Era un día lluvioso, de una semana triste, hace una década. Emilio era apenas poco más que un niño. Julieta, Marco, los amigos de su barrio, el instituto, el curso de inglés, la relación que le traería buenos y malos momentos, más buenos que malos, todo estaba lejos en el futuro, en otro tiempo mucho más allá. Por el momento, el presente era distinto, desenvolviéndose en un sinfín de injusticias y cuestiones que forjarían el carácter del chico de un modo distinto, un modo que influiría en su forma de ser con su novia, muchos años después.
Emilio vivía en la Argelia con sus padres. Era un niño pequeño y soñador, que jugaba con plastilina y leía libros cada vez menos infantiles. Poco a poco dejaba de ser un niño para convertirse en un puberto y sus deseos y pensamientos cambiaban a medida que lo hacía su cuerpo.
Cuando se encontraron, Emilio no resistió las ganas de abrazarle con sus brazos duertes rodeando su cuerpo femenino en un afán más que de protección, de búsqueda, de anhelo, de ganas de sentirle cerca suyo y eliminar cualquier miedo que hubiera tenido. Sin pensarlo la estrecho contra sí, lo hizo y Julieta, tomada por sorpresa, le rodeó también con sus brazos. Durante los segundos que duró el abrazo, el mundo se redujo a ellos dos, sintiéndose seguros y tranquilos con sus cercanía y el cariño enorme que se demostraron con un sencillo gesto. Así hubieran podido seguir durante horas, pero la incomodidad de estar en público y el temor a caer en la cursilería más dulces les hizo separarse después de algunos segundos, recobrando la compotura y el buen porte.—Hola, poeta —saludó ella con ojos brillantes, ojos que encerraban mil secretos
Esa mañana, Julieta se levantó de mal humor.Saludó a su madre, comió el sencillo desayuno, se vistió y se miró al espejo esperando encontrar una sonrisa, pero no fue así. Se miró las facciones… y recordó que él le decía que tenía los “labios de durazno”. La primera vez que lo escuchó le pareció estúpido, pero ahora un ramalazo de ternura le llenó el pecho al recordarlo.Suspiró y terminó de alistarse. Salió de casa pensativa; se subió al bus con una expresión de pocos amigos. Miró por la ventana las calles y a las personas; nada fue capaz de cambiar su carácter. Aunque no era culpa, ni de su familia, ni de sus amigos ni del mundo, esa mañana, esa precisa mañana, se sentía molesta. ¿Por qué? Cabía preguntarse. ¿Por qué? Quisiera también saber ella. No lo supo, no lo sabría, no le interesaba descubrirlo. Tal vez, solo tal vez, se debía al hecho de que gracias a Emilio Cartagena, su “novio”, había obtenido una nota de cinco en una prueba importante. U
Julieta se quedó en silencio. “Te quiero”. El eco de las palabras resonó entre ambos.El mundo pareció quedarse quieto durante esos instantes que ambos cruzaron miradas. Ella no respondió, paralizada. Tres meses llevaban ya, y por lo tanto el demostrar sus sentimientos de ese modo no le pareció apresurado al chico. Pero tal parecía que Julieta no opinaba lo mismo.Las manos se juntaron con fuerza durante un segundo… y entonces se soltaron. Las dudas y el ramalazo de inseguridad que sintió Emilio antes por su borrachera volvieron, pero esta vez enfocándose en lo distinto que resultó al momento a como se lo imagino. ¿Qué culpa era que sus sentimientos le hiciesen decir lo que sentía? Tragando saliva, miró a su novia, quién parecía tan expectante como él.—Me quieres —respondió ella por fin, atravesando con sus palabras un silencio que ya era tan tenso como el hielo, rodeándolos a ambos—. ¿Para qué?Antes de ese momento, Emilio se hubiera esperado cualquier resp
—Después de todo el inglés resultó más que bien, ¿si o qué?La voz susurrante de Marco le distrajo un segundo de lo que el ingeniero enseñaba en el pizarrón. Las fórmulas se fundían formando un mosaico casi ininteligible de números que sin embargo, los estudiantes de algún modo debían de entender.Afuera, el ruido de los buses Translatinos pasando y algunos autos de “adefesiosos” que aceleraban en la avenida Maldonado se dejaba escuchar. Era la última hora de clase de un día lunes, por lo que a Emilio y Marco les esperaba una larga semana por delante.—Y entonces mija. —Respondió en el mismo volumen, procurando tomar los últimos apuntes del ejercicio de la pizarra—. Vos andas contento vacilando.—Y vos contento con tu pelada.Emilio no pudo evitar sonreír ante el recuerdo de ella, su
Era un día lluvioso, de una semana triste, hace una década. Emilio era apenas poco más que un niño. Julieta, Marco, los amigos de su barrio, el instituto, el curso de inglés, la relación que le traería buenos y malos momentos, más buenos que malos, todo estaba lejos en el futuro, en otro tiempo mucho más allá. Por el momento, el presente era distinto, desenvolviéndose en un sinfín de injusticias y cuestiones que forjarían el carácter del chico de un modo distinto, un modo que influiría en su forma de ser con su novia, muchos años después.Emilio vivía en la Argelia con sus padres. Era un niño pequeño y soñador, que jugaba con plastilina y leía libros cada vez menos infantiles. Poco a poco dejaba de ser un niño para convertirse en un puberto y sus deseos y pensamientos cambiaban a medida que lo hacía su cuerpo.
<<¿Por qué me enfermé así>> Esa era la pregunta… y la respuesta no podía ser menos que complicada. <<O bueno, más que complicada, irresoluble>>.Ese día de la carta, realmente no hizo nada distinto. Fue al norte por la Simón Bolívar, tomó esos buses viejos y ue aceleraban demasiado; habló con Julieta, entregó su lindo texto. <<Pero me enferme como un hijueputa…>> Tal vez sin querer atrapó en algún momento un virus, tocó alguna superficie que no debía; tal vez el mismo karma de haberse peleado con su novia, aunque él no creía en esa nota de los karmas. Un pensamiento extraño acudió a su mente como consecuencia. <<Si a mí me toca tan duro esta simple enfermedad… no quiero ni imaginarme si sucediese algo tan terrible como una pandemia>>.Ja. Eso es algo im
Vacilando entre la locura,Perdiendo la cordura,Me encuentro amor mío,Luchando conmigo mismo…Vacilante entre mil sueños,entre los anhelos de tu amor bonito,me encuentro perdido en rosas,enternecido mi corazoncito.¡Vacilando y sin vacilar por ningún motivo!¡Seguro de que te quiero y de qué eres mi perdición!¡Porque muchos llamarían insensateza a lo nuestro!¡Pero yo solo lo llamo un sincero amor!La música que puso esa noche sonaba melodiosa resultándole una grata compañía… un remanso de paz en medio de tantos días estresantes, de pruebas inoportunas e inesperadas y deberes acumulados, de conversaciones con su novio y la enfermedad
<<¿Por qué me enfermé así>> Esa era la pregunta… y la respuesta no podía ser menos que complicada. <<O bueno, más que complicada, irresoluble>>.Ese día de la carta, realmente no hizo nada distinto. Fue al norte por la Simón Bolívar, tomó esos buses viejos y ue aceleraban demasiado; habló con Julieta, entregó su lindo texto. <<Pero me enferme como un hijueputa…>> Tal vez sin querer atrapó en algún momento un virus, tocó alguna superficie que no debía; tal vez el mismo karma de haberse peleado con su novia, aunque él no creía en esa nota de los karmas. Un pensamiento extraño acudió a su mente como consecuencia. <<Si a mí me toca tan duro esta simple enfermedad… no quiero ni imaginarme si sucediese algo tan terrible como una pandemia>>.Ja. Eso es algo imposible.Su mente ya le estaba haciendo imaginar fantasía inconcebibles.Ese pensamientos, y otros que resaltaban de igual modo po