—¿Quién es Mireya? —La angustia se vio acentuada en el rostro de Pilar—. Sabes que puedes contar conmigo para esto y para lo que sea. Puedes conversarlo conmigo. —Él pensaba en mil cosas a la vez, las pensó cuando notó que ella cubría un golpe en su rostro y luego todo el episodio terrible de creer
—Aún no —respondió el doctor—, pero debo hacerlo. Hasta ahora, lo único que entregué fue un informe junto con las grabaciones de cámara. Pilar cerró sus ojos por un segundo y los abrió, perdiendo su mirada durante otro segundo más. «Peter descubrirá lo de mi hermana», aseguró ella con impotencia p
Pilar estaba lista para partir hacia El Pireo, necesitaba irse pronto. No estaba pasando por el mejor de los momentos, sentía mil ojos sobre sí, su hermana estaba más desaparecida que nunca y presentía que las malas mañas del destino tocarían en cualquier momento a su pequeño hijo, a pesar de que lo
Y vaya que sí pasó, él la vio, la vio y la detalló muy bien. De inmediato quedó prendado de esas poderosas curvas, de esos ojos fulminantes y alegres, de esa forma reservada de ser, cayendo como hoja seca a sus pies, resbaloso y pegadizo ese magnetismo de su femineidad, sobre todo el de su madurez.
Ella empezó a luchar con el amarre, removiendo su cuerpo con mucho ímpetu. A Peter no le quedó más remedio que aplicar fuerza en el agarre, volverla a atraer a su cuerpo con ambas manos sobre sus brazos que ya se encontraban presos entre su gran apretón, uno que él intentó que no se pasara de la ray
La enfermera arrugó mucho la cara, su cuerpo estaba lleno de tensión. —¿Te sorprende que sepa que fuiste tú quien envió la lista? Pues, no estés tan sorprendida, parece que tu noviecito hizo buenas migas conmigo, creo que le caigo bien. ¿Él sabe que tú y yo estuvimos casados? No lo creo. No se lo d
(Seis años atrás). —Tengo que cortarme el cabello, ¿no lo crees? —le preguntó Peter a Pilar mientras ella enterraba sus dedos entre las rubias cerdas de su esposo, masajeando con sus uñas el cuero cabelludo. Se encontraban en un enorme parque casi a las afueras de La Ciudad, específicamente en su
—Mírame. —La tomó suavemente de la nuca, echando su cabello hacia atrás para verla mejor. Ella, como pudo, maniobrando con su vestido, logró sentarse a horcajadas sobre él y así pudieron entrelazarse—. Te conozco, Pilar. Sé que me preguntabas si yo quería ser padre porque apenas tenemos dos años de