No haré promesas.

—No, no se lo digas —murmuró Ashley en voz baja.

Samanta frunció el ceño, cruzando los brazos sobre el pecho.

—Él me dejó a cargo. Se supone que no debes estar fuera de la cama —dijo Samanta.

—Estoy aburrida de mi mente tirado allí como un zombi muerto —protesto de vuelta Ashley.

Sus ojos se clavaron en los libros que estaban cuidadosamente colocados en los estantes. Han pasado tres días desde ese incidente y Damián la ha estado tratando como a un bebé recién nacido. Ni siquiera la dejará levantarse de la cama. Se alegró de que él consiguiera algo de trabajo en la manada y dejara a cargo a Samanta, que era mucho más indulgente que Damián.

—Te das cuenta de que me dará un sermón más tarde —murmuró Samanta mirando a Ashley buscando algunas buenas lecturas.

Parecía muy emocionada tan pronto como Samanta le habló de una enorme biblioteca en la empacadora. La chica estaba empeñada en venir aquí, hizo que Samanta la guiara y por lo tanto terminaron en la biblioteca.

—No lo dejaré, no te pre
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