No supe ni en qué momento me llevó a la cama, solo sentí que mi espalda tocó el colchón y su cuerpo cayó sobre el mío tan pronto nuestras bocas se separaron por breves segundos. Era tanta la necesidad por estar en los labios del otro, que volvimos a fundirnos en un beso mucho más profundo y suave que el anterior.

Me costaba respirar, pero el roce de sus labios se siente de maravilla. No soy capaz de separarme de ellos, no cuando quiero desfallecer en su boca.

Con lentitud y sin prisa alguna, repartió besos por mi barbilla en dirección a mi cuello. Sus besos son tan delicados y húmedos, me llevan a una nube muy alta de la cual no quiero bajarme nunca.

Sus manos entraron en contacto con mi piel poco después y cuando mejor sus besos se sentían. No me tocaba partes que no debía. Sus manos recorrían mis brazos, mi cuello y mi vientre con extrema delicadeza. Era un roce suave, pero que me tenía ardiendo y deseando que llegara más allá.

Quizá tenía temor de llegar a tocar un punto donde los