El establo

Por Rodolfo

Almorcé en la empresa, había temas que solucionar, tenía frente a mi, al director de una de las empresas.

-Estás de mal humor.

Me dice Gastón, el director general de todas las empresas, él estaba a un costado, sentado en el sillón, era mi mejor amigo y todavía no le conté nada.

Nos pidieron que seamos discretos, pero eso no significa que él no lo pueda saber, no firmamos ningún documento de no divulgación.

Yo ignoré sus palabras.

Él no tuvo ningún problema.

Despedí de mi oficina a los dos directores y nos quedamos a solas con Gastón.

-¿Qué mierda te pasa?

Me pregunta.

-Es largo de contar, pero en casa, está la hija de Mateo, va a vivir un tiempo acá en el campo, y te juro que es insoportable.

-¿La del Ferrari?

Lo miré asombrado, no sé cómo sabe que tiene ese auto.

-El día del velorio...

Me aclara.

Cierto.

-Sí, la detesto.

-No debe ser para tanto.

-Lo es, mierda, me está esperando, tengo que ponerla al tanto de las empresas.

-Es lo lógico.

-Sí.

Le reconocí de mala manera.

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