"Mierda, nena", él gime de placer, nuestras emociones están desbordadas. Me besa el cuello mientras masajea mi clítoris con su pulgar, llevándome al borde de llorar de placer. Estoy a punto de alcanzar el clímax cuando se detiene y vuelve a concentrarse en mis senos, moviendo su lengua con habilidad, mientras aprieto su espalda con más fuerza.

"Te deseo, por favor", le suplico, y él sonríe complacido.

"¿A quién deseas?", él muerde suavemente mi marca y el placer se acumula dentro de mí.

"A ti, a ti, a ti", repito. Él me provoca con su miembro y lo agarro, haciendo que vuelva a gemir. Me inmoviliza las manos sobre la cabeza y un suspiro se escapa de mi boca al sentir su miembro dentro en mí.

Lo abrazo con fuerza mientras él me penetra, cada vez más rápido y salvajemente. Estoy tan perdida en el placer que parece como si el tiempo se detuviera. León me apasiona y todo lo que hace me lleva a un nivel de placer diez veces superior al anterior.

"¿Extrañaste mi pene?", me pregunta.

Asiento