Típico día de otoño

Sí, Noah tenía razón: éramos adultos para decidir. Pero yo era un adulto cobarde. Necesitaba alejarse de él para no caer en sus brazos y decirle al resto del mundo que se fuera a la mierda.

Me acosté en la cama por un rato, pensando en los locos acontecimientos de ese día. Necesitaba una ducha fría. Cogí mi ropa y entré en el primer baño del pasillo. Cerré la puerta sin cuidado y ahí estaba él, arreglándose el cabello frente al espejo, envuelto en la toalla blanca que lo cubría de cintura para abajo. Parecía que el destino estaba dispuesto a ver cuánto podía soportar. Inmediatamente me sonrojé, incapaz de dejar de mirar su cuerpo. Él se rió:

- Meg... ¡Qué sorpresa!

- ¿Por qué no cerraste la puerta? - Yo pregunté.

Vino hacia mí y cerró. Me alejé de &e

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