SORPRESA

Después de una horrible noche, Mariana yacía destrozada sobre la cama, llorando desconsoladamente. Su cuerpo estaba cubierto de moretones y su alma estaba llena de dolor. Pensaba en James y cómo había sido capaz de dejarla con ese monstruo.

De repente, la puerta se abrió y James ingresó a la habitación. Mariana se cubrió la cara con las manos, incapaz de mirarlo.

—No me toques —dijo, su voz temblorosa—. No me toques nunca más.

James se acercó a ella, intentando abrazarla, pero Mariana se apartó.

—¿Cómo pudiste hacerme esto? —gritó—. ¿Cómo pudiste dejarlo hacerme eso?

James se miró las manos, como si no supiera qué decir.

—Me violó —dijo Mariana, su voz llena de dolor—. Me violó por tu culpa. Tú necesitas nada para detenerlo.

James se miró a Mariana, su rostro lleno de culpa.

—Lo siento, Mariana —dijo—. Lo siento mucho. Pero tuve que dejarlo hacerlo. Nos amenazó con llamar a la policía y tú sabes el problema en el que estamos metidos.

Mariana se rió, una risa amarga y llena de dolor.

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