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Capítulo treinta y cuatro.

Sigo corriendo con ella en brazos, doy todo de mí para correr rápido pero son lograr lastimarla más debido a mí brusquedad. Lo que pasa es que para mí cada maldito segundo es prioridad en la vida de mí futura familia. Siento que por cada segundo que pasa, mí luna y mis bebés están cada vez más en peligro. Eso, si no llego a tiempo al hospital.

Pero para mí suerte, las puertas del lugar se alzan a mi Vista, lo que me hace acelerar más el paso y entrar sin tocar o sin cuidado. ¡Me importa una mierda la educación al entrar a un hospital en éstos momentos!

—¡Rápido, ayúdenme!— grita un, (según su traje) enfermero, al verme con ella en brazos casi que inconsciente.

La montan a una camilla y veo como empiezan a hacerle preguntas que ella, con debilidad y esfuerzo responde.

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