—Qué ingenuo eres—el alfa de la manada rusa se levantó de la mesa sonriendo de una manera muy altanera y acercándose a Oliver—. Quiero echarle la culpa a tu edad y tu inexperiencia a las sandeces que estás diciendo.

—Ni un paso más—le sonrió Alan—. Al menos que usted quiera experimentar que se siente que su cráneo impacte con una pared.

El hombre sonrió aún más y miró nuevamente a Oliver.

—Esta cosa—señaló a Alan—. Es lo que te da tanta seguridad ¿cierto?, pero no te confundas, puede parecer uno de los nuestros, pero nunca dejará de ser una aberración de la naturaleza al igual que tu beta.