Daniel frunció el ceño. Observo a su amigo, como si no fuese más que un hombre completamente estúpido, uno que no hacía más que hablara tonterías

¿Ser un buen padre? Acababa de dejar a su hija para quedar como el maldito monstruo de Frankenstein, no servía para ello

Eso de ser buen padre no le funciona, Jade era la muestra innata y él lo sabía, no pedía perdón, por ello, ¿quién decía que debías amar a tus propios hijos, no te servían para nada?

La verdad era que Daniel era una de las personas que pensaba como si fuese algún tipo de mantra

“los hijos deben merecer su amor”

Emma era hermosa, encantadora, y a pesar de su retorcida personalidad, era que ella sabía envolver a las personas

Sabía cómo hacer que todos aquellos le brindaran pleitesía, incluso su nuevo prometido, aquel chico tonto que había dejado unos días antes de pisar las tierras de Grecia

Según ella, el hombre no era lo que necesitaba, él no era tonto, sabía muy bien que había enviado al pobre tonto a asesinar a su hermana