Anás y Abdil

María Isabel

No tengo fuerzas para levantarme de la cama, hace meses que no me sentía derrotada, nunca me permití estarlo porque sencillamente nadie en el mundo merece influir en mi ánimo o deseos de seguir, pero mi padre es un caso único y especial.

Es que no puedo creer que tenga la cara para volver, años pasaron desde que le rogué de rodillas que no se fuera.

Era una niña que amaba a su padre, uno que nunca le demostró amor pero que ingenuamente creyó se trataba por lo cansado de su día, trabajar hasta muy entrada la noche era lo que yo misma usaba de excusa para justificar sus palabras hirientes.

Cientos de mis dibujos paraban en el fuego de la chimenea por su cabreo, gritaba tan fuerte que en dos ocasiones recibimos la visita de los policías que me veían con lástima, sabían de que él era violento aun así no hacían nada.

Esa es la justicia que mira para otro lado ante lo que debería combatir.

Dolia, el que tu propio padre te ignore o insulte, es tan traumático que hasta
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