Sentía que me rompía en mil pedazos al decirlo, como si cada palabra que salía de mi boca desgarrara algo en mi interior. Lo sabía desde el momento en que las pronuncié, pero no podía contenerlo más, ya no. Mi vida estaba fuera de control, desmoronándose a mi alrededor, y lo único que quería era escapar, desaparecer. Me giré, dispuesto a marcharme, aunque sabía que no tenía fuerzas para dar un solo paso. Entonces, la escuché. Sara respiró hondo, el sonido era tan claro en el pequeño espacio del baño. Pude sentir el peso de su desesperación, como si el aire estuviera cargado de su dolor. Colocó sus manos sobre el lavabo, su postura rígida, sus hombros tensos.—Mira, no me importa —dijo, pero su voz temblaba, una contradicción de sus palabras—. Haz lo que quieras y déjame sola.No me atrevía a moverme, pero ella continuó, su tono intentaba ser firme aunque era obvio que estaba al borde de romperse.—Ahora, si me disculpas…Se dirigió a la ducha, abrió la mampara de cristal y dejó cor
—Dime lo que quieres —mi voz sonó brusca, casi un gruñido de necesidad contenida, pero no pude evitarlo. Mi aliento rozaba sus labios, nuestros cuerpos tan cerca que podía sentir el calor de su piel a través de la tela empapada.Los ojos de Sara, ese azul profundo que siempre me desarmaba, me miraron fijamente, desafiándome. No dejaba de tocar sus pechos, pellizcando sus pezones a través del sujetador mojado, mientras el agua de la ducha continuaba cayendo, amortiguando el sonido de nuestros jadeos.—Dime lo que quieres que te haga —insistí con voz más baja, más intensa. Me mordí el labio, tratando de contener el deseo que me quemaba por dentro. No podía aguantar mucho más, no cuando ella estaba tan cerca, tan jodidamente hermosa.Sara respiró hondo y susurró, con la voz temblorosa pero decidida:—Quiero sentirte en todas partes —dijo, y sentí que el aire me abandonaba de golpe. Me mordí de nuevo el labio, un gruñido escapando de lo más profundo de mi garganta. Todo en ella me llam
Cuando Sara me llamó por mi nombre en el lobby del hotel, encendió algo en mi interior que no sabía ni que existía. Necesitaba que lo dijera, escuchar que era yo a quien deseaba. Solo saber que ella era mía y solo mía. —Quiero estar dentro de ti, Sara. —susurré en su oreja. Su respiración se detuvo y un profundo gemido emanó de sus labios—. ¿Es eso lo que quieres? —Sí —gimoteó suavemente, rogándome mientras sus caderas subían para buscarme—. Por favor. Sentí que mi miembr'o se movía nervioso por sus palabras. La punta acarició su entrada y apreté la mandíbula, queriendo prolongarlo más tiempo. Sus tobillos acariciaron mis piernas, para finalmente anclarse alrededor de mi cintura. Cogí sus manos y las puse sobre su cabeza, entrelazando nuestros dedos. —Mírame —le ordené—. Necesito escucharlo. Mi voz era vacilante por el control que sentía sobre ella. Me miró y sabía que me había entendido. —Hazlo, Harvey. Te necesito dentro de mí. Puse mi cabeza sobre su frente, y fi
La sensación era muy intensa; mis sueños se hacen realidad, y no sabía si podría aguantar mucho más. Un largo jadeo se escapó a través de mis dientes apretados. Nadie me había hecho algo así antes. Casi quería que parara, pero la sensación era tan increíble que era incapaz de moverme. Mis dedos recorrieron su pelo, su cara y su mandíbula. Cerró los ojos e incrementó la succión, llevándome más y más cerca al límite. La irreal combinación de su boca en mí y nosotros en esta situación, era la sensación más intensa que había experimentado. Incrementó la presión de sus dedos, y mi orgasmo golpeó todo mi cuerpo con intensidad. —¡Joder, Sara! Oh... joder, joder, joder! —ahora que había dicho su nombre, era mucho más difícil parar. Ella mantuvo su boca sobre mí y continuó chupando hasta que el clímax más poderoso de mi vida se calmó—. ¿Qué coño ha sido eso? —gemí. Sara me miró, con una sonrisa de satisfacción. Dios, esta mujer nunca pararía de asombrarme —Sube aquí —le ordené.
Me sentía arrastrada por una fuerza inevitable, incapaz de resistirme. No me arrepentía de lo que había pasado, pero necesitaba un momento a solas antes de enfrentarlo. Lo giré con suavidad, esperando que no despertara. Murmuró mi nombre antes de volver a dormir, lo que me hizo sonreír. ¿Estaba soñando conmigo? ¿Sabía que todavía estaba aquí?Cerrando mis ojos con fuerza, intenté sofocar la sensación de pánico que estaba creciendo en mí. Lo observé mientras dormía, su belleza me dejó sin aliento. Su cabello desordenado caía sobre su frente y lo aparté suavemente con mi dedo. Mi cuerpo reaccionó ante su presencia, y supe que necesitaba salir de allí. Me deslicé fuera de la cama y fui al baño, donde un rastro de ropa húmeda cubría la alfombra blanca. Cerré la puerta y me miré en el espejo¡Vaya! Recién foll’ada. Esa era definitivamente la pinta que tenía.Mi reflejo mostraba señales de la noche anterior: arañazos en mi piel y el cabello revuelto. Recordé cada momento con él, mis pez
Me encontraba atrapada entre el frío mármol de la pared y el calor abrasador de su cuerpo. Harvey me volteó con fuerza, obligándome a mirarlo a los ojos. Sentí la firmeza de su agarre en mis muñecas, levantándolas por encima de mi cabeza, inmovilizándome en un gesto autoritario que me hizo estremecer de anticipación.—No te muevas —me ordenó con severidad, su voz grave resonaba en el reducido espacio.El frío de la pared contrastaba de manera abrumadora con el calor que emanaba de su piel. Mi respiración se hizo entrecortada mientras él comenzaba a plantar besos en mi cuello, descendiendo lentamente hacia mis hombros. La fricción de su barba rasposa contra mi piel sensible enviaba oleadas de placer directo a mis sentidos. Todo mi cuerpo se tensaba, queriendo más y a la vez resistiéndome, pero era inútil; la presión de su cuerpo contra el mío era una cárcel deliciosa de la que no quería escapar.Sus labios continuaron su descenso hasta mis pechos, y sentí que mi aliento se detenía cu
Podía sentir la respiración agitada de Harvey contra mi piel, y sus manos firmes sujetaban mis caderas con una fuerza que me dejaba sin aliento. El deseo entre nosotros era palpable, como una corriente eléctrica que nos envolvía, y cuando él se inclinó ligeramente para tomarme de las nalgas, supe que ya no había vuelta atrás.Me aferré a sus hombros, sintiendo cómo me elevaba con facilidad, mis piernas rodearon su cadera en un movimiento automático, instintivo. Harvey me presionó contra la pared nuevamente.—Tu es fait pour moi —susurró en mi oído, y esas palabras me recorrieron como un rayo. Me sentí al borde de la desesperación, incapaz de contener el deseo que me consumía.—Hazmelo, Harvey —pedí, mi voz rota por la urgencia. No podía esperar más, no quería esperar más.Él no necesitó que se lo repitiera. Con un solo movimiento, se introdujo en mí, arrancándome un jadeo que resonó en las paredes de mármol como un eco. La sensación de plenitud fue tan intensa que me arqueé contra
Termino de colocarme la toalla después de la ducha y me apresuré a salir del baño. El fresco roce del algodón en mi piel era una pequeña distracción, pero no podía evitar sentir la presión de la situación. Con un profundo suspiro, abrí la puerta y salí al dormitorio, donde lo vi sentado en la cama, con su mirada fija en mí. —Solo necesito… —comencé a decir, pero me detuve en seco al notar mi maleta abierta sobre la cama. Harvey asintió con una ligera inclinación de cabeza, pero no se movió ni me habló.Normalmente, no me preocupaba demasiado por mi cuerpo, pero ahora, con solo una toalla y él mirándome, me sentía extrañamente incómoda. Me apresuré a recoger algunas cosas y, sin mirar hacia atrás, regresé al baño para vestirme. Me puse una coleta con manos temblorosas, tratando de recuperar mi compostura.Pensé que sería mejor terminar de arreglarme más tarde. Tomé las llaves de la encimera y salí de la habitación, intentando calmar mis nervios. Noté que Harvey seguía inmóvil, sen