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CAPÍTULO 31.- tercer fragmento

Cuando era un niño solía poner cajas sobre cajas y aplastarlas después, haciéndose pasar por un monstruo gigante que lo arrasaba todo.

Ahora realmente era un monstruo que lo destrozaba todo a su paso. Bael miró aquella montaña y quiso medir su resistencia al dolor volando prendido en fuego directo a la pared rocosa, provocando un enorme agujero y un derrumbe.

Se había alejado lo suficiente de la ciudad para que nadie más que los animales se asustaran por tal alboroto.

Enterrado bajo enormes bloques de tierra y rocas, Bael soltó una risotada y escupió un poco de sangre. Ahora sabía que podía atravesar a medias una montaña, pero tendría que darse más impulso para partirla por completo.

Le había dolido, pero nada comparado con aquel dolor.

El dolor de la traición había vuelto loco a Bael, realmente loco. Por su mente solo pasaba las consecuencias que traería incendiar toda la maldita Francia en busca de Jessy.

Y matar a aquel bastardo.

No podía figurar el rostro del infame que la tocó, p
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