La reconoció de inmediato. Tenía una vaga imagen de ella.Si no le fallaba la memoria, era la mujer que había visto de compras con Javier Ortiz. Carmen Soto, creía que se llamaba.Sofía Vargas recordó entonces la mirada repulsiva que le había dirigido Javier aquel día y sintió una oleada de náuseas.Apartó la vista, perdida en sus cavilaciones.«¿Acaso Carmen pretende vengar a Javier?», se preguntó.Era casi cómico. No podía creer que alguien realmente apreciara a un tipejo como Javier.Aunque, pensándolo bien, tenía sentido.Probablemente, entre ellos dos solo existía un acuerdo de conveniencia, cada uno obteniendo lo que quería del otro.Sofía sacudió la cabeza, decidiendo no darle más vueltas al asunto.Justo cuando llegaba el gerente de proyecto, Sofía presionó la tecla Enter por última vez, hizo clic en guardar y dejó el archivo en el escritorio de la computadora.—Sofía, ¿puedes venir a mi oficina, por favor?—Claro, ahora voy.Sofía se levantó y siguió al gerente hasta su oficin
—Sofía, tienes que creerme, de verdad que no me interesa para nada adueñarme del proyecto de Altamira Desarrollos. Si tú lo consigues, a mí también me va a dar mucho gusto, ¡te lo juro!Sofía observó a Elena, apretó los labios y, con expresión seria, le dio unas palmaditas en el hombro.—Elena, tranquila, entiendo perfecto lo que quieres decir. Llevamos ya un tiempo trabajando juntas, sé perfectamente quién eres.Al oírla, Elena la miró con los ojos llenos de lágrimas.Ella siempre había sido la que se desvivía por todos en la oficina.Era amable y servicial; si había que cambiar el garrafón de agua o imprimir algún documento, todos recurrían a ella.Pero una vez, cuando se perdió algo en la oficina, algunos la señalaron de inmediato.Aquello hizo que su confianza en los demás se resquebrajara.Cuando preguntó por qué, la respuesta que le dieron la dejó perpleja.Le dijeron que, precisamente por llevarse bien con todos, era quien más oportunidades tenía de haberlo tomado.En ese instan
Al día siguiente, Sofía llegó a la oficina.Apenas se instaló en su escritorio, sintió que desde el lugar de Carmen le llegaban miradas furtivas, casi constantes.Sofía esbozó una sonrisa casi imperceptible.Encendió la computadora y se sentó con aparente naturalidad, fingiendo no percibir las miradas que venían de aquel lado.Carmen respiró aliviada.Estaba revisando los archivos de la memoria USB; eran todas las propuestas elaboradas por Sofía.«Espérate, Sofía. En cuanto modifique un poco estos archivos, serán míos.»Carmen se regodeaba en su plan: «Quiero ver tu reacción cuando presente mi propuesta en la junta.»«Delante de todos, ni el gerente de proyecto va a poder defenderte.»Elena Gómez percibió la insistencia con que Carmen miraba, giró su silla hacia Sofía y susurró:—Oye, Sofía, ¿no sientes que Carmen anda medio rara hoy?—¿Por?Sofía fingió ignorancia.—Pues... —Elena vaciló un instante—. Es que como que no deja de verte.Sofía se encogió de hombros con levedad.—Son sus
Para colmo, la mujer ni siquiera se disculpó. Se limitó a esbozar una sonrisa burlona, con un gesto de desdén en los labios.A Carmen Soto le bastaba pensar en el proyecto que llevaba en la memoria USB para que una oleada de satisfacción la invadiera.Estaba a punto de quedarse con ese contrato, de desplazar a Sofía Vargas. ¿Qué podía inquietarla?Dentro de la empresa, podría hacer prácticamente lo que quisiera.Siendo sinceros, si conseguía ese proyecto, se convertiría en una pieza clave para Inmobiliaria Panorama.Así que, ¿qué más daba chocar con Sofía Vargas? No era nadie importante.¿Y qué si no se disculpaba?—¡Qué tipa! —exclamó Elena, indignada—. ¡Te choca y ni siquiera pide perdón! ¡Es el colmo!—¡No! Voy a buscarla para ponerla en su lugar. ¡Carmen es una grosera!Elena, furiosa, se arremangó las mangas, lista para ir a confrontar a Carmen.Sofía la detuvo justo a tiempo, negando con la cabeza.—Tranquila, Elena. No vale la pena por gente así. Además, tenemos la reunión para
Sofía Vargas guardó silencio, apoyando el mentón en la mano derecha mientras observaba a Carmen Soto con aire indolente.De vez en cuando alzaba la mirada, como una gata persa, distinguida pero relajada.Carmen estudió con detenimiento la expresión de Sofía. Al verla tan serena, tan imperturbable, no pudo evitar apretar los puños.«De acuerdo, Sofía, maldita», pensó. «Disfruta tu momento ahora, que pronto te quedarás sin palabras».«A ver qué cara pones cuando vean que no tienes propuesta. Sin eso, ¿qué vas a valer tú ante el gerente?».Carmen caminó hacia el frente con seguridad y aplomo, la barbilla ligeramente alzada, como un gallo de pelea, muy valiente y con aire triunfal.A Sofía la escena le pareció sumamente cómica.Cuando Carmen conectó la memoria USB al computador y el contenido de la propuesta apareció en pantalla, un destello de comprensión cruzó los ojos de Sofía.«Lo sabía».«Era Carmen quien le había robado la propuesta».Sofía apenas reaccionó; se limitó a alzar una cej
—Porque no estás a la altura de esta propuesta.Sofía Vargas se puso de pie con calma, su delicada cara impasible. Observaba el escándalo de Carmen Soto como quien mira a un payaso de circo haciendo piruetas.Carmen apretó los puños, fingiendo indignación.—¿Qué quieres decir con eso?Su expresión se crispó.—¿Será que te da envidia mi propuesta y por eso dices esas cosas? ¡Qué mezquina eres, Sofía Vargas!Al principio, ver a Sofía levantarse intimidó a Carmen. Pero de inmediato recordó que ya había copiado todos los archivos de Sofía. Y, sobre todo, que ella había presentado la propuesta primero. «No importa cuánto se enoje», pensó Carmen. «Quien habla primero, gana».El gerente de proyecto también miró a Sofía, que mantenía una expresión segura. Su mirada se agudizó mientras sopesaba la situación.—Sofía, ¿quieres decir que...?—¡Señor director! —lo interrumpió Carmen con un chillido—. ¡Sofía está difamando a una compañera! ¿Por qué le sigue el juego? ¿O es que acaso usted y ella tie
Tras zafarse, Sofía sacó con elegancia una toallita húmeda y limpió cada uno de sus dedos con deliberada tranquilidad.El gesto, evidentemente, exasperó aún más a Carmen.Apenas recuperó el aliento, se lanzó hacia Sofía, dispuesta a confrontarla.—¡Sofía Vargas, maldita estúpida! ¿Cómo te atreves? ¡Esto no se va a quedar así!La rabia la consumía. Cegada por la furia, había olvidado por completo que era ella quien había cometido plagio en primer lugar.Justo entonces, el gerente del proyecto intervino, sujetando a Carmen con suavidad mientras intentaba apaciguar la situación.—A ver, Carmen, tranquilas. Somos compañeras, ¿por qué arman este escándalo?—A lo mejor Sofía tiene sus razones para hacer esto, ¿no crees?Al escuchar al gerente, muchos percibieron algo extraño en el ambiente. Sofía, sin embargo, replicó con serenidad.—Por supuesto que las tengo.—El proyecto de Carmen es un plagio.—¡Estás loca!La acusación la golpeó como si le hubieran quitado la última defensa. Su voz se e
Carmen no pudo evitar una mueca de enojo.—Puro cuento —dijo, con sorna.—A ver con qué sales ahora.Sofía la ignoró y siguió con la presentación.Una propuesta totalmente nueva apareció en la pantalla.No solo superaba en detalle a la de Carmen, sino que incluía hasta el acuerdo preliminar con la figura pública propuesta.La voz serena de Sofía llenó la sala.—Lo que presentó Carmen... es mi borrador inicial. Ella lo robó.—Y esta es mi propuesta definitiva. La zona de aguas termales no debe ser exclusivamente de lujo; hay que pensar en la mayoría de las familias. Por eso, este plan es más amplio y realista.—En cuanto a la colaboración con marcas, ya estoy en pláticas avanzadas con ellos.Sus palabras provocaron un estallido de aplausos en toda la sala.Todos se pusieron de pie, aplaudiendo a Sofía con reconocimiento sincero.Era una clara muestra de admiración a su talento.Un aplauso mucho más nutrido y entusiasta que el recibido por Carmen momentos antes.La diferencia entre ambas