Julya conocía al padre de Ángela, lo estricto que podía ser y lo obsesivo por que su única hija, fuera alguien en la vida, no estaba en el plan un hombre, mucho menos alguien como Jack.
— ¿Por qué dices eso? —Tara le picó la curiosidad.
—Sabes cómo es el padre de Ángela, desde que tu madre las separó y las obligó a no dirigirse la palabra, es por ello por lo que su padre se obsesionó por hacer de Ángela una mujer hecha y derecha, en su plan no está que ella se case o ande de novia.
Tara arqueó una ceja, se cruzó de brazos y miró a su amiga con una gran
Alexander paseaba de un lado a otro mientras el doctor estaba revisando a Tara en el despacho, estaba casi histérico, Jack estaba viendo a su amigo, Ángela acababa de llegar y se mordió una uña por la preocupación, Alexander se había dado cuenta que Tara no estaba en la pista después de regresar con el grupo Fujimori, se había encontrado a Julya quien le había informado de la ida de Tara al despacho, cuando este se había dirigido hacia aquella dirección, alcanzó a ver a Iker salir corriendo con el rostro lleno de sangre, había pasado varias cosas por su cabeza, cosas que no le gustaron en absoluto, así que había corrido, Jack había ido a su habitación en busca de algo para cubrir a Ángela del frío, entonces vio pasar corriendo a Alexander, este no lo pensó dos veces y lo siguió. —Desde que lo había visto, nunca me había terminado de agradar. —dijo Jack mirando a Ángela, Alexander se detuvo y lo miró. —S
Alexander miró a los ojos a Iker, sintió como sus dientes tiritaban de la ira contenida. Jack terminó su cigarro y lentamente con ambas manos dentro de sus bolsillos se acercó a Alexander y a Iker. —Creo que en lugar de perder el tiempo, vayamos al grano, ¿No, Cooper? —Iker miró a Jack quien empezó a sonreír. —Señor Cooper, yo…—dijo Iker se giró a Alexander. —Yo…estoy pasado de copas, no sabía que es lo que hacía, su esposa ya me ha roto la nariz y lo acepto…por favor…—Ik
Tara había salió bien de la revisión, Alexander le estaba ayudando a subir al auto cuando se percató de ver a lo lejos a un hombre de barba, al ver que ella había notado su mirada, el hombre siguió cargando unas bolsas de compras, las subió a su pick up y disimuladamente este se marchaba, Tara ya estaba dentro del auto pero aún faltaba Alexander, en lo que eso pasaba, ella no dejó de observar al hombre marcharse en el pick up. Sintió un extraño sentimiento, se llevó una mano a su vientre y sintió como su corazón se encogió, la distrajo la puerta al cerrarse, levantó la mirada y se encont
Tara sintió que había dejado de respirar por unos momentos, Jack y Carter se miraron por un momento, lanzando una final mirada hacia a Cooper que estaba al lado de ella. — ¿Quién es? —preguntó Tara, Jack miró en espera de poder hablar y este asintió. —Se llama J. S. Wood, no sabemos dónde vive como para ir en su búsqueda, pero sabemos que tiene un negocio en la ciudad de New York, —Tara esperó a que terminara.
S.J. Wood estaba saliendo de un restaurante muy famoso en New York, se ajustó su corbata y luego miró hacia la mujer que estaba a su lado. —Como siempre señor Wood, un placer hacer negocios con usted. —la mujer se contoneó para llamar la atención del hombre, pero este no estaba interesado. El guardaespaldas le tenía la puerta abierta del auto blindado y el señor Wood subió a toda prisa. Se recargó en el respaldo del sillón y el auto en unos momentos después comenzó a moverse y entró al tráfico de la tarde. — ¿A la oficina de la juguetería, señor Wood? —este asintió al cruzar mirada por el retrovisor. —Gracias, ha surgido algo de último momento con Ernest, terminando, como siempre, me marcho a descansar. El guardaespaldas llamado Logan, asintió de nuevo. Llevaba años trabajando para el señor Wood y es la primera vez
—No sé quién sea realmente, mis intenciones de venir hasta acá a espalda de mi marido, es buscar una solución. ¿Quiere que me divorcie de mi esposo? —Tara se levantó y puso ambas manos sobre la superficie del escritorio, entrecerró sus ojos de una manera fría hacia a aquel hombre enfundado en un traje de marca. —Ni en un millón de vidas, señor Wood. No sé cuáles son sus intenciones, pero a Tara Cooper no la va a orillar a hacer eso. Me puede en el alma perder lo que mi madre con mucho esfuerzo levantó, sin un hombre a su lado, sin que nadie le dijera que hacer, ella sola se bastó para levantar lo que es ahora la hacienda Miller, lo perderé todo por un engaño... —se incorporó y se aju
Alexander vio a Carter y a Jack, estaban inmersos en sus llamadas, Tara había ido directamente a la cama en cuanto llegaron de la ciudad, Alexander repasó una y otra vez las ofertas que le había hecho el señor Wood a Tara. Jack terminó la llamada y miró pensativo a su amigo. —Si sigues pensando en lo que le ha propuesto a Tara, tienes que desecharlo. Los ojos grises de Alexander se encontraron con la mirada azul de Jack. —Si no hay divorcio o pagamos cinco veces el precio de venta, la única opción es vender empresas Cooper. — ¿Y los inversionistas? ¿Todo para nada, Cooper? —Podríamos hablar con el señor Wood y pedir que… — ¡No! ¡Entiende que ese hombre solo va a subir más el precio! Aunque vendas tú y yo o tu familia, no alcanzaría. &nb
Tara estaba acostada de lado mientras miraba hacia el próximo amanecer por el gran ventanal de la habitación, Alexander deslizaba sus dedos en forma de caricia por la curva de su cuerpo, la espalda de ella estaba contra el pecho de él, estaban en total silencio. — ¿En qué piensas? —preguntó Tara en un tono casi en un susurro que se escuchó a la perfección. —En nosotros. —Tara arrugó su ceño, intrigada. — ¿Nosotros? —Alexander soltó un suspiro. —Sí, tengo un proyecto próximamente que tengo que concretar antes de tres meses. —Alexander se había prometido no preocupar más a Tara, si se iba esos tres meses a París, hablaría con Julya y se organizaría para que Tara fuera a sus citas médicas ese tiempo, hablaría con sus padres para que la cuidaran en su ausencia…Tara se volvió poco a poco hasta quedar frente a Alexander, apenas podía ver su rostro. — ¿Cuál proyecto? —Tara comenzó a copiar la caricia de él pero sobre el pecho. —Tengo que ir a