Capítulo 241
Juan, sin rodeos, señaló directamente:

—Yo solo quiero a ella.

Lina, frustrada, rechazó:

—Señor Ramírez, esto podría no ser conveniente.

La expresión de Juan se volvió grave, visiblemente molesto.

Sin embargo, frente a tanta gente, no podía presionarla abiertamente. Al final, fue arrastrado por Jazmín.

Después de que se fueron, Emilia se apresuró hacia Lina y preguntó con preocupación:

—Lina, ¿estás bien?

Lina volvió en sí misma, sacudió la cabeza.

—Estoy bien, abuela. ¿Cómo está su salud?

—No te preocupes por mí, solo son achaques de la edad...

Justo en ese momento, Anya bajó del piso de arriba agarrando la oreja de un niño de unos siete u ocho años. Estaba cubierto de pintura y con lágrimas en los ojos.

—¡Mocoso, mira lo que has hecho!

El niño empezó a llorar de inmediato, llenando el pasillo con sus sollozos.

Emilia, visiblemente molesta, lo regañó con firmeza:

—Ya basta, no es necesario avergonzarse más.

Anya no había previsto que, aunque su intención era dirig
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