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Capítulo 0.5

Emma.

Mis recuerdos no son del todos claros, pero aún recuerdo el día en donde descubrí la crueldad de Luke —el rey de la ciudad de los vampiros—, no olvido el día en que conocí a Anthony —el Alpha de la manada HoneyMoon— y jamás dejaré de pensar la fecha en donde decidí odiar a la raza de los vampiros siendo mitad humana y mitad chupa-sangre.

Cuando tenía 5 años me encantaba jugar en un lago en medio del bosque, para mi era un lugar mágico pero para muchos se consideraba maldito por las hadas o duendes que lo habitaban. Mi padre —Víctor—, nunca creyó que ese sitio fuera adecuado para una niña como yo, aunque nunca le tomé importancia a lo que creía. Muchos consideran que los seres mágicos son de mala suerte o de infortunio, pero a mi pensar son lo más maravilloso que existe.

Vivía con el rey Luke —gobernador de todos los vampiros—, en el castillo de Transilvania. No siempre viví ahí, ya que antes junto con mi padre habitábamos una pequeña cabaña en una villa alejada de Rumanía, pero de pronto nos mudamos con el descendiente de Drácula. El gobernador siempre se ha destacado por sus ojos verdes en donde reflejan odio, su cabello rubio como los rayos del sol y su gran tamaño imponiendo temor.

Un día, al atardecer jugaba nuevamente en el lago de las hadas —le decía yo—, pues nunca me aburría en ese lugar, pero ese día fue diferente. Siempre había silencio en ese lugar, todo era pacífico y con colores vivos, aunque esa fecha los seres mágicos se ocultaron de mi, las nubes grises se hicieron presentes y el ruido se hizo presente.

Apareció un carruaje real con gran velocidad a lado mío soltando tierra detrás de el. Me habia asustado un poco, pero al notar que era Luke quien estaba conduciendo el vehículo me tranquilicé, aunque esa paz se fue cuando noté que llevaba a tres humanas en la parte trasera. Escuché como las mujeres lloraban y soltaban gritos de ayuda.

Mi curiosidad me ganó, me levanté del pasto en donde estaba sentada y fui detrás del carruaje que se dirigía al castillo. Siempre andaba sola recorriendo las calles de la villa, así que no me importaba caminar hacia el reinado sin compañía.

En las calles siempre hubo vampiros que me miraban con odio o rencor por ser la protegida del rey, pero mi padre siempre me enseñó a ignorar al pueblo para no tener problemas.

Al llegar al castillo del rey vampiro, me adentré a él buscado a Luke y a las humanas que venían en el carruaje gritando. Estando en la sala principal traté de escuchar las voces de las mujeres, hasta que detecté de donde provenían los ruidos.

Corrí hacia unas escaleras que daban hacia los calabozos que se ubicaban en lo más profundo del castillo. Todo el camino hacia el sótano hubo oscuridad, tenía miedo y aumentaba cuando escuchaba a los gritos de las mujeres. Había telarañas y mucha suciedad en las paredes haciendo que me ensuciara mi vestido rosa pastel.

Al llegar a mi objetivo mi camino se iluminó gracias a las antorchas que había en las paredes de roca. Seguí los gritos hasta llegar a una celda muy oscura. Me escondí detrás de una pared para ver que ocurría, podía observar que estaba Luke golpeando a tres mujeres quienes tenían su cabello y ropa desordenado. No entendía la crueldad de el vampiro al hacer eso.

—¡Auxilio! —gritó una de las mujeres con cabello negro.

—Calla humana —escupió Luke lanzándole un golpe a la pobre mujer.

Oculté un pequeño grito con mis manos para no ser vista por Luke. Corrí nuevamente hacia las escaleras de piedras para subir nuevamente, no quería ver esa masacre y para una niña de 5 años no era lo más adecuado.

No sabía que hacer en estos casos, no le podía decir a mi padre porque siempre estaba del lado del rey. Así que mi única salvación era mi mejor amigo —Van—. Él era un fantasma que yo sólo veía, Luke siempre pensaba que era mi amigo imaginario, pero se que no es algo de mi mente. Siempre vestía una chaqueta de cuero color negro, su sombrero oscuro como su larga cabellera y unas botas grandes.

Van llegó a mi vida cuando recién nos mudamos al castillo, siempre ha sido mi fiel compañero en todo momento y lo agradezco ya que sin él me sentiría muy sola.

—Van —lo llamé con un chillido.

Mis lágrimas salían sin parar, tenía miedo de que Luke me hiciera algo como a las chicas. De pronto apareció Van, me cargó entre sus brazos haciéndome sentir querida y protegida.

—Tranquila pequeña, todo estará bien —dijo Van acariciando mi espalda.

(...)

Caminaba de la mano junto con Van, estábamos en una de las praderas de la manada de los licántropos —hombres lobos—. Nunca había venido a esta parte de la villa, Luke y mi padre siempre me lo habían prohibido cuando está zona si la puedo visitar. El viento soplaba con un poco de intensidad, pero el sol hacia que tuviera un poco de calor.

De pronto Van desapareció dejando mi mano libre, siempre hacia eso cuando alguien aparecía, pero está vez no había nadie cerca —según yo—. Me dediqué a ver las flores que estaban alrededor mío, pues estaba rodeada de una gran variedad de fauna.

Sentí la mirada de alguien sobre mi, pero no veía a alguien cerca mío. De pronto un lobo de pelaje gris con café claro se hizo presente en mi vista. No tenía miedo de el pues los vampiros y licántropos vivíamos en paz.

—¿Qué hace una niña tan hermosa como tu sola? —habló el lobo.

—No estoy sola, vengo con mi amigo Van —sonreí.

—Eres parte humana —dedujo—. ¿Te gustan los dulces? —preguntó.

—¡Me encantan! —exclamé.

—Tengo unos dulces en mi cabaña ¿Quisieras unos? —acarició mi rostro con su nariz.

Asentí con entusiasmo.

El lobo hizo una reverencia para yo poderme subirme a su suave y grueso pelaje que lo cubría del frío. Al estar encima de el, pude darme cuenta de la gran vista que había hacia el horizonte, se podía observar el atardecer junto con el canto de los cuervos negros que habitaban la pradera.

Comenzamos a movernos lentamente, miré hacia atrás viendo el castillo de Luke alejándose de nosotros conforme el lobo iba caminando. No extrañaba ese lugar, pues ahora se que es un sitio en donde el rey mata a sus víctimas sin piedad.

Intentaba buscar a Van con mirada, quería saber si estaba bien que fuera con el lobo cuyo nombre no se, pero no lo vi en ningún momento del recorrido. Se que él jamás me hubiera dejado con alguien me hiciera daño, pues siempre me ha salvado de muchos regaños del rey.

A lo lejos pude ver todas las cabañas de madera que habitaban todos los licántropos, eran muy hermosas ya que se reflejaba la tranquilidad de como vivían ahí. No había conflictos como el la villa de los vampiros, pues ahí todos son muy superficiales y egoístas, además siempre el ambiente siempre ha sido oscuro, en cambio en esta manada se puede respirar el aire fresco, tocar el pasto natural y sentir la brisa junto con los rayos del sol.

Pude notar como nos dirigimos a la cabaña más grande de toda la aldea, la mayoría era de un piso y a la que íbamos era de dos pisos. Se podía observar que la madera estaba muy bien cuidada al igual el césped que la rodeaba. Entramos al lugar y pude observar desde primera vista que todos los muebles eran de madera o de troncos de árbol, las luces consistían en antorchas y electricidad haciendo ver el lugar más agradable y por último todo se veía realmente limpia sin mencionar ordenado, ya que no había ningún rastro de papel en el suelo.

El lobo volvió a hacer una pequeña reverencia para poderme bajar de su lomo y poder recorrer la dulce casa. Mientras miraba un reloj antiguo de madera pude darme cuenta que el licantropo se dirigía a una habitación de la casa sin decir nada. No tenía miedo de estar aquí ya que la cabaña te hacia sentir cómoda y en casa.

Segundos después un hombre de cabello negro como la noche, ojos cafés con un brillo, estatura alta imponiendo autoridad y tez blanca con una vestimenta casual —pantalón de mezclilla y una playera blanca calzando unos zapatos deportivos— salió del cuarto en donde había entrado el lobo. Se acercó a mi dándome un poco de miedo haciendo que retrocediera unos pequeños pasos atrás, pero la persona me cargó entre sus brazos.

—Soy Anthony pequeña, el lobo que viste —habló mientras me dirigimos a lo que parecía ser la cocina.

Al llegar al comedor pude notar que la mesa era de troncos de madera pintada con pintura de aceite café, esto lo hacia ver más bella. Había un ventanal enorme que tenía vista hacia la aldea de los hombres lobos. Anthony me sentó en una de las sillas y al sentarme se dirigió a la alacena. Ahi pude notar que el hombre sacó unos dulces envueltos en papel celofán.

—Estos dulces te gustarán —habló el hombre poniendo los dulces enfrente mío—. Come sin miedo, son tuyos.

Tomé la bolsa entre mis pequeñas manos y me dediqué a comer los dulces —bombones blancos con relleno de sangre procesada—. Sabían muy ricos que no me esperé a terminar el primero que ya seguía con el segundo y tercero.

—¿Cómo te llamas pequeña? —acarició Anthony mi cabellera.

—Emma —respondí.

—¿Cuántos años tienes? —despeinó mi peinado de trenzas.

—5 —le enseñé mis 5 dedos.

—¿Y por que una niña vampira tan pequeña como tu estaba jugando sola en la pradera? ¿Tu papá en donde está? ¿En donde vives?

En su rostro podía ver que tenía algo de preocupación por saber todas las respuestas hacía sus preguntas hechas para mi, pero también podía sentir un sentimiento dentro de él dándole emoción y mucha alegría. Sus ojos reflejaban felicidad pero a la vez un poco de temor.

Van se hizo presente sentándose enfrente mío en una de las sillas de madera. Anthony no lo podía ver —claro estaba— ya que hubiera gritado o exaltado.

—Vivo en el castillo del rey Luke —respondí sin dejar de comer.

—No comas tan rápido, te puedes ahogar —río—. Así que tu eres la protegida, pero nada de eso me dice por que tu papá te deja sola en medio de la nada—se escuchaba preocupado.

—Jugaba con mi amigo Van —susurré.

—¿Por qué estabas tan lejos de tu casa?

Anthony se levantó de mi lado para caminar hacia el refrigerador que estaba a lado de la alacena, de el sacó un jugo de naranja y de uno de los cajones del mueble tomó un vaso de vidrio transparente. El hombre caminó para volver a sentarse a lado mío pero ahora sirviendo un poco del líquido naranja en el traste para después dármelo.

—Dile la verdad de lo que viste Emma —dijo Van fumando un cigarrillo.

—Me asusté y salí huyendo del castillo —murmuré.

—¿De qué te asustaste? —tomó un poco de jugo del empaque.

—Vi al rey Luke matando a tres humanas en el calabozo —temblé de miedo.

Anthony al ver lo asustada que me puse, me tomó entre sus brazos para sentarme en su regazo acariciando mis mejillas junto con mi cabellera rubia. Van desapareció de mi vista cuando dije lo que pasó en el castillo, no entiendo la razón pero se que él siempre desaparece instantáneamente.

—Lo mejor será que te lleve a tu hogar pequeña, pronto va a anochecer y no quiero que tu padre se preocupe por ti —comentó el lobo dándome un beso en mi mejilla rosada.

—Si —respondí algo cansada.

—Además ya tienes sueño, iremos a pie y así te podré cargar si llegas a quedarte dormida —sonrió.

Anthony se levantó de la silla conmigo entre sus brazos para salir de la cabaña.

(...)

Después de 30 minutos o más habíamos llegado al castillo en donde yo vivo. Durante el camino sólo hablamos de cosas mías —que hacia siempre, mi familia, que me gusta, que no me gusta y así—. Anthony no habló mucho de él mismo, sólo mencionó que estaba muy contento porque este día había encontrado a su mate que tanto había esperado tener en su vida.

Un mate es la pareja de los licántropos, la cual está destinada a vivir por siempre con su pareja. Es decidida por la diosa luna quien siempre pone una en el camino de un lobo para que no viva sólo el resto de sus días —según la explicación que me dio Anthony.

Al llegar a la entrada principal del castillo me sentí con mucho miedo porque no quería que nada me fuera a pasar como a las mujeres que hace unas horas vi sufriendo en el calabozo. El lugar tiene muchos años de antigüedad y por eso da miedo la fachada que tiene con gárgolas en casa vértice del palacio, color negro haciendo que por las noches de pánico, sin mencionar que es la última construcción después de recorrer la villa.

Anthony tocó el timbre haciendo resonar las campanas. Me aferré más a su cuello escondiéndome en él cuando la puerta se abrió dejándome ver a Luke —el vampiro más despiadado que existe en esta villa— algo enojado pero a la vez asustado. El rey me tomó en sus brazos alejándome del hombre que había sido bueno conmigo durante las últimas dos horas.

—Emma no sabes el susto que nos diste —abraza a mi espalda—. ¿Tu que haces aquí? —masculló Luke dirigiéndose a Anthony.

—Es mi amigo —sonreí—. Él es buena persona —me crucé de brazos.

—Es hora de entrar Emma, tu padre y yo hemos estado muy preocupados por ti —besó mi mejilla haciéndome sentir asco.

—Y por eso no la buscaron mejor —se burló Anthony—. Es hora de irme pequeña, te veré otro día —besó mi cabellera.

Anthony y Luke se dieron una mirada de odio entre ellos dos. El hombre lobo se fue de nuestro vista ya que el vampiro cerró la gran puerta obstruyendo mi mirada al licántropo. En mis manos sostenía la bolsa transparente que llevaba adentro los dulces.

Luke caminó para dirigirnos hacia las escaleras que daban a las habitaciones del castillo, conocía el camino, así que no era novedad para mi. En el camino el vampiro sólo se dedicó a acariciar mi espalda pero cuando trataba de zafarme de él para que no lo sugiera haciendo se detenía mirándome extrañado. No quería mimos por parte de un asesino de humanos. El rey se dio cuenta que no quería más su toque cuando trató de darme un beso en la mejilla pero lo detuve con mis manos antes de que pudiera poner sus labios en mi pómulo.

Después de unos segundos, Luke entendió que no quería se presencia, así que dejó de tratar de darme cariño a su manera.

Habíamos llegado a mi habitación, lo supe cuando vi la puerta pintada de rosa pastel, no como más demás que son de madera con metal cafés. Entramos en el y pude darme cuenta que mi padre estaba sentado en mi cama de sábanas blancas con una mirada de alivio hacia mi cuando me vio. Corrió a mi dirección para alejarme de los brazos de Luke y darme un gran abrazo de consuelo.

—Emma, maldición ¿En donde estabas? Te buscamos en toda la villa, pensé que te habían raptado hija —decía mi padre molesto.

—Déjala Víctor, está cansada y necesita descansar —dijo una voz detrás mío—. Anthony fue quien la trajo, así que deduzco que estaba en la aldea o cerca de la pradera.

—No vuelvas a hacer eso Emma, Luke envió tropas a buscarte en territorios ajenos, estas castigada —decretó mi padre con cierto enojó.

—Basta Víctor, está asustada ¿No lo notas? Es mejor que descanse un poco —me quitó de los brazos de mi padre.

Mi padre salió de la habitación dejándome sola en los brazos del rey. Tenía miedo cuando el cuarto se mostró solitario, ya que estaba con el asesino.

Luke caminó conmigo en sus brazos para dejarme en la cama para después ir a mi armario de color morada pastel y de ahí sacar una de mis pijamas blancas que tanto de me gustaban ya que eran de princesas. El rey volvió a mi trayendo en sus manos la ropa de dormir. Su rostro parecía cansado, pero a la vez algo frustrado, no se la razón de ello pero no quiero saber que está pasando ahora por su mente.

—Te voy a cambiar—dijo Luke sin ninguna emoción.

Me tomó de la cintura para levantarme y comenzar a quitar mi vestido rosa pastel que ahora estaba un poco sucio del lado en donde estaba jugando hace unas horas. La mayoría de mi guardarropa lo había comprado Luke por no decir toda mi ropa, ya que cuando mi padre y yo vivíamos en la otra villa no teníamos mucho dinero como ahora.

El rey sacó todas mis prendas para después colocara mi suéter blanco con una corona amarilla en medio de ella y luego mi pantalón deportivo igual blanco con princesas en el. Lo siguiente que hizo Luke fue volver a acostar en la cama de gran tamaño envolviéndome en las sábanas.

Con esfuerzo tomé la bolsa de dulces que estaba a lado mío para que nadie más la tomara. Luke miró la envoltura con curiosidad para después tomarla en sus manos.

—¿Qué es esto? —preguntó seriamente.

—Son mis dulces, dámelos —chillé.

—¿Dulces? —río.

Luke destapó la bolsa y metió su mano derecho dentro de ella para tomar un bombón de sangre para después comérselo sin mi permiso. Al masticarlo hizo una mueca de asco escupiendo lo dulce en una servilleta que llevaba en su saco negro.

—Esto sabe horrible Emma, es sangre procesada —esculpía Luke.

—A mi me gusta —comí uno.

—¿Te gustan? —asentí—. Te va a gustar más esto linda.

Los colmillos del rey se hicieron grandes para después cortar un poco de su muñeca haciéndola sangrar. Luke acercaba su mano a mi boca incitándome a beber del líquido rojo de ella.

—Sólo bebé un poco linda —me acercó más su muñeca.

Mi lado vampiro quiso obtener la sangre que salía de su cuerpo, así que tomé su mano y la pegué a mi boca absorbiendo de ella lentamente. El líquido rojo sabía mucho mejor que los dulces que me había dado Anthony.

De pronto Van se hizo presente sentándose a lado mío con una mueca de asco, haciéndome preguntar porque tenia esa cara si hace unas horas estaba feliz.

—Emma te das cuenta que esa sangre puede ser de las humanas que mató —escupió Van con odio hacia Luke.

Al decir esas palabras alejé rápidamente la muñeca del vampiro de mi rostro para no seguir bebiendo de un asesino de mujeres inocentes. Luke me miró extrañado ya que estaba disfrutando del líquido rojo que corría por sus venas.

—¿Qué pasa? —curaba su mano.

—Tengo sueño —susurré.

—Te dejaré descansar linda, te quiero.

Luke trató de besar mi frente pero me hice a un lado para que no se cumpliera esa acción, no quería ser más besada por ese hombre. El rey me miró con extraño después su cara se convirtió en desagrado haciendo que me diera un poco de miedo su semblante. Después de unos segundos el vampiro se levantó de mi cama para salir por la puerta de mi cuarto azotándola un poco. No me había dado cuenta pero se había llevado mis dulces que tanto me gustaron.

Van nuevamente apareció a lado mío regalándome una sonrisa que me tranquilizaba un poco. El fantasma siempre usaba la misma ropa, desde que tengo memoria él siempre usa el mismo atuendo.

—Prométeme algo Emma —dijo Van viéndome directamente a los ojos.

—Si —asentí.

—Vas a odiar a Luke por siempre, él mató a muchas personas y seguirá matando, no quiero que te pase lo mismo —acarició mi cabellera rubia.

—Te lo prometo Van.

Es lo único que recuerdo que tengo de cuando tenía 5 años y es la razón por la cual odio a Luke.

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