— Compórtate, esclava — entona Miguel, su voz firme y cargada de autoridad. Sus ojos se clavan en los de Sasha con una intensidad que exige toda su atención. Ella siente el peso de sus palabras, y la tensión en su cuerpo aumenta.Sasha traga saliva, el sonido casi audible en el silencio que se ha instalado entre ellos. La forma en que él la mira la hace sentir como si estuviera atrapada bajo un foco, con cada movimiento y respiración monitoreados de cerca.Miguel se inclina ligeramente hacia adelante, disminuyendo la distancia entre ellos. Su presencia es abrumadora, dominando el espacio y haciendo que Sasha sea aún más consciente de su posición. No necesita alzar la voz para hacerse oír.— Cuando terminemos, podrás elegir dónde comeremos — añade, una nota inesperada de concesión en sus palabras.Ella asiente levemente, la sumisión automática en su respuesta, pero por dentro su mente trabaja frenéticamente para entender lo que realmente significa esa pequeña concesión. Miguel, al nota
— Vamos — dice Miguel, rompiendo el silencio con su voz firme, sin dejar espacio para réplica. Toma la muñeca de Sasha nuevamente, esta vez con más determinación, obligándola a seguirle con pasos rápidos y decididos.Sasha respira hondo, tratando de calmar los nervios mientras sus ojos recorren las vitrinas elegantes por las que pasan. Las prendas expuestas gritan lujo y exclusividad, tan alejadas de su realidad que le resulta casi imposible imaginarse usándolas.Miguel la conduce al interior de una tienda sofisticada y chic, un lugar donde cada detalle rezuma opulencia. Sasha apenas alcanza a leer el nombre de la tienda antes de entrar, pero eso importa poco. Lo que realmente la inquieta son las miradas. Siente el peso de las miradas curiosas y críticas de los clientes y empleados, como si midieran su evidente inadecuación.¿Por qué tanto asombro? — se pregunta. — Ya he recibido miradas peores.Su mente le recuerda cada mirada de desprecio, de malicia, y cada palabra ofensiva. Esas m
El suave tintineo de la campanilla anuncia la entrada de un nuevo cliente. Ese sonido familiar, que Sasha escuchaba todos los días mientras trabajaba allí, sirviendo a los clientes con una sonrisa forzada y ocultando el cansancio y la frustración tras una impecable máscara de cortesía, ahora tiene un significado completamente diferente.Hoy es distinto.Sasha entra al café con pasos decididos, espalda recta y el mentón ligeramente levantado. La puerta se cierra con gracia detrás de ella mientras los aromas familiares la envuelven. Pero esta vez, esos olores no le recuerdan el cansancio ni las interminables horas de trabajo. Hoy, eligió este lugar porque se prometió a sí misma que algún día regresaría como cliente, después de haber llorado de humillación en su último día allí.Cada golpe de sus tacones resuena en el suelo, un sonido firme que atrae la atención de todos. Las cabezas se giran hacia ella, los ojos masculinos la siguen con admiración, mientras que los femeninos son una mez
— ¿Cómo se siente estar con un hombre que te hace pagar la cuenta? — Sasha provoca, con una voz suave pero cargada de veneno. Sabe dónde atacar, y sus palabras golpean a la mujer como un golpe inesperado. — Ya lo sé, él es tu zorra, ¿no? Y tú, la vieja que paga a la prostituta.El rostro de la mujer se contrae de ira, su máscara de superioridad se resquebraja mientras las palabras de Sasha la hieren profundamente. No esperaba una respuesta así, mucho menos de Sasha, a quien consideraba inferior. La humillación brilla en sus ojos por un momento antes de ser reemplazada por una furia incontrolable.— Si yo fuera tú, me iría de aquí antes de que algo pase — amenaza la mujer, con una voz baja y cargada de advertencia.Sasha levanta una ceja, observándola con una calma que solo la enfurece aún más.— No tengo intención de irme a ningún lado — responde Sasha, cada palabra medida y firme.La mujer da un paso adelante, su cuerpo temblando de indignación. Su mano se alza, impulsada por el dese
Miguel no se molesta en llamar a la puerta del baño; simplemente la abre y entra sin ceremonias. La visión que lo recibe lo hace detenerse por un instante. Sasha, frente al gran espejo, perdida en su propio reflejo, acaricia el vestido de gala que él escogió meticulosamente para ella la noche anterior.El tejido rojo satinado abraza las curvas de Sasha de una manera que hace que Miguel desee no tener que salir de esa habitación esa noche. Cada centímetro de la tela realza la figura de la humana de una forma casi hipnótica. Miguel siente el deseo encenderse en su interior, el calor recorrer sus venas y concentrarse en su entrepierna.Los ojos de Sasha se encuentran con los de Miguel a través del espejo, y ella se gira lentamente, quedando frente a él. Con un gesto nervioso, coloca un mechón de cabello detrás de su oreja y muerde su labio, sintiéndose tímida bajo la mirada intensa de Miguel.Los ojos de Miguel recorren su figura, deteniéndose en el escote en forma de V del vestido, que
Al entrar al lujoso salón, la atmósfera se llena inmediatamente de poder y opulencia. Varios empresarios y políticos se acercan a saludar a Miguel, cada uno con palabras educadas y sonrisas ensayadas. El lycan mantiene su postura impecable, respondiendo a cada saludo con cortesía medida, sin permitir que su disgusto por estar rodeado de tantos humanos se trasluzca.Sin embargo, las mujeres que intentan acercarse no permanecen mucho tiempo. Miguel nota un patrón, viendo cómo las mujeres humanas dudan, desvían la mirada y pronto se alejan, dejándolo intrigado. Una pequeña sonrisa curva sus labios mientras sus instintos le dicen que la razón de esos retiros rápidos es Sasha.La observa con una mezcla de curiosidad y satisfacción. Cada vez que una mujer se acerca, Sasha no espera a ser presentada; toma la iniciativa con una elegancia tranquila, un tono de voz que sugiere tanto confianza como una sutil posesividad.¿Será celos?La idea sorprende a Miguel, y reprime la sonrisa que amenaza c
Sasha tarda unos segundos en responder con un simple: “a tu gusto,” lo que deja a Miguel algo decepcionado. Esperaba que ella dijera algo diferente, quizá algo más posesivo, como que ella sería quien bailaría con él, o que no pensaba compartirlo porque esta noche él era suyo. Cualquier cosa, menos eso. Menos ceder con esa postura educada que él mismo había exigido, y en ese momento, siente una punzada de frustración.Laila, satisfecha con la respuesta, entrelaza su mano con el brazo de Miguel y lo guía delicadamente al centro de la pista. Pero Miguel no permite que se alejen demasiado; sus sentidos permanecen atentos a Sasha.La música clásica resuena en el salón, y varias parejas toman sus lugares en el centro. Miguel finge concentrarse en la danza, pero el toque de Laila en su hombro le resulta incómodo, y su aroma le parece desagradable. Soporta el momento, sonriéndole como si estuviera plenamente interesado, pero internamente cuenta los minutos para que esto termine.— Lo siento,
Sasha se sobresalta, asustada, parpadeando al ver la imagen de Miguel reflejada en el espejo del lavabo. No esperaba encontrarlo allí tan repentinamente, y el susto hace que su corazón se acelere, mientras la presencia de él domina el ambiente.— ¿Vas a algún lugar, pequeña lux lunaris? — pregunta Miguel con voz baja y cargada de tensión. Apenas puede pronunciar las palabras, tanto es el esfuerzo con el que aprieta su mandíbula. La ira dentro de él está a punto de desbordarse.— ¡Gracias a los cielos! — exclama Sasha, sin ocultar el alivio en su rostro tras pasar el susto. — Estaba preocupada de que estuvieras tan entretenido con esa humana que me olvidaras — dice, con un tono ácido al referirse a la otra hembra de su especie.Miguel inclina levemente la cabeza, su mirada fija en ella, mientras se apoya contra la puerta del baño. Cada fibra de su ser quiere eliminar la pequeña distancia entre ellos, quiere presionarla contra el lavabo, rozándose contra ella hasta que el olor de ese ma