Tara sintió que había dejado de respirar por unos momentos, Jack y Carter se miraron por un momento, lanzando una final mirada hacia a Cooper que estaba al lado de ella.
— ¿Quién es? —preguntó Tara, Jack miró en espera de poder hablar y este asintió.
—Se llama J. S. Wood, no sabemos dónde vive como para ir en su búsqueda, pero sabemos que tiene un negocio en la ciudad de New York, —Tara esperó a que terminara.
S.J. Wood estaba saliendo de un restaurante muy famoso en New York, se ajustó su corbata y luego miró hacia la mujer que estaba a su lado. —Como siempre señor Wood, un placer hacer negocios con usted. —la mujer se contoneó para llamar la atención del hombre, pero este no estaba interesado. El guardaespaldas le tenía la puerta abierta del auto blindado y el señor Wood subió a toda prisa. Se recargó en el respaldo del sillón y el auto en unos momentos después comenzó a moverse y entró al tráfico de la tarde. — ¿A la oficina de la juguetería, señor Wood? —este asintió al cruzar mirada por el retrovisor. —Gracias, ha surgido algo de último momento con Ernest, terminando, como siempre, me marcho a descansar. El guardaespaldas llamado Logan, asintió de nuevo. Llevaba años trabajando para el señor Wood y es la primera vez
—No sé quién sea realmente, mis intenciones de venir hasta acá a espalda de mi marido, es buscar una solución. ¿Quiere que me divorcie de mi esposo? —Tara se levantó y puso ambas manos sobre la superficie del escritorio, entrecerró sus ojos de una manera fría hacia a aquel hombre enfundado en un traje de marca. —Ni en un millón de vidas, señor Wood. No sé cuáles son sus intenciones, pero a Tara Cooper no la va a orillar a hacer eso. Me puede en el alma perder lo que mi madre con mucho esfuerzo levantó, sin un hombre a su lado, sin que nadie le dijera que hacer, ella sola se bastó para levantar lo que es ahora la hacienda Miller, lo perderé todo por un engaño... —se incorporó y se aju
Alexander vio a Carter y a Jack, estaban inmersos en sus llamadas, Tara había ido directamente a la cama en cuanto llegaron de la ciudad, Alexander repasó una y otra vez las ofertas que le había hecho el señor Wood a Tara. Jack terminó la llamada y miró pensativo a su amigo. —Si sigues pensando en lo que le ha propuesto a Tara, tienes que desecharlo. Los ojos grises de Alexander se encontraron con la mirada azul de Jack. —Si no hay divorcio o pagamos cinco veces el precio de venta, la única opción es vender empresas Cooper. — ¿Y los inversionistas? ¿Todo para nada, Cooper? —Podríamos hablar con el señor Wood y pedir que… — ¡No! ¡Entiende que ese hombre solo va a subir más el precio! Aunque vendas tú y yo o tu familia, no alcanzaría. &nb
Tara estaba acostada de lado mientras miraba hacia el próximo amanecer por el gran ventanal de la habitación, Alexander deslizaba sus dedos en forma de caricia por la curva de su cuerpo, la espalda de ella estaba contra el pecho de él, estaban en total silencio. — ¿En qué piensas? —preguntó Tara en un tono casi en un susurro que se escuchó a la perfección. —En nosotros. —Tara arrugó su ceño, intrigada. — ¿Nosotros? —Alexander soltó un suspiro. —Sí, tengo un proyecto próximamente que tengo que concretar antes de tres meses. —Alexander se había prometido no preocupar más a Tara, si se iba esos tres meses a París, hablaría con Julya y se organizaría para que Tara fuera a sus citas médicas ese tiempo, hablaría con sus padres para que la cuidaran en su ausencia…Tara se volvió poco a poco hasta quedar frente a Alexander, apenas podía ver su rostro. — ¿Cuál proyecto? —Tara comenzó a copiar la caricia de él pero sobre el pecho. —Tengo que ir a
Alexander cerró la documentación que el abogado del señor Wood había enviado, Carter lo había revisado dos veces más antes de que él firmara, no había trampa, no había algo extraño, así como lo había dicho el señor Wood, estaba plasmado en papel, tenía tres meses para conseguir que el dueño de dicha empresa, ceda a vender, si lo logra en menos tiempo, habría una bonificación, pero si no se cumplía en el tiempo acordado, empresas Cooper sería del señor Wood, la hacienda y la exportadora. Entonces pensó en que debía conseguir a toda costa aquello, o se quedarían sin nada. El señor Wood había puesto en una cláusula que podían seguir viviendo los empleados de la exportadora, personas de servicio y administración, en la hacienda dentro de los tres meses, cuando llegará el resultado, se tomaría una decisión. Alexander vio salir al abogado del despacho, se dejó caer en la silla y sintió una opresión en el centro de su estómago, sabía que era un gran riesgo,
Habían aterrizado en la pista Charles de Gaulle, Tara aprisionó con fuerza la mano de Alexander, éste sonrió al ver la emoción que embargaba a su esposa, primera vez que había subido a un avión, después del estrés de hacer maletas, de dejar ordenes en la hacienda con el personal de Cooper, por fin se habían marchado, bueno, después de casi media hora antes intentando que Tara dejara de llorar con su nana Julya, quien también no dejaba de llorar, de darle consejos, ahora que, iba a estar en otro lugar, tenía que pensar en sus hijos, que no tenía que estresarse. Alexander sonrió al recordar todo el evento antes de marcharse. Sus padres estaban ansiosos y enterados de la situación real que estaban pasando, Leslie quedó en alcanzarlos en unos días más para poder cuidar de Tara y de sus sobrinos, que tanto ansiaba conocer. Alexander ayudó a Tara a subir al auto blindado que estaba esperando en una zona privada del mismo aeropuerto, Erick y Andrew estaban
Alexander estaba excitado. El solo escucharla hablar francés con aquella naturalidad y con determinación había provocado una erección. Tara esperó a que él dijera algo, pero abrió sus ojos como platos al ver aquel brillo en los ojos de Alexander, mostraban deseo y hambre, el ver como se acercaba a ella, le hizo temblar las piernas, se llevó una mano a su vientre abultado, su respiración se agitó y entreabrió sus labios para tomar aire, sintió sus mejillas sonrojarse, levantó la mirada en lo alto cuando él quedó a unos cuantos centímetros de distancia, su cuerpo radiaba calor, más el calor de ella, podrían hacer combustión espontánea.
Alexander miró a Tara desde su lugar, ella comía tan concentrada que notó algo que le llamó la atención. — ¿Vas a querer ir a dar la vuelta? ¿Cómo una pareja de enamorados? —Tara asintió al dar el último trago a su jugo de naranja. —Perfecto. ¿Qué te vas a poner para salir? No quiero que el sol les dé tanto, estaría bien un pantalón y una blusa que cubra toda tu pálida piel, recuerda, los rayos ultravioletas pueden hacer daño. Tara entendió que se habí