28. Berrinches.

—No eres la misma niñita que salió de mi casa sosteniendo una maleta llena de dinero, se te nota en los ojos, pero… aún hay algo de esa vieja tú… ¡Anda! ¿Cuánto quieres? —dijo Isabella segura de que todos tienen un precio. 

—Lo siento, señora Isabella… 

Cuando Eugenia estaba dispuesta a dar media vuelta, Isabella la tomó del brazo. No estaba dispuesta a ser ignorada por alguien a quien consideraba inferior. De un jalón atrajo a Eugenia hacia ella, quien tuvo que soltar las rosas y agarrarse de la barda para no terminar del otro lado.

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