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Se podía escuchar el sonido de las arcadas retumbando en las paredes del baño. Amiel se dejó caer contra la puerta mientras retomaba aire, llevaba tres días seguidos con nauseas mañaneras, había logrado ocultarlas de su esposo pero esa tarea se estaba haciendo cada vez más difícil, no es que el joven ninfa no quisiera que su marido se diera cuenta es solo que había una sombra a su alrededor que no salía de la cabeza del príncipe, temía el hecho de confirmar su embarazo, un bebé de su alfa sonaba maravilloso, al menos hasta que la presencia de su hermano volvió a su vida y es que Amiel estaba seguro de sus sentimientos por Roman y quería estar seguro de los sentimientos del alfa por él, los dioses saben que él se ha esforzado por que el príncipe los sienta, pero la inseguridad es un demonio muy doloroso y no es algo que se pueda sanar de la noche a la mañana.

-¿Luna? se encuentra bien.- se escucho la voz de Kate detrás de la puerta.

La loba era una de las mejores betas de Roman y habí
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