“¡¿Dilly?!”. Escuche la vocecita de mi hermano, sacándome del pasado y trayéndome al presente. Giré mi cuerpo para verlo de pie en la puerta de la cocina. Llevaba un lápiz de color en la mano derecha, pero pronto cayó al suelo con un ruido sordo y corrió hacia mí.

Me moví por instinto y extendí los brazos para abrazarlo, arrodillándome para poder estrecharlo más fuerte. Lo abracé con fuerza, aterrorizada por la idea de que si lo dejaba ir nunca lo recuperaría. Mi hermano pequeño.

Había crecido desde la última vez que nos vimos. Había cambiado tanto, excepto que su cara seguía siendo la misma, y sus mejillas sonrojadas seguían manteniendo siempre algún tipo de tono acalorado que no hacía más que hacerlo parecer aún más adorable.

“Freddie…”. Susurré, mientras lo abrazaba tan cerca como era humanamente posible. No quería soltarlo nunca. Tal vez podría huir con él, podríamos salir de aquí de una vez por todas. Pero sabía que nos atraparían, era mejor que se mantuviera lo más lejos posib