Stefano sintió que el alma volvía a su cuerpo cuando esa mañana por fin las enfermeras retiraron el kit de aislamiento de Fiorella y Stefano pudo abrazarla. Los análisis de la niña habían salido muy bien, se estaba recuperando, aunque definitivamente tendría que vivir con aquella enfermedad toda la vida.—¿Cómo podemos pagarte esto? —preguntó Helena cuando el ruso le dijo que prepararía las dosis de Fiorella para los siguientes seis meses.—No es necesario, lo saben. Lo único importante es que la nena esté bien —respondió Kiryan dándole algunas indicaciones—. Prepararemos las dosis en contenedores similares a los de insulina, ella misma tiene que aprender a ponérselos. Continuaremos cada seis horas por el próximo mes y volveremos a hacer estudios. Dependiendo de cómo salgan, decidiremos si alargamos el espacio entre inyecciones a ocho horas. ¿De acuerdo?Helena asintió emocionada y Marco hasta lo abrazó.—¿Y cuándo vamos a poder ver a Bells? —preguntó este—. También queremos agradecer
Los ojos de Stefano no se cerraban del todo. No sabía por qué, pero no lograba conciliar el sueño. A veces creía que incluso estaba soñando despierto, porque era como si su cerebro no pudiera calmarse.—¿No está muy fría? —preguntaba en un susurro.—No —respondía Kiryan sin abrir los ojos.Veinte minutos pasaban y lo escuchaba resoplar de nuevo.—Está tibia, ¿no está muy tibia?Kiryan asomó la cabeza sobre Bells.—Stefano, cierra los ojos y duérmete. Yo me encargo —rezongó.Pero era imposible, porque aunque Stefano tuviera los ojos profundamente cerrados, era como si la arteria de su estómago latiera contra él con tanta fuerza que no lo dejara descansar.La luz del día lo sorprendió ojeroso y cansado. Vio a Kiryan cubrir a Bells con una manta antes de asegurarse por última vez que estaba bien y luego hacerle un gesto para que lo siguiera.Stefano se sentó en la barra de la cocina con el rostro entre las manos, y Kiryan hizo café en completo silencio.—¿Cómo logras dormir? —le preguntó
Kiryan asintió despacio porque Stefano no parecía ser de los que asustaban en vano. Asintió mientras se ponían de acuerdo, él fue a darse un baño y cambiarse y Kiryan llevó la bolsa de la tía Helena a la cocina.Bells volvió a mirarlo como si fuera un alien, pero Kiryan solo puso la bolsa frente a ella y le dio un beso suave en los labios.—Vamos nena, te toca poner la mesa, ahora tienes dos hombres que alimentar.A la muchacha casi se le cayó la quijada de la impresión, pero un segundo después ella ponía la mesa mientras Kiryan y Stefano conversaban en la salita de televisión.—Tengo que estar soñando. Esto no es normal... —murmuraba para sí misma, porque por la expresión de los dos se notaba que no podían estar más de acuerdo.—Escucha, Bells me estuvo explicando un poco mejor lo que hacen aquí —le dijo Stefano al ruso—. Y creo que deberíamos reforzar la seguridad.Kiryan se cruzó de brazos.—Sí, yo he estado pensando lo mismo desde que lograste entrar. El problema es que siempre al
"Somos sus novios".Si Bells se quedó helada con aquella frase, peor fue para la chica que tenía frente a ella. Verdad que no eran muy parecidos, pero ni por un instante se le había pasado por la cabeza que pudiera tener dos... novios. La incomprensión se reflejó en su rostro en un instante y salió de allí medio espantada.Bells se giró hacia ellos con la acusación reflejada en el rostro.—¿Es en serio? ¿Se van a poner territoriales con ustedes mismos? —los regañó.—¿Y qué esperabas, si tú parecías más que dispuesta a entregar nuestros teléfonos? —rezongó Kiryan.Los dos la agarraron las manos con gesto posesivo y se la llevaron de allí."Lo que me faltaba... ya Stefano le pegó lo "italo-celoso", suspiró.El paseo por suerte terminó bien, tomaron gelatto, vieron la luna y en cuanto se puso un poco frío los tres se fueron a casa. Bells se quedó dormida de inmediato y Stefano y Kiryan se prendieron de una tina de helado de chocolate mientras veían una película.—¿Crees que la gente siem
Tres días después, mientras Kiryan ponía en una maleta metálica acolchada varias dosis de inyecciones para Fiorella, Stefano se acercó a él.—Creo que ir a cenar sería un lindo detalle —murmuró—. Podríamos llevar a Bells a un lugar agradable y así damos tiempo a que la persona que viene a instalar el sistema de seguridad nuevo lo haga con tranquilidad, lo llamé y ya está en la ciudad.Kiryan lo pensó por un momento.—Me parece bien, además no es bueno que Bells sepa lo que está pasando. ¿Estás seguro de que este... amigo tuyo, es de confianza?—¿Mateo de Navia? Sí, además ya sabe cómo meterse aquí —replicó Stefano.—Sí, supongo que si hubiera querido robarse algo ya lo habría hecho —murmuró Kiryan pensativo—. Está bien, entonces. Tú eliges el restaurante y haz que Bells se prepare. Yo voy a llevar esto al departamento de tus tíos, le hice un coctel especial de vitaminas para la nena, y quiero tomarle muestras de sangre, a ver si ya puedo darles permiso de que regresen a Marettimo.Ste
Stefano se ganó dos cosas, la mirada furiosa del médico y un puñetazo de uno de los criminales que iba con él. Pero se mantuvo erguido y orgulloso mientras el furioso doctor lo miraba con desprecio y el delincuente volvía a golpearlo.—¡Ese no es tu problema! —siseó el médico dándose cuenta de que fingir ya no resolvería nada—. ¿Dónde está el resto de la maldit@ investigación?Stefano sonrió con sorna limpiándose la sangre de la boca y mirando alrededor. Estaban en un almacén techado de los muelles, la parte trasera estaba abierta al mar y tenía dos lanchas rápidas esperando. Había ocho hombres armados más el medicucho.—Me interesaba saber si esto era solo por dinero —dijo Stefano con voz tajante—. Pero cuando un médico es el jefe de una banda de matones... bueno me parece que es más por el crédito. ¿Qué quieres hacer, idiota? ¿Presentar la investigación como tuya?—Eso, tú provócalo, vas muy bien —gruñó Kiryan mientras veía cómo uno de los tipos ponía una silla a su lado y empujaba
Bells cerró los ojos mientras aquellos dos hombres la abrazaban. Lo único en lo que podía pensar era en que estaban los dos vivos y con ella. Y también tenía que reírse un poco porque la mitad del tiempo eran dos ogros posesivos y la otra eran dos niños peleando por un juguete... y ella era el juguete.—Entonces... ¿fue un médico? —preguntó Bells.—Sí —respondió Kiryan mientras la tocaba concentrado para asegurarse de que tuviera la temperatura correcta—. No sé por qué, Bells, pero el tipo me pareció conocido, como si lo hubiera visto antes y no consiguiera recordarlo.La muchacha arrugó el ceño.—Pues es extraño, porque la verdad es que no hemos conocido muchas personas en los últimos años, Kiryan —respondió.—Lo que sí es seguro es una cosa: ese hombre sabe de tu investigación —advirtió Stefano—. Y no solo eso, sabe bastante como para distinguir lo que había en el vial y que la investigación no estaba completa.—Al principio te juro que creí que estaba ahí contra su voluntad —murmur
Stefano tenía el corazón acelerado, la sangre le palpitaba en los oídos y su pecho subía y bajaba mientras el deseo se acumulaba en su bajo vientre de una sola sacudida.—¡Vamos, nena, vamos, tienes que reaccionar...! —La sacudía Kiryan abrazándola.Stefano lo vio sacarse la playera con un grito de dolor pero aun así pegó la espalda de la muchacha a su pecho desnudo para darle todo el calor que podía.Bells tenía los ojos abiertos pero se notaba que no estaba del todo allí. Las lágrimas coronaban los ojos los ruso y Stefano la besó con un gruñido.—Ya está, nena... todo está bien, todo está bien —murmuró acariciándola pero sabía que para preliminares no había mucho tiempo.Se metió entre las piernas de Bells y se bajó el elástico del pantalón, empuñando aquella erección que cada vez era más feroz, mientras Kiryan cerraba los ojos contra el cabello de Bells y susurraba en su oído:—Eso es, nena. Mira a Stefano, míralo, todo está bien... —La abrazaba por la espalda y acariciaba sus pech