voz baja y gruesa, para tomarla de la cintura y girarla frente a él mientras deslizaba el cierre del vestido blanco. – ¿Porque usar este vestido y no uno más escotado?- preguntó él comparándola en su mente con su amada Ava.

Ella sonrió.

-Lo sabrás cuando te cases con tu novia – dijo ella.

-¿Crees que opacarías la belleza de Ava? – preguntó él quitándose su propio traje.

-No, pero el día que te cases con quién amas de verdad, ese día entenderás el porque de cada traje, y gracias – dijo ella señalando que ya se había cambiado gracias a él.

Ella iba al baño con su paño.

Él no lo soportó y solo pensó.

“Lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas”

Entró en el baño y sin decir nada la tomó en sus brazos.

Ella se quedó en silencio, al sentir el beso que él le daba en el cuello, solo cerró los ojos y se volvió para besarlo.

El olor del cuerpo de ella le eclipsó la mente y después de esa ducha romántica, probó por primera vez una mujer “Gorda” como decía él.

Ambos probaban algo diferente, él un cuerpo diferente en todos los sentidos.

Nada era si quiera similar, él sentía todo más intenso.

A tal grado que de pronto dejó de comprarar y el explorar fue más importante.

Tanto que no escucho su teléfono sonar.

Ella por su parte, odiaba las comparaciones, por ello no las hizo pero si se dio cuenta como su mente se nublo por primera vez.

Por primera vez, no habían sonidos.

No habían nervios, no había estándares.

Él no había preguntado por su vida sexual.

Eso la hizo olvidar todo.

Se perdió a si misma y simplemente se entregó a quién desde hace horas era su esposo.

Ninguno hablaba, la lluvia se oía golpear la ventana pero ninguno estuvo pendiente de ello.

La unión de sus cuerpos se sentían en todos sus sentidos.

Todo encajaba a la perfección.

Para cuándo amaneció ella estaba abrazada a él, aún dormida.

Mientras él por primera vez acariciaba el cabello de ella.

Se había despertado por el sonido del mensaje en su celular.

“Te espero esta noche”- Ava.

Suspiró de ver a quien tenía a su lado.

Miró a su alrededor en busca de desorden, pero solo había una toalla en el suelo.

No habían condones, no había ropa tirada, señales de sexo salvaje, pero él se sentía como si llevará varias noches sin detenerse. Soltó su celular y abrazó a la chica que aún dormía a su lado.

Estaba en Las Vegas y aún le quedaban horas allí.

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