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Herederos de la Mafia 1
Herederos de la Mafia 1
Por: Cassandra Hart
Prólogo y Capítulo 1

              

La ciudad está en manos de dos familias, los Marchesse y los Vólkov. Ambas lideran el mercado de las armas y las drogas. Son enemigos temibles, crueles, a los que no les tiembla la mano para asesinar y cuando sus mujeres están peligro, se vuelven máquinas de matar.

Tori fue herida en el pasado y aunque está casada con Vladimir Vólkov, líder de la familia, parece que siempre hay alguien que olvida cuan letal es su marido.

Luna, siente un deseo incontrolable por los hermanos Marchesse y aunque al inicio siente temor pues es virgen, pronto se abandona al placer que la hacen sentir. Pero no sabe si ellos sienten amor por ella o sigue siendo la hija del hombre que les debe millones y que huyó, dejándola llevar todo el peso de la deuda.

Sabrina es la amiga de Luna y aunque experimenta con ella y los hermanos una relación que va más allá de algo casual, su corazón solo ama a uno de ellos tres y no sabe si al escoger, lastimará a los otros dos y si estos aceptarán su decisión.

Marie, la hermana de Sabrina tiene detrás a un matón que se divierte moliéndola a golpes, y cuando Dmitry Vólkov pone sus ojos en ella, no solo lo mueve un deseo ardiente por la hermosa joven, sino que su sed de sangre, esa se encargara de castigar a quien le puso una mano encima.

                                         

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El apellido Román, para muchos no significaba gran cosa. Sin embargo, en la ciudad de las drogas y el tráfico de armas tenía un significado diferente. Tampoco era como si ocuparan los puestos mas importantes entre aquellos que dominaban los mercados ilegales, pero era bastante conocido.   

El control de la ciudad estaba en manos de dos familias, curiosamente ninguna de ellas americana. Liderando absolutamente todos los mercados se encontraban los Marchesse.   Una familia italiana con amplia trayectoria en el mundo de las drogas y las armas.

El patriarca, Toscano Marchesse y su esposa Beatrice, se establecieron en Estados Unidos cuando apenas llegaban a los 20 años trayendo consigo la herencia familiar y con la que se abrieron campo en la ciudad. Ambos tenían dos hijos, Antonio de 45 años y Dante de 35, quienes ahora manejaban todos los negocios.

La segunda familia era de origen ruso. Los Vólkov eran socios comerciales de Toscano y sus hijos. El patriarca Iván Vólkov, y su esposa Ekaterina —a quien de cariño llamaban Katia— tenían dos hijos, los gemelos Vladimir y Dmitry Ivanevich Vólkov de 45 años.  

Y familias que, como la Román, se encontraban en una escala media-baja. Pero el líder de la familia, Santiago Román, no entendía que meterse con alguna de esas familias, podía acabar mal.   Casado con una joven heredera alemana, Christine Lutz, tenía dos hijas, gemelas. Luna y Juliana, ambas no podían ser más distintas de lo que eran, aunque se lo propusieran.

Mientras Luna leía y pasaba la vida tratando de ser invisible, Juliana apostaba, no solo ser heredera única de su padre sino a casarse con alguno de los Marchesse.  Luna no era una de esas personas conocida por hacer cosas extremas o radicales, de hecho, su falta de “ese no sé qué” era lo que poco a poco la había alejado de su padre.

Al inicio durante su infancia, ambas habían tenido una relación perfecta. Dormían en la misma habitación, vestían iguales. Sin embargo, en los paseos familiares, mientras Juliana subía a los árboles, hacía cosas extremas y locas, Luna permanecía sentada leyendo.

Aquello no fue o no representó un problema o al menos no hasta que se hicieron adolescentes. Los socios de su padre invitaban solo a Luna, pues pensaban que Juliana era demasiado inquieta o poco prudente, luego los jóvenes de su edad buscaban a la gemela tranquila, la gemela alocada era buena para una salida de amigos, pero no como una posible esposa. Y entonces Juliana empezó a ver a Luna distinto. Como alguien a vencer, y el amor que sentía por ella, pronto empezó a eclipsarse bajo el manto del odio.

Así que, desde los dieciséis años, dormían en habitaciones separadas. Y cuando Juliana domó su naturaleza inquieta y se transformó en la mano derecha de su padre, este empezó a golpear a Luna. Debido a las agresiones, se volvió aún más introvertida y por eso pensaba que tenía severos problemas psicológicos, que era una enferma mental, debido a lo que la hacía sentir Sabrina, su mejor amiga.

La conoció cuando tenían catorce años y se volvió una especie de hermana protectora. Luego fueron a la misma universidad, y aunque eran confidentes, nunca se vieron cómo más que amigas. Era difícil porque cuando se quedaba a dormir en su casa, ella la abrazaba y la entrepierna de Luna empezaba a quemar. La primera vez que lo sintió fue cuatro años atrás, cuando acababa de cumplir 18 años, y mientras su amiga dormía, deslizó la mano entre sus pantalones y comenzó a tocarse.

Ante sus gemidos, Sabrina despertó y empezó a tocarla. No llegaron más allá de eso y aunque la relación continuó casi de la misma forma, para Luna todo era diferente, ese gusanito de la intriga estaba despierto. Cada noche en su cama, se tocaba pensando en ella, eso la ayudaba a sobrellevar lo que vivía en su casa cada día.

Las cosas las últimas semanas estaban peor, los castigos físicos eran cada vez mayores, y cuando la faja tocaba su piel guardaba silencio, sabía que, si se quejaba, aquel castigo se extendería. Su padre se desquitaba con ella mientras su hermana miraba sonriente desde la puerta.

—¿Te negaste a hacer el examen de admisión de la universidad, para tu hermana?

—No fue así.

—¡No me respondas, insolente! Juliana ha estado ocupada en mi empresa.

—La heredará, es bueno que entienda sobre el manejo.

—No entiendo, cómo no tienes anhelos.

—Los tengo, por eso estudio y voy a la universidad.

—¡Deja de responderme!

—Pero me hiciste una pregunta.

—Ahora vienes a actuar como una sabionda, siempre sintiéndote más lista que los demás.

—Si no te respondo me golpeas, si lo hago igual. Decídete, papá.

Santiago Román miraba a su hija distinto, ahí estaba la chispa que sabía que Luna tenía. Aquello le dio esperanza, su hija podía ser la misma de antes. Y se encargaría de que siguiera así. No era idiota, sabía que Juliana estaba mal de la cabeza y quizás su error fue siempre agredir a Luna para que su otra hija estuviese tranquila. Pero si podía cambiar las cosas lo haría.

—Vas a tomar el mando de la empresa, Luna.

—No me interesa, apenas pueda me iré lejos de todo esto. Tienes a Juliana, no me necesitas.

—Me equivoque contigo, Luna. Pensé que esa chispa estaba ahí pero no, eres la misma insulsa de siempre.

—Suerte con tu empresa, papá. Espero que la loca de Juliana no te deje en la ruina.

La faja tocó su piel tres veces más, su padre estaba realmente molesto. Y Luna solo quería aliviar el dolor. Aquella noche usó su navajilla, se hizo un corte nuevo en los muslos. Nunca los hacia profundos, no tenía el valor, pero ese dolor, ese le daba una especie de liberación.

Aquella noche durante la cena, Luna casi no tocó la comida y Santiago lo notó. Su hija era siempre callada, sin embargo, aquella noche era distinta. Pero no tenía tiempo para pensar en eso. La oportunidad que llegaba en aquel momento era única, quizás obtendría aquello que esperaba.

—Luna, prepárate para los exámenes de tu hermana.

—Papá…

—No me digas nada más. Tengo que hacer un negocio con un hombre importante y si cuando regreso tu hermana me dice algo más, te golpearé de nuevo.

—¿Por qué me odias?

—Porque existes. Porque osas parecerte a tu hermana cuando sabemos que ella es única.

—No es mi culpa, papá.

—Me iré pronto, no des lata o me conocerás.

En una oficina en las afueras de la ciudad los cuatro herederos tomaban algo. Antonio y su hermano Dante, recibían a sus amigos Vladimir y Dmitry. El primero de ellos felizmente casado con una hermosa mujer.  Todos recordaban lo difícil que había sido la vida de la joven Tori, y por eso Vladimir era en exceso protector con ella. Dmitry adoraba a su cuñada y la protegía con la misma fiereza.

—Tori, ¿cómo está?

—Mañana será difícil, es el aniversario de la muerte de sus padres, así que cenaremos en casa.

Tory había sido secretaria de los gemelos, Vlad se había enamorado desde el inicio y cometió el error de mostrarlo abiertamente. Y debido a esto, Tori fue secuestrada y casi murió. Cuando los hermanos Ivanevich dieron con ella y mataron al responsable, la familia de este atacó a los padres de Tori.

Ella nunca los culpó y cuando meses después, le propuso matrimonio lo sorprendió diciendo que sí. De eso habían pasado dos años, y la amaba cada día más. La consentía todo lo que podía y aunque al inicio ella no se atrevía a gastar dinero, ahora disfrutaba de hacerlo.

—Tengo reunión con Román.

—Nos debe demasiado, Dante.

—Lo sé, el plazo vence hoy y por eso ya viene, Dmitry. Considero divertido verlo sudar como cerdo.

—Por cierto, mañana salgo del país, llevaré a Tori de viaje a Europa, estaremos fuera tres meses. Queda Dmitry a cargo.

—Bien, disfruten entonces.

Santiago Román estaba asustado, deberle a los Vólkov y a los Marchesse era peligroso, solo esperaba que aceptaran lo que tenía para proponerles. No espero verlos a los cuatro y sudar como cerdo, bueno…eso fue inevitable.

—Asumo, Román, que traes un cheque.

—Algo mejor que eso, señor Antonio. Por eso le iba a pedir que fuese a reunirse a mi casa, para mostrarle eso con lo que le voy a pagar.

—Bien, normalmente no iría, pero estoy aburrido, Santiago y matarte, eso me llama la atención, pero como me siento benevolente iré.

Antonio llegó acompañado de su guardaespaldas Mateo, quien era como un hermano para él y seis guardaespaldas más.

—Entraré solo con Mateo, los demás esperen aquí.

—Si señor.

Ajena a todo eso, Luna decidió que tenía hambre. Al ir por algo de comer escuchó a su padre hablando con alguien más. Se quedó espiando y cuando alguien le tapó la boca, se asustó.

—Niña, escuchar detrás de una puerta es malo.

Cuando Luna se dio vuelta observó a Antonio Marchesse, era imposible no reconocerlo si encabezaba las portadas de las revistas de economía por no hablar de las de chismes.

—Lo siento señor Marchesse.

—Descuida.

Antonio miró a la joven llena de golpes y no le gustó. Golpear mujeres no era lo suyo y saber que Román era capaz de algo así, lo enfureció.

—¿Eres hija de Santiago?

—Sí señor y si me ve aquí estaré en problemas.

Antonio entró de nuevo al despacho de Román. Mientras este preparaba algunos papeles se había dedicado a curiosear por la casa. Una propiedad cara de mantener que mostraba que Santiago aparentaba ser lo que no era.

—Acabo de conocer a una de tus hijas. Llena de golpes, por cierto.

Mateo detectó la furia en la voz de Antonio, pero Román, distraído con los papeles, respondió sin pensar. Y supo que su jefe, hacía un esfuerzo sobrehumano para no matar al idiota.

—Luna, es una joven que solo así entiende. Si la ha visto por ahí, le pediré que venga. La deuda que tengo con ustedes no es mucha…

—¿No es mucha? Nos debes más dinero que el que pagarás en mil vidas.

—Lo lamento señor Antonio. Puedo venderle a mi hija, sería una excelente anfitriona para sus casinos, no es tan linda como su hermana gemela, pero bastará.

—¿Te has vuelto una escoria de ese nivel? Y además estúpido, me quieres vender a una joven que está cubierta de golpes.

—Cuando usted la vea bien, comprenderá que puede ser suficiente para saldar mi deuda.

Luna estaba sirviéndose un café cuando su padre entró por ella y a rastras, la llevó a su despacho. Sin delicadeza la arrojó al suelo.

—Papá.

—Quiero que conozcas a tu nuevo dueño.

Luna se alejó, pero la mano de su padre en su cabello la hizo comprender que estaba en problemas. Y mientras recibía una buena dosis de patadas, le pidió a Dios que se la llevara de este mundo, a prisa. Porque estaba cansada de ser castigada una y otra vez.

Antes de que una décima patada impactara sus costillas, la voz del invitado fue muy clara.

—Una patada más y no vivirás.

—Esta niña puede ser amansada, llevada por el buen camino.

—Tu hija es mayor de edad si no me equivoco.

—Es correcto, prostitúyala sin remordimientos, nadie le dirá nada.

—¿Prostituirla? Mira, ella no va a ser entregada a mí como parte de una deuda y si me entero de que esta joven ha sido vendida para pagarnos, date por muerto. Tengo ojos en todas partes y sabré si la has vuelto a golpear.

—Si no la quiere, ¿Por qué preocuparse?

—Porque puede que acabe considerando el aceptarla como pago, debo discutirlo con mi hermano.

—Con todo respeto señor Marchesse, mi hija es mi asunto. Así que a menos que la acepte, haré con ella lo que quiera.

La mano de Antonio estuvo en el cuello del padre de Luna, tan solo segundos después.

—¡Basta ya, Santiago! Cuando pagues tu deuda podrás considerar que tu vida es tuya, por ahora me pertenece así que espero que me hagas caso.

Mateo miraba a su jefe. Aquella reacción no era tan desconocida para él, ambos hermanos Marchesse eran implacables, pero a cómo eran asesinos despiadados, mantenían códigos muy fuertes en cuanto a cómo una mujer debía ser tratada.

Y teniendo en cuenta las circunstancias de lo que había sucedido minutos antes, entendía bien la furia del mayor de los hermanos y si el imbécil no cambiaba de actitud, se encontraría con un pie en la tumba. El padre de Luna, este dejó de golpear a su hija y aunque la odiaba cada vez más, al menos para ella la vida se volvió algo menos difícil.

Antonio volvió a su casa hecho una furia, por video conferencia, charlo con los rusos.

—Maldita escoria.

—Lo sé, y Luna…ella me recuerda mucho a Tori. Tiene esa misma vulnerabilidad. La quiero fuera de ahí, la emplearé en alguna de mis empresas.

—Veamos como andan las cosas y lo que decidas sobre ella, lo apoyaremos.

Las siguientes seis semanas marcaron una nueva rutina pues no fue golpeada, y supo que Marchesse era el responsable. La advertencia clara y directa contra su padre. Esa le había comprado días sin dolor y por eso, le estaría completamente agradecida.

Sin embargo, la paz duraría poco y así lo comprobó aquella noche. Su padre contrató cocineros y saloneros, la cena, con los herederos de las familias Marchesse y Vólkov, era un evento realmente importante.

Su hermana pasó seis horas en el salón de belleza mientras que Luna, se maquilló ella misma y escogió un atuendo sencillo, un pantalón negro y una blusa blanca, no llevaba joyas. Su hermana, parecía haber usado dos botellas de perfume y lejos de agradarle a sus invitados, estos la miraban con desagrado.

Antonio Marchesse y Dmitry Vólkov analizaban a Luna y Santiago lo notó. Ambos, conforme avanzaba la cena, evadieron las miradas provocativas de la gemela de Luna y Juliana, pensando que tratar mal a su hermana le daría puntos ante el líder de la familia italiana, empezó a meterse con Luna.

—Luna—empezó Juliana— debes hacerme los trabajos. Estoy con ganas de salir con unos amigos, así que te dejo a cargo de todo. Ya sabemos que eres buena solo para eso, no te va lo de socializar. Ya has comido pero en este punto, tu ignorancia no es bien recibida, anda y vete a tu habitación.

Cuando Luna iba a ir a buscar las cosas de su hermana, Antonio Marchesse la detuvo. Estaba asombrada por la ira que provenía del invitado.

—No, Luna no va a hacer tus deberes.

—¿Antonio? Luna siempre me hace todo, cariño. Cuando nos casemos podremos contratarla como sirvienta, es muy buena.

Dmitry se puso de pie y tomó a Luna de la mano, luego, usando una silla adicional, la hizo sentarse entre él y Antonio. Luego sin levantar la voz, se volvió hacia Juliana.

—Me resulta curioso que trates a tu hermana de esa forma, usando palabras de mujer adulta. Luna es tu igual, no eres su madre. Y si hablamos de ser ignorante, la cantidad de perfume que has usado me deja claro que además de no tener clase, tienes un gusto pésimo. Tu olor es tan fuerte que comer, ha sido todo un desafío.

Antonio se puso de pie y tomó un plato nuevo. Miraba con coraje la mísera cantidad de comida que Luna se había servido y le llenó un plato.

—Come tranquila, cariño.

—Señor Marchesse…

—Anda, que se enfría la comida.

Juliana se puso de pie y arrojó su copa de vino tinto sobre Luna y esta se sintió tan apenada que bajó el rostro y empezó a llorar. Dmitry se quitó su abrigo y se lo puso encima.

—Sigue comiendo, Luna. No dejes que tu hermana nos arruine la cena.

Santiago deseaba que la tierra se lo tragara. Juliana estaba metiéndolo en más problemas de los que imaginaba.

—Ahora Luna tiene dos protectores, Juliana. Nada más y nada menos que Antonio Marchesse y yo, Dmitry Vólkov, así que, si me entero de que has vuelto a expresarte de forma similar sobre tu hermana, conocerás lo que es el infierno.

La cena continuó de forma tranquila hasta que llegó la hora del postre, la costumbre, Oh esa viejilla que se instala en las casas y no se va, fue la que marcó la siguiente parte de la noche.

—Ve por el postre Luna, luego espera para lavar los platos.

—Si, papá.

Antonio guardó silencio, esperando que Juliana se levantara de la misma forma y cuando no sucedió, tomó cartas en el asunto. Por eso cuando Luna estuvo en la cocina y miró entrar a Juliana llevando un plato, supo quién era el responsable. Esta estaba tan molesta que sujetó a Luna de la mano y se las acercó al triturador de alimentos.

—¡Déjame…!

—Grita todo lo que quieras, mi prometido está reunido con papá.

Antonio Marchesse se situó detrás de Juliana sosteniendo un arma mientras Dmitry se situaba junto a Luna. Santiago miraba asustado desde la puerta lo que estaba sucediendo.

—Vas a soltar a Luna, Juliana. Lento y con cuidado. Porque si a tu hermana le sale siquiera una gota de sangre, te dejaré como colador.

—Cariño…de verdad…

—Eres una mujer hueca, estúpida y abusiva. Tu hermana está bajo la protección de nuestras familias, que quede claro. Si algo como esto se repite, pagarás con tu vida.

Luego se volvió hacia la matriarca, quien se había unido a los demás en la cocina, y la miró con desdén.

—Christine Lutz, recuerdo que era usted amiga de mi madre durante su infancia. Ella se sentiría indignada si supiera que usted, permite que una de sus hijas sea violentada físicamente. Espero que le haga honor a su apellido, su padre fue socio de mi abuelo y era una persona de temperamento fuerte. Debe estarse revolcando en su tumba de ver cuan cobarde es usted. Y tú…—dijo volviéndose hacia Luna— si algo como esto se repite me llamarás. Te entregaré este teléfono, mi número está ahí. Por el bien de la vida de tu familia, espero que este aparato no sufra un extravío, o que alguno de ellos te lo quite. ¿Estamos claros? —añadió mirando a Santiago

—Si señor Marchesse, Luna le escribirá diario…

—No va a escribirme, cada noche le haré una videollamada. Estará en la privacidad de su habitación, pues así podré verla y saber si la han golpeado o no.

—No insinuará que la golpearemos de nuevo.

—¡No lo insinúo, pedazo de mierda! Lo doy por un hecho y mantenga un ojo sobre Juliana, que matarla no me representa ningún problema.

Antonio y Dmitry se marcharon de la casa y la familia se quedó en silencio. Juliana se fue a atacar a Luna sin importarle la amenaza de Antonio, pero su padre, este fue firme. Christine, avergonzada tras las palabras del joven Marchesse, se retiró a su habitación.

—¡JULIANA! Suelta a tu hermana ya mismo o me verás golpearte por primera vez.

—Pa…

—Esto puede ser beneficioso para mí, hija. Casaré a Luna con Antonio así que dejarás en este momento de meterte con ella.

—No es justo, Antonio debe ser mío.

—No te estoy preguntando, hija. Harás lo que te pida y esa es mi última palabra. Y trata de ver cómo mejoras tu aspecto, la hediondez de tu perfume hoy fue notada por nuestros invitados.

Mas tarde aquella noche, Luna recibió un mensaje de texto.

*Hola bonita, lamento la escena en tu casa, pero no podía permitir que los abusos siguieran.

*Gracias, de verdad. Es la primera noche en mucho tiempo que se me permite cenar con mi familia.

*¿En dónde comes entonces?

*En la cocina con las empleadas de servicio, debo esperar a que mi familia acabe la cena, para recoger las cosas.

*Eso no va a suceder de nuevo. Nos hablaremos mañana cómo a esta hora.

*Buenas noches.

*Buenas noches, cariño.

Cuando a la noche siguiente Luna no respondió a su videollamada, Antonio se preocupó, sin embargo, le envió un texto.

*Discúlpeme una noche difícil.

*Salgo para allá.

*No, eso hará que todo sea peor. De verdad, no se preocupe que no pasa nada a lo que no esté acostumbrada. Le pido que se mantenga lejos por favor.

Antonio arrojó su celular con furia mientras Dante su hermano le miraba con atención.

—¿Qué pasa?

—Luna Román. Eso pasa.

—Santiago es un mierda…pero por encima de eso, un idiota. Ni las amenazas tuyas y de Dmitry parecen evitar que se descargue con su hija.

—Debo hacer algo, ella me gusta sí. Pero va más allá, es como una necesidad de cuidarla.

—Lo sé, pero Luna es mayor de edad y si no viene a nosotros, no podemos hacer nada. Trataré de acercarme y ver si logro algo. Con solo que ella nos pida ayuda, podremos intervenir.

Un par de días después, Luna llegó a casa de los Marchesse vistiendo vaqueros y zapatillas. Un golpe feo y grande cubría su mejilla y mantenía cerrado su ojo derecho. Antonio se puso de pie y avanzó hasta ella, sintiendo que algo de su duro corazón, se rompía en pedazos.

Le tocó el rostro con gentileza y bramo de ira cuando la vio estremecerse, no tanto porque ella le tuviera miedo, era de esperar que su reacción ante un hombre de casi dos metros fuese esa. Su ira se debía a que, al moverse asustada, parte de la camiseta dejó al descubierto un golpe en la clavícula.

—¿Qué te pasó?

—Mi padre me ha enviado para que…él quiere que usted pruebe la mercancía. Le he dicho que no lo haré, no me prostituiré para él. Luego cuando me vio vestirme tal cual usted me ve, no se ha podido controlar e insiste que le diga que he caído de las escaleras.

—Pudiste mentirme.

—Mi padre le debe miles de dólares a su familia, miente para conseguir lo que quiere y no soy así, por eso no le agrado, no soy suficiente para él.

—Mateo mi mejor hombre, te llevará a comer, hay un restaurante que me pertenece y que abre solo para mí. Pasarás la tarde ahí, disfrutarás de un poco de paz.

—¿Por qué?

Luna se veía realmente sorprendida y eso le gustó. Complacerla sería sencillo y pensándolo bien, tenerla de acompañante en asuntos sociales y de compañera de cama, de pronto no sonaba tan mal. Él y su hermano disfrutarían de tocar aquel glorioso cuerpo.

—Creo que mereces tener un poco de tiempo a solas. Me gustas, pero no quiero casarme, si lo aceptas puedes ser mi amante. Mi hermano Dante, él podría querer lo mismo y me pregunto si has estado con dos hombres, o con uno al menos.

—Yo nunca, he estado con algún hombre, señor Marchesse.

Antonio tomó a Luna de la mano y la sentó sobre sus piernas, deleitándose de tocar y besar la piel en su cuello. Deslizó las manos sobre los glúteos, tocándola por encima de los pantalones que llevaba puestos, no queriendo ir más allá y maravillándose de cómo le respondía el cuerpo de Luna.

—¿Y con mujeres has tenido alguna experiencia?

Luna sabía que mentir era absurdo y aunque sonara a locura, poder contárselo a alguien, eso era un alivio.

—Me gustan los hombres, sí. Con mujeres no he tenido mucho contacto, solo con mi amiga. Ella me vio tocándome y me tocó…

Antonio se bajó los pantalones, mostrándole a Luna su inmensa erección.

—Tócame, Luna.

—Nunca…

—De rodillas, Luna.

Se puso en la posición que él le ordeno, asustada de cuán fácilmente ella se volvía una sumisa.

—Mete la mano entre tu pantalón y tócate mientras me tomas con la boca.

Se sorprendió al encontrarse tan húmeda, pero hizo lo que le pidió, tratando de disfrutar lo que pudiera. Deslizó dentro de su boca la punta del inmenso miembro del italiano, en la cual pudo observar humedad y comenzó a succionarlo de forma rítmica, Antonio sujetaba la cabeza de la joven y por primera vez en años, le asaltó un potente orgasmo nada más empezar a recibir placer.

Levantó a Luna y la subió a su regazo, le abrió sus pantalones y deslizó la mano ayudándola a llegar.

—Te quiero en mi cama el resto de tu vida. Sabes que muchas opciones no tienes, tu padre y sus negocios, esos harán que quedes a merced de hombres peligrosos. Te ofrezco una vida dónde ganarás dinero, tendrás hombres dispuestos a complacerte y vivirás llena de placeres. Por ahora vete con Mateo mientras llamo a mi hermano, tenemos mucho que discutir. Y por favor piensa en mí oferta.

—¿Y si la rechazara?

—Espero que eso no suceda, pero si así lo deseas, te irás por dónde viniste y serás dueña de tu destino. Y háblame con confianza por favor, que después de lo que hemos pasado, las formalidades sobran.

—¿Podría tener opinión alguna en la relación o seré castigada si digo lo que pienso?

—Nunca…jamás, sufrirás castigo físico debido a que digas lo que piensas.

—¿Podríamos hacer una especie de contrato?

—¿Qué pondrías en el? —le preguntó mirándola con curiosidad

—Dices que me vas a pagar, pero no me interesa el dinero. No quiero verlo como un trabajo. Podemos ser adultos que salen ocasionalmente, que se acuestan y ya.

—¿No quieres dinero? Porque ese nos sobra.

—Lo sé, pero ser una puta no es una de mis metas.

—¿Quién ha dicho que serás una puta?

—Sexo a cambio de dinero, la profesión más antigua del mundo. Por eso no quiero dinero, y si me empiezo a enamorar me iré.

—No creo en el amor a pesar de haber tenido a mis padres, de haberlo visto entre ellos. Porque las mujeres que han llegado a mi vida, ellas solo buscan mi dinero. Por Dante no puedo hablar, pero creo que pensamos de forma similar.

—Va a ser inevitable que acabe enamorándome de uno o de ambos, cuando eso suceda me iré.

—De acuerdo. Lo redactaré…

—No, de momento pensaré en todo, es bueno saber que tengo opciones y que puedo opinar, pero no sé si lo aceptaré.

Dos semanas después, Antonio se sentía molesto. Luna había rechazado su propuesta y lejos de aceptarlo, se lo había tomado como algo personal. Ninguna mujer en sus cinco sentidos rechazaría semejante propuesta. Las féminas, normalmente se mataban por llamar su atención. Y la deseaba, coño…su polla se ponía erecta de solo pensar en ella. No ayudó a su mal genio que Dante le dijera que Luna estaba cubierta de golpes

—Su padre, parece no haber entendido que esa mujer es nuestra.

—La deseo, maldición…y me ha dicho que no quiere esto.

—No quiere un contrato, no quiere decir que rechace una relación. No todo en la vida son papeles, Antonio.

—Es hermosa, ha llevado una vida de mierda y su madre no la defiende. Es hora de que viva como merece y de que esté en nuestra cama. Sus gemidos son impresionantes y podremos traer a otra compañera, su deseo por su amiga es muy fuerte.

—Hace unas semanas, su padre te la ofreció y ahora a mí también, hermano. Me resulta imposible de concebir que sea capaz de tanto el muy maldito. La vida de Luna junto a él y a su gemela ha sido una total mierda, quiero sacarla de ahí pero no está acostumbrada a que le den afecto, por eso me encargaré de que se quede sola en el mundo.

—No te entiendo.

—Luna se aferra a la lealtad que le tiene a los suyos, si los quito de en medio, su lealtad y amor serán para mí, o para nosotros en su defecto, si te acepta también.

—¿Estás seguro? Porque si ella acaba amándote y descubre lo que hiciste, quizás no te perdone. Y podemos perderla de todas formas, me ha dicho que si se enamora se irá.

—Si se enamora de mí, pues mejor. Enamorarme no suena descabellado.

—No comparto tus sentimientos.

—Por ahora solo queda encargarme de su familia.

—¿Lo mantendrás en secreto?

—Se lo dejaré claro cuando suceda, lo sabrá y ten por seguro que no me lo va a reprochar.

—Esto puede acabar mal.

—Acabará con Luna llevando mi anillo, nada más importa.

—Importará cuando a ella le importe, cuando sea su familia la que esté muerta y ella los llore.

—No va a llorar a quienes han sido tan mierda con ella.

—Va a llorarlos porque ella los quiere a pesar de lo que le han hecho.

—Conmigo aprenderá que nadie tiene el derecho a lastimarla…

—Y matar a su familia es el claro ejemplo de eso que dices. Apruebes o no lo que le hacen los ama, sea o no correcto. Aunque no entiendas lo que ese amor por ellos significa, no puedes ser tan idiota de pensar que va a agradecerte que los saques de su vida. Si en cambio piensas en ella, como una de esas mujeres que mantuviste para placer, mátalos, ellas no tenían ni voz ni voto en tu vida, pero una esposa, una esposa es una igual, mira sino a nuestros padres y si tomas decisiones en lugar de consultárselas, la sacarás de una jaula para meterla a otra.

Por eso le huyo al matrimonio, porque es dar más de lo que estoy dispuesto a dar, pero eso no significa que no lo entienda.

Dmitry estaba en casa de su hermano, como estaban de viaje iba a ver a los perros de su cuñada. Un par de pastores alemanes que eran los bebés de Tori, ella le pidió ir a consentirlos como si de cachorros se tratara.

Mientras miraba una película con los chucos acurrucados a sus pies, pensó en Luna. No le atraía de la misma forma que a los Marchesse, pero quería protegerla. Detestaba la violencia contra las mujeres y por ello, pediría a los hermanos que lo dejasen estar presentes.

Uno de los perros se fue a la habitación de su hermano buscando acurrucarse en la cama de ellos así que fue tras el. Mientras trataba de sacarlo, la portátil de Tori se encendió mostrando que había un mensaje y aunque no debía lo revisó, pensando que quizás era algo importante. El mensaje lo hizo enfurecer y supo que las vacaciones de su hermano estaban por terminarse.

 Vladimir acababa de hacer el amor con su esposa y mientras ella dormía plácidamente, le devolvió el mensaje a su hermano. Este sabía que no quería que lo contactaran, así que debía ser algo serio.

—Hermano.

—Alguien le mando un mensaje a Tori, le dicen que la vigilan y que nunca tendrá paz y las fotos, son de ustedes allá en la villa.

—Mañana mismo regresaremos.

                         🔥 🔥 🔥 

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