La cena de Sofía Vargas y Alejandro Ruiz transcurría en la tranquilidad del restaurante, ajena al bullicio exterior.—¿Y qué piensas del proyecto ese de Altamira, el del complejo de aguas termales?Alejandro cortaba su filete con elegancia y preguntó como si nada.Sofía dejó el tenedor sobre el plato y respondió con seriedad:—Altamira Desarrollos quiere crear un complejo de aguas termales de lujo que combine bienestar, descanso y entretenimiento. Ya tengo algunas ideas preliminares, un concepto que fusiona la arquitectura moderna con el paisaje natural, para lograr un espacio contemporáneo pero con un toque armónico.Alejandro arqueó una ceja, intrigado.—¿Ah, sí? A ver, cuéntame.Sofía sacó una tablet de su bolso, abrió el archivo con su propuesta y se la pasó a Alejandro mientras le iba explicando sus ideas punto por punto.Alejandro revisaba la propuesta y escuchaba la explicación de Sofía, con clara admiración en la mirada.Era innegable: el concepto de Sofía era muy original y co
Sofía Vargas se quitó el cinturón y abrió la puerta del carro.Una oleada de calor, cargada con el bullicio ensordecedor de la ciudad, irrumpió de golpe en la quietud del interior, creando un contraste inmediato.Entrecerró los ojos un instante, adaptándose a la luz intensa, antes de poner un pie fuera.El tacón de aguja golpeó el pavimento con un chasquido nítido.Una vez de pie, volteó hacia Alejandro Ruiz. Una brisa suave le agitó la larga cabellera oscura, descubriendo la línea esbelta y pálida de su cuello.Inclinó apenas la cabeza, mientras una leve curva se dibujaba en sus labios.—Gracias.Los ojos profundos de Alejandro Ruiz siguieron la figura de Sofía.Se apartaron solo hasta que ella entró en el edificio y desapareció de su vista.Entonces, volvió a encender el motor y el Maybach negro se incorporó con suavidad al flujo vehicular.Sofía entró al edificio. El frescor del aire acondicionado en el vestíbulo le produjo un alivio inmediato.Se acomodó un poco la ropa y caminó di
El diseño temático del área de aguas termales ya no se limitaba al monótono estilo natural pero inerte que suelen hacer otros, sino que ahora fusionaba la calidez tropical con el minimalismo nórdico.Cada zona presumía de un tema único, como las "Aguas Termales Bajo las Estrellas", las "Aguas Termales del Bosque" y las "Aguas Termales Florales".Además, se incorporaron experiencias interactivas, como sesiones de yoga termal y un parque acuático.La propuesta para el área de spa también resultaba innovadora; en lugar de restringirse a marcas nacionales, presentaba acuerdos de colaboración con varias firmas internacionales de renombre, ofreciendo así servicios más sofisticados y diversos.El diseño de la zona de restaurantes era igualmente original: junto a los tradicionales platillos saludables, se añadieron opciones con un distintivo toque regional para satisfacer los gustos variados de los visitantes.Las instalaciones inteligentes de la zona de alojamiento también habían sido moderni
—Señor Mendoza, yo… yo de verdad no me esperaba que esa maldita muchacha fuera a…Javier Ortiz tragó saliva con dificultad, le temblaba la voz de forma notable.—¡Ella… ella ahora es… es completamente diferente a como era cuando llegó a la empresa!—¿Diferente? ¿A qué te refieres con diferente? ¡Explícate de una vez!Lo interrumpió Daniel con fastidio, su tono cargado de desdén.—¿No eras tú el que presumía de tenerla comiendo de tu mano? ¿Y ahora resulta que hasta hizo que te corrieran? Puto inútil.Javier sintió que se le revolvía el estómago. Intentó explicar, tartamudeando:—Señor Mendoza, ella… ella se ha vuelto muy… no sé. Le han de estar ayudando. Yo… yo no puedo solo contra ella.Le contó lo que había pasado en la mañana, exagerando los detalles, haciendo hincapié en cómo Sofía lo había derribado con una llave impecable y cómo lo había dejado en ridículo delante de todos en la oficina.—¿Una llave? —La voz de Daniel denotaba incredulidad.—¿A ti? ¿Cómo te va a tirar una mujer?
La voz grave de Alejandro llegó a través del auricular, con un tono de cansancio, pero también sonaba como si estuviera sonriendo.Sofía dejó lo que estaba haciendo y miró la hora en la esquina inferior derecha de la pantalla.—¿Hoy no tenías mucho trabajo? ¿Cómo que vas a venir por mí?Abrió otro documento con el mouse y recorrió el contenido con la mirada.—Ya lo tenía planeado.La voz de Alejandro se suavizó un poco.—Últimamente la ciudad se ha vuelto medio peligrosa, no me gusta que regreses sola.Una oleada de ternura invadió a Sofía. Se tocó el lóbulo de la oreja sin darse cuenta y una sonrisa se dibujó en sus labios casi sin querer.—Todavía me tardo un rato más, espérame tantito. Esta propuesta la necesitan mañana.—Entonces subo y te acompaño.Alejandro colgó apenas terminó de hablar.—No...Sofía quiso detenerlo, estaba estresada, pero no alcanzó a terminar la frase cuando el tono de línea ocupada sonó en su oído.Se quedó inmóvil un instante, con el celular en la mano, y lu
Sofía tomó el pan y le dio una mordida suave.El aroma a pan recién hecho, con un toque dulce, se esparció por su boca, aliviando el agotamiento acumulado tras las horas extra.Alejandro la observaba con atención, su mirada era pura ternura y una leve sonrisa se dibujaba en sus labios.La luz del atardecer se filtraba por la ventana, bañando su rostro de rasgos definidos en un halo dorado que resaltaba aún más su atractivo.Un discreto aroma a loción masculina emanaba de él, mezclado con el aroma intenso del café era una combinación que resultaba muy agradable.Sus hombros anchos, su postura erguida... todo en él transmitía una innegable madurez y atractivo.Sofía comió el bocado y levantó la vista hacia Alejandro, con un dejo de sorpresa en la voz.—¿Lo compraste aquí cerca?Alejandro asintió, y un destello de ternura cruzó sus ojos profundos.—Pensaba venir directamente, pero vi que todavía había gente trabajando. No quería incomodarte, así que mejor pasé por café y pan... por si te
Sofía se recostó en el asiento.—¿A dónde iríamos a esta hora?—Un amigo mío tiene una pista de carreras en la montaña. ¿Quieres ir a conocerla?Alejandro giró el volante.—La vista desde allá es increíble, sobre todo en la noche. Se ve como brilla la ciudad.Sofía parpadeó, sorprendida, y enseguida sus ojos se iluminaron de emoción.—¿Carreras? ¿De verdad?Se enderezó en el asiento.—En la universidad iba mucho hacía carreras con mis amigos. Ya después, con el trabajo, casi nunca.—Perfecto. Esta noche vas a recordar viejos tiempos.Mientras lo decía, Alejandro aceleró un poco.El carro se dirigió hacia el Autódromo La Cima.El viento nocturno se colaba por la ventanilla entreabierta, trayendo consigo el aire fresco de la montaña que disipaba el cansancio acumulado del día.Al poco rato, el Maybach negro se detuvo con suavidad en el estacionamiento del autódromo.Se abrió la puerta. Alejandro bajó primero y rodeó el carro para abrirle la puerta a Sofía con galantería.Un hombre vestid
Sofía, un poco mareada, se recargaba en Alejandro, su aliento tibio rozaba su cuello con un ligero aroma a alcohol.Alzó una mano y le dio un toquecito suave en el pecho, mientras la punta de sus dedos dibujaba círculos sobre la tela de la camisa.—Alejandro… ¿por qué eres tan alto?La mirada de Alejandro se intensificó. Trató de controlar la emoción que le recorría, su voz sonó grave.—Estás borracha.—¡Claro que no estoy borracha!Sofía murmuró, contrariada. Le rodeó el cuello con los brazos, casi colgándose de él.—¡Estoy súper bien! Solo que… pues… eres muy guapo.Levantó la cara, mirándolo con sus ojos almendrados y algo perdidos. Tenía el rabillo de los ojos enrojecido, y ese toque de ebriedad le daba un aire especialmente tierno y dulce.Alejandro sintió una punzada en el corazón, como si una corriente le recorriera todo el cuerpo.Reprimió la emoción que lo embargaba, esforzándose por mantener un tono neutro.—Ya, tranquila. Te llevo adentro.Alejandro tomó a Sofía en brazos y