Almas Gemelas

Chloe estaba cortando unos vegetales en la tabla de manera mientras yo le contaba cada detalle de la cita más memorable que había tenido en mi vida. Mi pobre amiga ya estaba aturdida de tanto que hablaba de Asher.

—¿No te parece un poco extraño que haya revisado tu perfil?.—musitó mientras comía un trozo de pepino que acaba de cortar en rodajas.

—Un poco...aunque eso también me hace pensar que le intereso de verdad, ¿no te parece?.

—También.—asintió.—Nunca te había visto tan ilusionada con un chico.—dijo con una sonrisa mientras agregaba los vegetales al wong.—Tendré que sacarle más información a Mike acerca de él.

—No es necesario, lo que quiera saber se lo puedo preguntar a él...ya me contó que estuvo saliendo con una chica en Tailandia y que casi se queda viviendo allá con ella.

—¿Hablaron de eso en la primera cita?.—arrugó la nariz.

—Hablamos de muchas cosas.—suspiré al recordarlo de nuevo y mi amiga rió.

—Ese suspiro tan teatral, ay Isa...—negó mientras revolvía los vegetales.—¿Cuando vuelven a verse?.

—Esta noche, me invitó a su departamento.—Chloe alzó la cara para mirarme

—¿Irás a su departamento?.—asentí.—Amiga, eso es muy personal.

—¿Crees que es demasiado pronto?.—me mordí el labio.

—Pues...un poco, sólo han salido una vez y ya hoy iras a su casa, creo que estás dando el mensaje equivocado, pero es sólo mi forma de pensar.

.....

Mientras subía en el elevador hasta su piso, tenía las palabras de Chloe dándome vueltas en la cabeza. No quería darle el mensaje equivocado, no era una mojigata pero tampoco me acostaba con cualquier chico a la ligera.

Claro que Asher no era cualquier chico, pero aun así, no quería que pensara mal de mi. Dudé en llamar a la puerta, pero luego de debatir conmigo misma por un momento presioné el botón del timbre.

La puerta se abrió a los pocos segundos y su alta figura fue palpable. Le sonreí y él me respondió del mismo modo, abrió la puerta por completo dejándome pasar y eso hice.

Cuando estuve dentro, le eché un vistazo a mi alrededor y me gustó lo que mis ojos veían. Era un departamento acogedor.

—No creas que está así de limpio siempre.—giré sobre mis talones para mirarlo y reí.

—¿Limpiaste por mi?.

—Quería darte una buena impresión...

—Eso no era necesario.—ambos nos sonreímos y él hizo ese gesto de morderse el labio que tanto me encantaba.

Cocinamos juntos, dos pizzas enormes que devoramos frente al televisor mientras veíamos películas de culto. Más tarde esa noche nos pusimos a escuchar música compartiéndonos datos interesantes acerca de nuestros géneros favoritos.

Yo era un poco más clásica y él era más rockero, aunque tuviéramos gustos tan opuestos eso no nos impidió pasar la noche hablando de música. Teníamos eso en común y era gratificante lo apasionado que ambos eramos por el mismo tema.

Me mostró algunos demos que había grabado y quedé fascinada con su impecable voz, cuando creí que no podía ser más perfecto, iba y se superaba a si mismo.

Tenía un hermoso piano de cola en medio de la habitación y obviamente que le pregunté si podía tocarlo. Terminamos esa noche componiendo varias melodías, lo hacíamos sólo por hobby, porque nos encantaba y porque era interesante compartir esa clase de cosas con otra persona.

—Creo que recuerdo algunos pasos, sostén esto.—le entregué la copa de vino que tenía en las manos y me levanté del sofá.

Me quité los zapatos arrojándolos a algún rincón de la sala y Asher se echó a reír mirándome divertido.

—¿No tienes que calentar antes o algo así?.—puse un dedo en mis labios indicándole que mantuviera la boca cerrada.

Sacudí los brazos relajando mis músculos un poco y cerré los ojos respirando profundamente buscando la concentración.

Logré hacer la única pose de ballet que recordaba de cuando era niña, parándome en la punta de mis pies y extendiendo los brazos. Caminé de puntillas dando una vuelta y culminé con un pliegue.

Asher comenzó a aplaudirme y silbar como si hubiese hecho algo extraordinario y me eché a reír.

—Eso fue impresionante.

—Lo es, al igual que doloroso...auch.—me quejé sentándome de nuevo en el sofá masajeando mis pies.

—Tienes lindos pies...—dijo mientras los observaba y lo miré raro.

—No me digas que eres de esos raros que tienen fetiches con los pies.—fruncí el ceño y el se rió entregándome la copa de vino.

—Me refiero a que tus pies son lindos para ser bailarina...dicen que las bailarinas tienen los pies raros.—arrugó la nariz.—¿no te agrada la gente con fetiches?.—quiso saber mientras me miraba.

—Me inquietan.—afirmé dándole un sorbo a mi copa mirándolo del mismo modo.—Una vez salí con un sujeto que estaba obsesionado con los pies y me preguntó si podía lamer los míos y fue la cosa más extraña que he experimentado en la vida.

—Que horror.—negó entre risas.—Yo considero que todos tenemos un fetiche, unos más asquerosos que otros...cuando viajas tanto como yo, te das cuenta que las cosas que considerabas raras no lo son tanto.

—¿Cómo cuales?.—me acomodé en el sofá girándome hacia él para escucharlo.

—Pues...—se quedó callado por unos segundos.—En Japón tienen una extraña fijación por los pulpos y las cosas con tentáculos...¿has visto el porno japonés?.

—Sí, es divertido.—sonrió mordiéndose el labio.—¿Te gusta el porno?.

La conversación había tomado una drástica desviación y no sabía si estaba bien preguntarle eso, pero me interesaba escuchar su opinión acerca de cualquier tema.

—Lo normal, no soy muy fanático, prefiero practicarlo...

—Como todos.—asentí terminandome la copa de vino y la dejé sobre la mesita que estaba junto al sofá.—Creo que...debería irme, es tarde.

—Te llevo.—se levantó tomándose todo el licor que le quedaba en su copa.

No hice protesta alguna porque en realidad quería que me llevara y disfrutar un rato más de su compañía. Tomé mis zapatos calzandomelos y busqué mi chaqueta y mi bolso.

Mientras íbamos en el elevador, ninguno de los dos decía nada, nos lanzábamos miradas de vez en cuando y reíamos cómplices.

—Creo que ese tema no era material para segunda cita, quizás para una cuarta o quinta...—comentó mientras bajábamos del elevador y lo seguí por el corredor hasta la salida.

—Tal vez.

—No quise incomodarte.

—No me incomodaste, no te preocupes.—sonreí para tranquilizarlo.—Fui yo la que sacó el tema, en realidad.

Lo escuché suspirar mientras lo seguía hasta su camioneta, le quitó el seguro y me abrió la puerta del copiloto.

—Echemosle la culpa al vino.—reí apoyándome de la camioneta antes de subirme y lo miré.

—No te aflijas, yo soy la que ha estado tensa desde un principio...tenía miedo de darte la idea equivocada cuando acepté venir a tu departamento...me refiero a que...—hice una pausa bajando la mirada.—Ya sabes, no quiero que creas que sólo busco sexo, en serio me gustas mucho y cuando alguien me gusta mucho tiendo a ser un poco torpe o perfeccionista no lo sé.—suspiré mirando mis pies.

—Isa...—levantó mi cara sujetando mi mentón.—Tú me gustas demasiado, quiero hacer las cosas bien contigo porque en serio quiero conquistarte, no sólo para una noche.

Sonreí como tonta enamorada. 

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