Lo miro y me muerdo el labio. “Si gano, terminamos el acuerdo a finales de este mes”. Cole echa la cabeza para atrás y se ríe.“Por qué sabía que dirías eso”, él dice con arrogancia, y yo alzo una ceja, desafiándolo.“Está bien, trato hecho. Si ganas, puedes terminar el acuerdo antes de tiempo”. Él se relame los labios con una sonrisa infantil.“De acuerdo, ¿y tus condiciones?”.Cole se frota la mandíbula, sus ojos se fijan en los míos durante un largo rato. “Si gano, podré besarte siempre que quiera durante toda una semana”.Lo miro fijamente y él me devuelve la mirada. Sacudo la cabeza. “Cole, no”.“¿Por qué no?”, me pregunta, sonriendo con atrevimiento. “Estoy aceptando que termines nuestro acuerdo antes de lo acordado, y lo único que pido es un beso”.Me burlo y sacudo la cabeza. “No, estás buscando problemas. Y no estás pidiendo un beso, estás pidiendo una semana de besos”. Resoplo, y él se encoge de hombros.“Es un intercambio justo, en mi opinión. Sin embargo, si eres de
‘Vamos… vamos. Por favor, déjame ganar’.Shayla y yo nos quedamos quietos viendo cómo la bola da vueltas y vueltas antes de caer. Nos inclinamos y miramos el número antes de mirarnos el uno al otro. “¡Sí!”, exclamo, levantando el palo por encima de mi cabeza. Shayla se queda mirando el número durante un largo rato antes de mirarme a mí. Me acerco a ella, le agarro la barbilla y le inclino la cabeza hacia arriba. “Prepara esos labios, cariño, estos labios son míos durante toda la semana”, le digo mirando sus ojos verdes, y ella aleja su cabeza, enojada.“Cole, vamos, no puedes estar hablando en serio”, ella dice, cruzando los brazos sobre el pecho. Me rio y asiento la cabeza, animado.“Oh, pero sí lo estoy. Si las cosas fueran al revés y tú ganaras, me habrías hecho terminar el acuerdo, ¿no es así?”, le pregunto, sonriendo con suficiencia. Ella pone los ojos en blanco y suspira.“Está bien, pero sin lengua”.Frunzo el ceño. “No. No, es demasiado tarde para negociar. Hicimos un trat
“Si te apetece follarme el hoyuelo con la lengua, adelante, cariño”, la molesto, y ella se ríe, golpeando mi brazo. Pasamos el resto del trayecto bromeando sobre varias cosas y cantando al ritmo de la música. Eran poco más de las nueve de la noche cuando llegamos al lugar que sugirió Shayla. Estaba lleno de gente, todos comiendo mientras caminaban, con música de fondo y luces parpadeantes. Era un entorno agradable. Era acogedor. Shayla y yo nos abrimos paso entre la multitud de gente. Enlazo mis dedos con los suyos y sonrío cuando ella no se aparta. Me arrastra hasta uno de los carritos. “Lo que suelo hacer cuando vengo aquí es pedir pequeñas porciones de comida de diferentes carritos porque hay demasiadas opciones como para elegir solo una. ¿Quieres hacer eso?”, ella me pregunta, mirándome y yo sonrío asintiendo.“Claro, hagámoslo”, respondo, y ella me lleva a un carrito de comida española.“¡Hola, guapa!”. El tipo del carrito la saluda al verla. Shayla se ríe cuando él toma su mano
Presiono mi frente contra la suya y sonrío. “Qué puedo decir, estoy lleno de sorpresas”, le respondo, usando sus propias palabras con ella y ella sonríe, sacudiendo la cabeza. Para mi desgracia, la canción llega a su fin y la multitud se dispersa. Shayla se aparta, pasándose los dedos por el cabello y me mira.“Entonces, tenemos una última cosa que hacer y luego podemos irnos”, ella dice mientras la sigo y se abre paso entre la multitud. Caminamos hacia el otro carrito, y suelto un quejido. Sinceramente estoy tan lleno que no puedo comer más.“¿Más comida?”, le pregunto, y ella me sonríe mientras hacemos la fila.“Este es el postre, y no te arrepentirás después de comerlo, te lo prometo”. Asiento con la cabeza, y ella se acerca y le habla a la chica en el carrito. Le dan una taza de algo que no sabría decir qué era, bañado con una especie de sirope. “Vamos”. La sigo y nos acercamos a la orilla que da al río. Ella se sienta y me arrastra junto a ella, con esa sonrisa emocionada que i
“¡¿Cooooole?!”.“¿Siiiií?”.Me muerdo el labio y me maldigo por haber dejado la toalla en la cama. Me quedo de pie en el baño durante más de diez minutos, preguntándome qué diablos voy a hacer. No puedo salir desnuda sin que Cole me vea, y me estoy congelando.“Eh, dejé la toalla en la cama. ¿Puedes traérmela, por favor?”, le digo y escucho sus pasos mientras pasa por el baño.“¿No hay ninguna en el cajón?”, lo escucho preguntar.“No te preguntaría si hubiera una ¿no?”, replico mientras tiemblo. Lo escucho reírse al otro lado de la puerta.“Tienes razón, entonces abre la puerta”. Me acerco de puntillas a la puerta y le quito el cierre, antes de abrirla lo suficiente para tomar la toalla. Lo miro cuando no suelta la toalla, él me sonríe coquetamente mientras lo miro fijamente.“Cole, suelta la toalla”, le digo tirando de ella, y él vuelve a alejarla juguetonamente.“No hasta que reciba mi recompensa por traer tu toalla”, él dice con serenidad, encogiéndose de hombros, y yo alzo
“Que provocadora”, él murmura, cerrando la puerta y siguiéndome hasta el elevador. Me apoyo en la pared mientras esperamos a que llegue. Cole está de pie junto a mí, y puedo sentir su mirada mientras miro los números que indican en qué planta está el elevador. Realmente odio esta estúpida atracción magnética que siento por este hombre. Le digo a mi cerebro una cosa y hace todo lo contrario. Me digo a mí misma que no lo mire, porque sé que si lo hago, y nuestros ojos se encuentran, él sabrá que me está afectando. Maldito sea mi cerebro, porque lo miro y él sonríe lamiéndose los labios. Él es tan hermoso. Me dan ganas de llorar. Nuestros ojos se quedan mirando el uno al otro hasta que suena el elevador, y yo desvío la mirada y me enderezo esperando que se abran las puertas para poder entrar.Me coloco al fondo del elevador. Cole entra detrás de mí y presiona el botón del estacionamiento subterráneo. Él se apoya en la pared a mi lado, con las manos en los bolsillos, su brazo roza el mío
Después de treinta minutos de viaje, llegamos a la casa de sus padres. Él me abre la puerta y, cuando me dispongo a salir, me detiene, se pone entre mis piernas y me besa de nuevo; sus manos en mis muslos subiendo a mis caderas las cuales me aprieta y me jala más cerca, frotando su erección sobre mi. Gemimos al unísono en la boca del otro, moviéndonos lentamente el uno contra el otro, la fricción haciendo nada más que alimentar nuestro deseo mutuo. Cole se aparta y yo gimo con descontento. Cole presiona su frente contra la mía y se lame los labios. “Más tarde, cariño, más tarde. Voy a satisfacer todas tus necesidades, una por una”, él susurra, pasándome los dedos por el cabello. Nos miramos con deseo durante un rato hasta que escuchamos la voz de su madre.“Ahí están”, resopla Elaine, acercándose a nosotros. “Tenemos poco más de una hora para prepararte, jovencita”, ella me regaña mientras Cole me ayuda a salir del coche. Elaine me coge del brazo y empieza agarrarme hacia la casa mien
Maldita sea. Estaba a punto de perder la cabeza. Cuando entré en esa habitación y vi a Shayla vestida con ese sensual vestido plateado, sentí que mi alma estaba en llamas. Me preocupaba que fueran a exagerar todo y la convirtieran en una de esas chicas que se maquillan como si su vida dependiera de ello, pero no fue así. Ella tenía poco maquillaje, y estaba agradecido porque, maldita sea, es naturalmente tan guapa que opacaría a todas las mujeres de la sala incluso sin maquillaje. Y el vestido, uno sencillo pero elegante de color plateado con la espalda descubierta, de seda, que abrazaba perfectamente sus curvas naturales. Durante toda mi vida había ido tras las chicas de piernas largas, pelo rubio y complexión delgada. Ese era mi tipo hasta que la conocí a ella.Tengo un caso severo de visión de túnel. No puedo ver nada más que a Shayla. Estoy obsesionado. No sé cómo voy a pasar esta fiesta sin arrastrarla a una de las habitaciones, quitarle ese vestido de seda y hacerla mía.La quí