2 CAPÍTULO 30

—¿Estas segura? –Pregunta Leandro después de veinte minutos en silencio.

Cuando le explique los síntomas y el posible diagnostico solo nos llevó a su auto y arranco para llegar cuanto antes a casa. Todo su cuerpo se encuentra tensionado.

—Enserio crees que t — tenga… —golpea el volante frustrado—. Maldición ni siquiera puedo decirlo.

—Deseo con todo mi corazón que no sea cierto .. Pero mi tesis se trata de ello y pase muchas horas investigando y viendo con mis propios ojos los sínto…

Guardo silencio cuando esa sensación bastante conocida se instala en mi garganta. Respiro hondo tratando de controlarme y de no llorar. En estos momentos tenemos que estar serenos y pensar con la cabeza fría como dice mi madre.

Pero, una cosa es decirlo y otra muy distinta hacerlo.

No existe calma para situaciones como esta, solo el desespero y el dolor de saber que nuestro bebe pueda padecer esa enfermedad tan mortal.

Salgo de mis pensamientos cuando escucho a Leandro por teléfono.

—Necesito para mañana
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