El mismo díaPalermo, SiciliaCarloNinguna mujer está fuera de tu alcance. Esa es la regla número uno. Ni las más dulces ni las más fieras. Todas, en algún punto, ceden. Solo tienes que encontrar por dónde se quiebran.Los hombres que se arrodillan, que ruegan o esperan paciencia… terminan siendo el chiste de la historia. Monigotes emocionales, decorativos. Las mujeres les pasan por encima, se burlan de ellos y luego los botan como se bota un trapo sucio. ¿Y sabes qué? Lo merecen. Porque fueron débiles.Por eso, cuando una mujer te dice que no, no es un rechazo. Es un reto. Es una forma de tantear hasta dónde puede manipularte. Y si cedes… perdiste. Pero si cambias el juego, si le das vuelta a las reglas y eres tú quien lleva las riendas, entonces empieza a verte diferente. A sentir diferente. No se trata de ternura, se trata de poder.A veces hay que ser más feroz. Más agresivo. Atacarlas donde duele, ponerlas en su lugar. Humillarlas si hace falta. Porque algunas… sí, esas que van
El mismo díaCerca del estrecho de Messina, SiciliaAdlerSupongo que hay cosas que simplemente no puedes detener cuando alguien te importa… cuando esa persona se vuelve parte de tu mundo, de tu rutina, de tu puta existencia. Y ahí empieza el verdadero problema: dejas de ser acero, dejas de ser irrompible. De repente, todo lo que eras—duro, frío, impenetrable—se viene abajo. La coraza no sirve, el escudo se agrieta, y ese dolor… ese maldito dolor se filtra como agua sucia por cada grieta que juraste no tener.No es físico. Es peor. Cada segundo sin saber de ella es una tortura disfrazada de espera, te carcome desde adentro, te hace sombra de lo que fuiste. Una mezcla podrida de desesperación y rabia. Porque no tienes control, porque la incertidumbre te tiene de rodillas. El corazón se estruja con fuerza, y la mente… la mente no colabora. Empieza a dibujar escenarios, los peores, los más crueles. Tal vez es un reflejo, una forma de prepararse para el golpe. Tal vez una maldita defensa p
La misma nochePalermo, SiciliaOrianaConfiar en alguien es como poner tu vida en sus manos. No es una metáfora. Es literal. Cuando confías, te expones. Te vuelves vulnerable. Dejas la puerta entreabierta, esperando que no la derriben.Dicen que la confianza es la base de toda relación sana. Tal vez tengan razón. Pero nadie te habla de lo difícil que es cruzar esa línea invisible entre lo que te dicta el corazón y lo que te grita la mente. Porque una cosa es sentir… y otra muy distinta es apostar tu estabilidad por ese sentimiento.No se trata de miedo. Se trata de memoria. De cicatrices. De haber visto de cerca lo que ocurre cuando confías en la persona equivocada. Y ahí está el verdadero dilema: ¿cómo saber quién no te va a fallar? ¿Cómo distinguir entre una promesa y una mentira disfrazada de amor? La gente habla de seguir el instinto, de dejarse llevar. Pero nadie te prepara para el día en que tu instinto también te falle.Porque confiar a ciegas es un acto de fe, y la fe necesit
La misma nochePalermo, SiciliaAdlerMi padre siempre decía que una partida de ajedrez no acaba con un jaque mate, sino cuando lo repetís. Porque en el mundo real —y en este juego sucio que jugamos— nadie se rinde con la primera amenaza. Aunque todo parezca indicar que arrinconaste a tu adversario, la verdad es que él ya está cinco movimientos adelante, buscando el punto ciego, la grieta en tu defensa, el momento exacto en que vas a confiarte. El tablero nunca se detiene. Y quien lo olvida, pierde. Eso, más que una metáfora, es una maldita regla de supervivencia.En la mafia no basta con ser más fuerte. No alcanza con tener más hombres, más armas, más dinero. La fuerza bruta es útil, sí, pero limitada. Lo que de verdad sostiene un imperio es la estrategia. La capacidad de ver más allá del golpe inmediato. De entender que tus enemigos no están dormidos, ni muertos, ni satisfechos. Están redefiniendo sus jugadas mientras tú celebras tu victoria. Están contando tus pasos, espiando tus r
Unos días despuésSiracusa, SiciliaCarloUn error, un mal paso, hablar de más, bajar la guardia… todo eso se resume en fracaso. Pero no te confundas: el fracaso no es lo peor. Lo verdaderamente jodido viene después. Las consecuencias. Las putas consecuencias que no perdonan. No importa si fue un desliz, una mala noche, una traición mal calculada. El infierno no necesita excusas para abrirte las puertas.Te crees intocable, hasta que alguien decide recordarte que no lo eres. Y cuando eso pasa, ya es tarde. Porque en este mundo no hay advertencias, solo lecciones con sangre. No es paranoia, es supervivencia. Cada mirada, cada silencio, cada gesto de más o de menos… todo importa. No se trata de vivir, se trata de no morir. Hay una diferencia. Y cuando la entiendes, ya es porque viste morir a los que no lo entendieron.Es entonces cuando la regla se te graba como hierro caliente en la piel: toda acción tiene un efecto. No es filosofía barata, es ley de la calle. Es la única ley que manda
El mismo díaPalermo, SiciliaOrianaUna regla en el mundo de la mafia: nunca perdones una ofensa. Quien se atrevió a tocarte, a desafiarte, a ensuciar tu nombre, debe pagarlo. Con sangre, con miedo, con pérdida. No importa cuánto tiempo pase. No importa cuántas manos se tiñan en el proceso. El castigo debe llegar, porque si eres débil, todos —absolutamente todos— se vuelven carroñeros. Primero te miran con lástima. Luego con desprecio. Después te pisan. Y ese error… solo se comete una vez. Porque la debilidad, en este mundo, es una bala sin aviso. Una condena silenciosa. Un viaje directo al cementerio.Recuerda que somos animales salvajes donde el más fuerte sobrevive, donde debes defender tus territorios para permanecer arriba, y eso se obtiene con sangre. Es una ley tácita entre demonios. Una norma que no se escribe, pero se graba en la piel con fuego y traición.¿El truco? No es evitar a los demonios. Es convertirte en uno de ellos. O mejor aún… crear tu propio infierno. Que tiem
El mismo díaEn algún lugar de PalermoCarloDicen que en la guerra y en el amor todo se vale para obtener lo que deseamos, pero yo añadiría algo más: se necesita agallas, motivación y un plan osado. No basta con resistir, ni con demostrar que aún respiras después del golpe. No. Se trata de devolver cada humillación con precisión quirúrgica, de hacer que cada burla se convierta en una herida abierta en quien se atrevió a subestimarte. No hablamos de simple revancha: hablamos de justicia a tu manera. Cruel, personal, definitiva.Esto no es para débiles. Acá no caben los escrúpulos, ni la piedad. Nada de eso. Te vuelves un cirujano del alma ajena: buscas grietas, debilidades, miedos… y los usas. Porque si tú sufriste, ellos también lo harán. Y no de cualquier forma: deben caer de rodillas, con la boca llena de sangre y el orgullo hecho trizas.¿Venganza? Sí. Y no me da vergüenza decirlo. Porque cuando te lo arrebatan todo, cuando te pisan, cuando te traicionan, lo único que te queda es
El mismo díaPalermo, SiciliaOrianaHay diferentes tipos de dolores, lo sabemos. El del desamor te parte en silencio, te deja vacía, rota por dentro. El de la ausencia es un eco que se arrastra, que duele lento, como una sombra que no se despega del alma. El de la incertidumbre te roba el sueño, te deja con mil preguntas clavadas en la garganta… Pero hay uno que los supera a todos.El miedo a perder a tu hijo. Ese no solo te hiere: te destruye. Te arranca el aliento, te paraliza, te hace sentir como si el mundo estuviera a punto de colapsar sobre ti. Es una angustia que no cabe en el cuerpo, que te oprime el pecho como si un monstruo se hubiese instalado ahí dentro y no te dejara respirar. No hay consuelo. Ninguna palabra basta. Ningún abrazo cura. Ni siquiera las promesas de que “todo estará bien” logran calmarte, porque en ese momento no puedes creerle a nadie.Solo hay una imagen capaz de devolverte el alma al cuerpo: ver a tu hijo a salvo. Sentirlo entre tus brazos. Escuchar su l