Capítulo297
Finalmente pudo ver de cerca a ese apuesto hombre que se instaló en lo más profundo de su corazón desde la adolescencia. Luisa yacía en la cama, esforzándose por levantar la cabeza, con lágrimas en los ojos pero mirándolo ávidamente, cada centímetro de su rostro.

—No mereces hablar de la palabra «amor» —dijo el hombre de apariencia distinguida y voz fría.

—Manuel… entre nosotros dos, tú me debes y yo te debo. ¿No podemos olvidar la tristeza del pasado y empezar de nuevo?

Luisa miró con tristeza al hombre familiar pero frío como el hielo que estaba de pie junto a la cama. Parpadeó suavemente las largas pestañas, con lágrimas cristalinas suspendidas en ellas, a punto de caer. Su aspecto delicado, con las lágrimas a punto de caer, provocaba la compasión de innumerables hombres.

Sin embargo, Manuel claramente no era uno de esos innumerables hombres.

Él inclinó bruscamente su cuerpo, su fuerte mano se aferró al pulso herido de la mano izquierda de Luisa, especialmente a la herida más profun
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