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Capítulo Treinta y uno.

No puedo ayudarlo.

No puedo ni lo haré, Aaron necesita hacerlo por su cuenta, sanar las heridas que no lo dejan seguir. Viniendo de mí es un poco hipócrita porque no me permito sanar y no puedo avanzar, estoy atada a tantas cosas, pero él puede hacerlo, puede seguir, tiene toda una vida por delante.

Por favor no la desperdicies.

Sanar esas cosas que no hablas con nadie depende de ti solo, de nadie más. Permítete sanar cuando puedas después puede ser demasiado tarde.

Me remuevo de un lado a otro en mí cama tratando de que el horrible malestar se vaya, respiro una y otras ves pero duele, duele mucho.

No lo soporto más y me siento en la cama, llevo una mano hasta mí pecho y solo lo toco levemente, otra punzada de dolor aparece, mí espalda duele al igual o peor que mí pecho. No puedo más y comienzo a llorar de dolor.

Siento como me falta el aire y como no llega a mis pulmones. Me pongo de pie y caminó de lado a lado en mí habitación, me di

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