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Capítulo treinta y ocho

Lillian cerró los ojos, y solo cuando Caridad se dispuso a responder, ella negó con la cabeza. Volviéndose miró a Shane, ella podía ver las lágrimas en sus ojos.

—Él te quiere.

—Lo sé—, susurró.

—Nos haremos cargo desde aquí, Caridad.

—Por supuesto, señora—, asintió y entró en la cocina para preparar algo de comida. Lillian agarró la mano de Shane y lo guio en dirección al dormitorio; Hizo una pausa y golpeó la puerta.

—Hola Eric, ¿Puedo entrar?

—¿Margaret te envió? Dígale que no pudo encontrarme, dígale que ya estoy muerto—, gritó su voz ronca.

—No, no fui enviada por Margaret, en realidad tengo a alguien a quien me gustaría que te conozcas, tal vez si nos dejas entrar, sabrás quienes somos. No vamos a forzarte, será tu propia elección, pero te aseguro, Eric, puedes confiar en nosotros, no queremos hacerte daño—. Hubo silencio en la habitación y después de un tiempo, una voz casi inaudible llenó el silencio.

 —Entra—, Lillian miró a Shane, y luego giró
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