Pobre de la reina.

Entonces Ulrich se levantó, se paró frente a Phoenix, aún sentada, y puso su miembro delante de ella, duro, todo babado, y él apretándolo fuerte, aunque no lo necesitaba, pues ella pronto lo agarró y comenzó a masajearlo.

Ulrich cerró los ojos de tanto placer y sintió aquella boca tragándoselo desesperadamente, mientras él se controlaba para no correrse con tanta succión. Miraba esa cara de placer de Phoenix que lo enloquecía. Colocó una mano sobre los pechos de ella, sintiendo los pezones endurecidos entre sus dedos.

Ella entonces dejó de chupárselo, golpeándolo suavemente contra su cara, mientras él apreciaba el cuerpo de Phoenix, esos pechos. Con una mirada de deseo, Phoenix pidió:

“Poséeme.”

Entonces Ulrich puso las piernas de ella en su hombro y bajó para chupar el sexo de su esposa. La excitac

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