Recibió un par de mensajes, los respondió feliz y envió unas cuantas opciones a Julieta. Ella eligió, ambos hablaron, discutieron amistosamente y después bromearon con verse y con darse un beso que dure una eternidad. Hablaron durante un par de horas y su salida quedó concretado el sábado de esa semana. Las clases transcurrieron, los días se sucedieron uno tras otro, mientras las ilusiones de estar con su pareja llenaba el corazón de ambos. Cuando llegó el viernes Emilio estaba a punto de ir hacia el norte, ansioso por ya mirarla. La foto de perfil de ella fue revisada una y mil veces, el anhelo de sus labios le arrancó mil suspiros. El bicentenario, el lugar que los conoció como novios, fue el indicado para recibirlos una vez más.
Ambos despertaron con ánimo, se ducharon y desayunaron una sencilla comida. Salieron de sus casas sintiendo el frío de la mañana y tomaron los buses con rostro de pocos amigos. Julieta decía que él era un amargado, pero siendo honestos, t
Desde hace días estoy febril,Y mis ideas navegan en un mar extraño,Dejo que mi pecho se llene de pena y soledad,Dejo que mi corazón se haga más y más daño.El vaso de licor rodó por entre todos los presentes.Era un día viernes, de una semana fría, de un año extraño, de una vida única. Los muchachos que compartían las “puntas” reían y contaban historias de lo que fue y no pudo ser, de otros tiempos y otras personas, de lugares a los que fueron y a los que quisieran ir. La mayoría se conocía desde niños, cuando los borrachos les daban miedo, y continuaban siendo amigos ahora en la flor de la juventud, cuando los borrachos se convirtieron en ellos. Allí, en el barrio de los pinos, donde se veía todo Quito y el Valle de los Chillos, Emilio Cartagena era uno
Desde hace días estoy febril,Y mis ideas navegan en un mar extraño,Dejo que mi pecho se llene de pena y soledad,Dejo que mi corazón se haga más y más daño.El vaso de licor rodó por entre todos los presentes.Era un día viernes, de una semana fría, de un año extraño, de una vida única. Los muchachos que compartían las “puntas” reían y contaban historias de lo que fue y no pudo ser, de otros tiempos y otras personas, de lugares a los que fueron y a los que quisieran ir. La mayoría se conocía desde niños, cuando los borrachos les daban miedo, y continuaban siendo amigos ahora en la flor de la juventud, cuando los borrachos se convirtieron en ellos. Allí, en el barrio de los pinos, donde se veía todo Quito y el Valle de los Chillos, Emilio Cartagena era uno
Tres semanas habían transcurrido desde que el curso de inglés comenzó.Emilio se acostumbró a su situación prontamente. No peleó, no discutió con el coordinador, no volvió a putear a Marco. Se resignó a concluir los dos niveles que faltaban y a escuchar las bromas sosas de sus compañeros y a contemplar, a ratos, a la belleza de los labios color durazno, de quién sabía su nombre, sus gustos y conocía su personalidad; todo gracias a las preguntas insidiosas que la teacher hacía a los estudiantes y que él, odioso, evitaba responder en la medida de lo posible. El muchacho evitó cuanto pudo cualquier contacto con la chica que tanta atracción le produjo esa primera vez. Luchó con su anhelo de conocer a alguien más, con el deseo de ser feliz.Sin embargo, a veces ciertas acciones y situaciones deben de suceder y aunque queramos ev
Desde hace días estoy febril,Y mis ideas navegan en un mar extraño,Dejo que mi pecho se llene de pena y soledad,Dejo que mi corazón se haga más y más daño.El vaso de licor rodó por entre todos los presentes.Era un día viernes, de una semana fría, de un año extraño, de una vida única. Los muchachos que compartían las “puntas” reían y contaban historias de lo que fue y no pudo ser, de otros tiempos y otras personas, de lugares a los que fueron y a los que quisieran ir. La mayoría se conocía desde niños, cuando los borrachos les daban miedo, y continuaban siendo amigos ahora en la flor de la juventud, cuando los borrachos se convirtieron en ellos. Allí, en el barrio de los pinos, donde se veía todo Quito y el Valle de los Chillos, Emilio Cartagena era uno de los que bebían.Tras dejar el vaso en la mesa, revisó el celular por centésima vez y como e
Era un día lluvioso, de una semana triste, hace una década. Emilio era apenas poco más que un niño. Julieta, Marco, los amigos de su barrio, el instituto, el curso de inglés, la relación que le traería buenos y malos momentos, más buenos que malos, todo estaba lejos en el futuro, en otro tiempo mucho más allá. Por el momento, el presente era distinto, desenvolviéndose en un sinfín de injusticias y cuestiones que forjarían el carácter del chico de un modo distinto, un modo que influiría en su forma de ser con su novia, muchos años después.Emilio vivía en la Argelia con sus padres. Era un niño pequeño y soñador, que jugaba con plastilina y leía libros cada vez menos infantiles. Poco a poco dejaba de ser un niño para convertirse en un puberto y sus deseos y pensamientos cambiaban a medida que lo hacía su cuerpo. Poco a poco notaba que era más alto, que tenía más bello en el cuerpo, que miraba a las chicas de forma distinta. Sus intereses cambiaban, y en el colegio enc
— ¿¡No me dijiste huevón que habrían puras chicas!? —Gritó en medio del patio.Su amigo se encogió ante sus palabras. Mirándole confundido, se alejó algunos centímetros, cauteloso, analizando la situación.— ¿¡En qué chucha me viniste a meter?! ¡Gil! —Exclamó, aún más exaltado. Por fin, recobrando la compostura, Marco musitó algunas palabras tranquilizadoras. Un “aguanta chugcha”, bastó para quitarle casi todo el enojo. Al notar que estaba más calmado, por fin preguntó que sucedía.— ¡El curso pues tonto alegre! ¡El curso que me tocó!— ¿¡Qué le pasa al curso?! —Replicó su amigo, en el mismo tono.— ¡Que de los veinticuatro estudiantes, veinte son hombres!Marco le mir&oacut
— ¿¡No me dijiste huevón que habrían puras chicas!? —Gritó en medio del patio.Su amigo se encogió ante sus palabras. Mirándole confundido, se alejó algunos centímetros, cauteloso, analizando la situación.— ¿¡En qué chucha me viniste a meter?! ¡Gil! —Exclamó, aún más exaltado. Por fin, recobrando la compostura, Marco musitó algunas palabras tranquilizadoras. Un “aguanta chugcha”, bastó para quitarle casi todo el enojo. Al notar que estaba más calmado, por fin preguntó que sucedía.— ¡El curso pues tonto alegre! ¡El curso que me tocó!— ¿¡Qué le pasa al curso?! —Replicó su amigo, en el mismo tono.— ¡Que de los veinticuatro estudiantes, veinte son hombres!Marco le mir&oacut
Te extraño, y la fría noche lo sabe.Te necesito y sé que ya no soy el que era…Por eso cuando llegues, cálida, hermosa, a mí,El invierno de mi corazón pasará a linda primavera.La mañana lo recibió con un sordo dolor de cabeza. El mundo dio vueltas cuando se levantó de la cama y el negro azulado propio de las seis de la mañana se dejo ver por la ventana. Reuniendo fuerzas para superar su malestar, apartó las cobijas y miró en su celular la hora. Eran las seis de la mañana de un nuevo día, de un martes en específico; el día siguiente a su borrachera.En su celular, precisamente el último mensaje era de ella, de su novia, deseándole una linda noche. No le respondió. Entre las brumas que se presentaban en sus recuerdos, rememoró como llegó a