Era su maldición.

Punto de vista de autor.

La expresión en su rostro aterrorizó a Selene.

Cuando contestó el teléfono, todo el color desapareció de sus mejillas y su mandíbula se puso rígida. Sus ojos se cerraron con fuerza, como si le doliera cuando la persona al otro lado de la línea habló. Lo siguiente que oyó fue que debía ir rápido.

—¿Qué ocurre? —Se puso de pie de un salto.

—Es Romí —respondió Dante. Su voz era pesada, como la grava.

El lugar comenzó a dar vueltas mientras el temor ataba el estómago de Selene con nudos.

—¿Ella está bien? —Alcanzó el mostrador para luego balancear su cuerpo.

—La han llevado rápidamente a una cirugía de emergencia —explicó, y se movió hacia la puerta—. Todavía no sé ningún detalle.

Selene miró impotente a Bella, que le entregó su bolso.

—Ve, yo me encargo de los cachorros.

—Gracias. —Y siguió a Dante—. Te llevaré. No deberías conducir con una lesión en la cabeza.

Él la guio a través de la puerta con una mano en su cintura, la cerró detrás de ellos y tiró de las lla
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