Al momento del parto de Kelsey, todo el proceso fue rutinario hasta que le informaron que el bebé había muerto, ella, incrédula, gritaba que lo escuchó llorar, que su hijo nació vivo, cuestionaba qué pasó y solo recibía respuestas vagas. Su amiga Trissie, que permaneció con ella en todo momento, trataba de consolarla, algo que resultó imposible porque Kelsey sentía que su alma y su corazón se estaban rompiendo en mil pedazos.
Los doctores decidieron sedarla y mantenerla bajo observación médica, Maddy y Sienna fueron notificadas, ésta última, en su papel de abogada, trató de obtener información sobre el deceso del bebé, pero todos se mantuvieron herméticos, a pesar de que amenazó con abrirles una investigación penal.
El día que le dieron de alta, Kelsey se encontraba abatida, cabizbaja y sin &aacut
Maddy entró a la habitación de los niños y el escándalo era mayúsculo. –Mami, por favor, alimenta a esas criaturas, tienen rato llorando –pidió Bayron con las manos en sus oídos. –Lo sé, lo sé, me disculpo, se me fue el tiempo con Sienna, pero ya estoy aquí y me haré cargo –dijo Maddy al tiempo de comenzar a prepararse para ordeñarse y distribuir la leche entre los cuatrillizos, afortunadamente tenía bastante para todos. –Mami, ¿tú también nos diste tu leche a nosotros? –preguntó Gerald. –No mi amor, como no salieron de mi vientre no
La entrada al club de los cuatro amigos no pasó desapercibida, no solamente por el gran atractivo de todos, quienes eran muy conocidos y famosos por ser los más guapos, exitosos e inalcanzables hombres de todo Seattle, dos de ellos por estar ya casados y los otros dos porque se habían cerrado totalmente al amor.Tomaron asiento y disfrutaron del espectáculo que dieron las meseras al pelearse por atenderlos: –Bueno, todavía despertamos pasiones, me estaba sintiendo deprimido con la cercanía de los treinta –comentó Román. –Tú ya no deberías preocuparte por eso, señor Delonardo –aseveró Edison. –Disculpa, pero aquí el único fuera de li
En un abrir y cerrar de ojos ya Maddy y Deyanira estaban decorando la casa de Navidad, luego de un noviembre muy agitado con las celebraciones de los cumpleaños, los trillizos estaban emocionados y revisaban todos los paquetes tratando de adivinar su contenido. –Mamita, ¿estás segura de que aquí están los obsequios que los cuatro enanos pidieron en sus cartas? Porque a mí me parece que todo esto es solo lo que yo pedí –exponía Bayron. –En primer lugar, deja de decirle a tus hermanitos los cuatro enanos, tendré que hablar con Alberto al respecto, él fue quien comenzó a llamarlos así y, en segundo lugar, ellos no escribieron ninguna carta porque todavía ni siquiera hablan. 
La gala navideña fue exitosa, todos los empleados agradecieron el momento de diversión, Renán y Maddy dieron un emotivo discurso de agradecimiento aunado a buenos deseos para todos; ese acto fue encantador porque estuvieron acompañados de los trillizos, quienes lucían tan elegantes como su padre y se mantuvieron muy serios escuchando las palabras que sus padres dirigían a los asistentes.Todos los invitados admiraban a sus tres hijos que mostraban un comportamiento ideal mientras estaban subidos a la tarima desde donde el matrimonio Viteri-Lawson dio la bienvenida a todos y los auparon para que disfrutaran de todo lo ofrecido en la fiesta, desde música; pasando por juegos de ruleta y blackjack; bebida y comida en abundancia.Los tres niños aplaudieron efusivamente a sus padres, lo que enternecía a los asistentes a la inauguración de un evento que, Maddy y su esposo, prometieron que se repetirí
Luego de dos semanas en la casa de la playa, Kelsey decidió salir del país, el recuerdo constante de su hijo que murió al nacer y del maltrato de Alberto, tenían una oscura sombra sobre su cabeza que no la dejaba vivir, cuando se lo comunicó a su amiga Trissie, ésta solo lamentó que no podría acompañarla, pero le brindó todo su apoyo.Kelsey ya tenía todo listo para partir cuando decidió llamar a Maddy y a Sienna para despedirse, con cada una la conversación fue mas o menos igual, en ambas pláticas acordó comunicarse nuevamente algún día.Al cerrar las llamadas, lloró por todo lo que dejaba atrás con su decisión, sin embargo, ante la interrogante de su mejor amiga sobre su determinación a seguir sus planes, afirmó con palabras y gestos que, definitivamente, se iba del país.Ya en el aeropuerto, Kelsey ab
Al estar en el interior de la tienda Alberto tomó en brazos al pequeño, caminó en dirección a una de las vendedoras uniformadas y le preguntó por Kelsey Cordis. –Un momento por favor, hablaré con la asistente de la señorita Cordis para saber si está desocupada. –Por favor dígale que Alberto Centeno está aquí y necesita hablar con ella de algo personal y muy importante.La mujer paseó su vista desde él hasta el niño que tenía en brazos, seguidamente se giró y se perdió de vista por un largo pasillo. –Señorita Cordis, afuera hay un joven con un niño preguntando por usted.&nb
José Manuel Barceló Ferrer, el segundo hijo de una familia cuyos apellidos eran sinónimo de elegancia, solvencia económica y alto estatus en la élite de Madrid, su pasión era la moda y en Kelsey había encontrado a una mujer rota, pero con mucho talento, con quien podría dar rienda suelta a su sueño de tener una gran tienda con diseños exclusivos.Él la cobijó luego de una conversación informal en la banca de un parque, donde ella dibujaba un vestido que de inmediato llamó su atención. Al conocerla un poco más se ganó su confianza en absoluto y no tardó en proponerle una sociedad en la que él aportaría el capital y ella su talento.Dos años después toda novia que se preciara aspiraba usar uno de los vestidos diseñados por ella, ya eran el número uno en el mercado españ
Renán se arreglaba ante el espejo y su esposa se acercó con la corbata en la mano, había tomado la costumbre de colocársela ella y hacerle el nudo, era un bonito momento entre los dos, que él aprovechaba para contemplarla amorosamente.De pronto se escuchó un estruendo mezclado con gritos infantiles, los dos se alarmaron y corrieron por el pasillo hacia el salón buscando el origen del ruido, encontraron a Gerald con dos de las niñeras en el piso con una caja de plástico sobre ellos y dentro de esa caja estaban Nathaniel, Elijah y Mateo, este último lloraba sujetándose un brazo.En el tope de la escalera estaba Maia destornillada de la risa, tirada en el piso y sujetándose el abdomen, a su lado Justin tapándose la boca para ocultar la risa y tras ellos Bayron con los brazos cruzados y el ceño fruncido. –Definitivamente, esos hijos de ustedes están locos todos –expuso Bayron, antes de girar y retirarse de allí.Renán se había dedicado a ayudar a las niñeras a levantarse, una