No me había dado cuenta de lo tierna y sensible que estaría mi piel después de la última flagelación que recibí, pero todo en aquel golpe estalló en pura agonía.

“¡Girate y mira hacia la puerta!”. Sacudí la cabeza y me acurruqué tan fuerte como pude, estaba avergonzada, tan avergonzada de ser así de débil delante de Adrián, pero no podía seguir poniendo mi fachada. Me senté sollozando, abrazando mis rodillas contra mi pecho lo más cerca posible, manteniendo mi ahora ligeramente sangrante espalda mirando hacia la puerta en la que debería estar.

“Espera…”. Adrián dio un paso adelante y me miró, con sus ojos casi negros. Siempre olvido a veces que la gente tiene un rango más alto de lobo de lo que realmente me di cuenta. “¿Podría no hacerlo? Seré Alfa el año que viene después de graduarme, y nunca he castigado a un humano”.

A qué estaba jugando, parecía serio, incluso parecía que una sombra había nublado su rostro. Parecía casi cruel, ¿por qué querría infligirme dolor? No le había hech