QUERÍA VERTE, ASÍ QUE VINE

Pero su cuerpo se relajó rápidamente y su abrazo se volvió cálido.

La voz de Albert Kholl sonó ronca. —Dalila, ¿me extrañaste?—

—Albert Kholl. —La cara de Dalila se sonrojó al pensar que estaban en el dormitorio femenino y que mucha gente los observaba—. Suéltame, está bien. Mucha gente nos está mirando.

Con esto ella trató de luchar.

Ella no estaba en contra de que él se acercara a ella.

Pero le molestaba que tanta gente estuviera mirando.

—Cariño, no te muevas. —Albert Kholl la abrazó con más fuerza y ​​apoyó la cabeza en su barbilla—. Estoy muy cansado, déjame abrazarte un rato. Un minuto bastará.

Al escuchar el cansancio en su voz, Dalila dudó por un momento y decidió dejarlo pasar.

Mucha gente los miraba confundida.

Había sido tan frío con todas las chicas hace un momento y ahora era tan tierno y cálido con la niña en sus brazos. Muchos de los presentes lo observaban con envidia.

Desearon poder estar en el lugar de Dalila y experimentar el abrazo de semejante galán.

Un minuto
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