Capítulo 83
En ese momento, se escuchó el rugido del motor de un automóvil deportivo de primera línea. En medio de un grupo de autos de lujo, un automóvil deportivo de color azul zafiro se detuvo frente a Lina y Miranda.

Alberto, con la mano derecha aún vendada, bajó del asiento del copiloto. —Lina, he llegado—anunció.

Lina miró preocupada la venda en la mano derecha de Alberto.

—Tu mano aún no se ha curado y estás corriendo por todas partes.

Esta vez, ella regresó al país en secreto con la esperanza de que Alberto pudiera descansar adecuadamente en Fronteria, pero no esperaba que él la siguiera.

—Te extrañé—, dijo Alberto.

—Es bueno que te hayas lastimado sin consecuencias graves. No puedo quedarme sin volver a estar contigo—, respondió.

Alberto lanzó una mirada a Juan, dejando en claro su dominio con un resoplido frío, y señaló al conductor que le entregara las llaves a Lina.

—Hoy conduces tú.

—¿Aún confías en mí?— preguntó Lina, mirando las llaves en su mano, con una expresión de dud
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