“¡Suéltame!”. Grité. Pero fue inútil. Me escoltaron a la sección más oscura del palacio, tenía habitaciones con puertas de acero a lo largo de todo el pasillo. Me llevaron a la catorceava puerta, que se abrió y me metieron dentro.

La habitación estaba oscura y la cama no era más que una sábana sobre una mesa de metal. En el momento en que los hombres me arrojaron, caí al suelo de un golpe. Mis manos y rodillas se rasparon, los nudillos me dolían, que ya estaban lastimados, y la cabeza me latía con fuerza. Me incorporé rápidamente sobre mis temblorosas piernas y corrí hacia la puerta justo cuando se cerraba.

“¡NO! ¡Déjame salir! No me dejes aquí abajo…”. Golpeé el metal e intenté abrirla, pero fue inútil, oí el chasquido de las cerraduras y me di cuenta de que estaba completamente atrapada. Si no dejaba que me marcara entonces iba a ser mucho peor para mí. “¡EH! ¡DÉJENME SALIR!”.

Oí pasos que se retiraban y sentí que mi esperanza se esfumaba con ellos. “¡HIJOS DE P*TA!”. Di un últim