CAMILLE ASHFORD—Lo de hoy significa que… ¿puedo ver a mi familia cuando yo quiera? —pregunté en un susurro, con miedo por la respuesta. Lucien se detuvo y levantó la mirada hacia mí. No insistí, incluso pensé en dejar que la pregunta se extinguiera en el aire.—Eres libre de ir a verlos cuando tú lo desees… —contestó por fin—. No quiero que… seas mi prisionera. Puedes pedirle a mi chofer que te lleve con ellos cuando tú quieras. —¿En verdad? —insistí sorprendida—. Gracias. —Solo no olvides regresar… —susurró y cuando puso el último punto en su ceja, tomó una de mis manos y la apretó con delicadeza—. Camille… sé que me odias, pero… si te pierdo, no me creo capaz de lidiar con ese dolor. Vi como sus ojos se enrojecieron y tragó saliva con dificultad. Aún no me sentía lista para perdonar, pero esta actitud que tenía, tan dócil y dolida, comenzaba a hacer mella en mí. ¿En verdad podía olvidarme tan fácil de lo que pasó? ¿Era justo? —¿Hoy comerás conmigo? —pregunté casi arrepintiéndo
ANDY DAVIS—¡Papi! ¡Papi! —exclamaron los mellizos al unísono al rebasar la puerta de entrada, corriendo con los brazos abiertos buscando a Damián, quien de inmediato se hincó ante ellos y los abrazó de manera protectora. La imagen era emotiva y me transmitía una calidez muy profunda. —¡Mami! —gritó Vicky dando saltitos hacia mí, haciendo que su vestido rosa se contoneara de manera adorable y se esponjara cada vez que sus pies estaban en el suelo—. ¿Me extrañaste? ¡Yo te extrañé muchísimo!Estiró sus bracitos mientras abría y cerraba sus manitas, llamándome. Con una sonrisa que no cabía en mi rostro, me hinqué ante ella y la estreché, inhalando su aroma a bebé. —¡Yo también quiero un abracito! —exclamó Leoncito corriendo hacia nosotras y lanzándose con menos delicadeza que su hermana—. ¡Shawn es muy divertido! ¿Podemos ir de pijamada con él más seguido?Cuando alcé la vista hacia el pobre ayudante, este tenía la cara de alguien horrorizado por saber que su tortura podía continuar.
ANDY DAVISLlegué presurosa al hospital, con un nudo en la garganta y el corazón acelerado. Cada uno de mis músculos estaba tenso, como si mi cuerpo se preparara para pelear. Pregunté por la habitación de John, esperando que la enfermera me negara verlo por no ser de su familia, pero curiosamente mi nombre estaba en la lista de visitantes permitidos y me lamenté.—Señora Carpentier, por aquí —dijo con soltura y mis entrañas se retorcieron por el asco. Posé mi mano en su hombro, deteniendo su andar.—Ashford… —respondí con los dientes apretados—. Mi apellido de casada es… o será, Ashford. Yo no tengo nada que ver con el señor Carpentier.—Oh… lo siento —dijo pálida y con ojos temblorosos—. La señalaron como esposa del señor. Revisaré ese detalle. ANDY DAVIS—¡No son tus hijos, pedazo de retrasado! —grité con furia y me acerqué un poco más—. Mi vientre nunca estuvo enfermo, pero tu semilla estaba podrida, defectuosa, tan inútil como tú intentando ser un buen esposo.»Esos niños son de Damián, deja de fantasear. Pensé que a estas alturas ya aceptarías que nunca tendrás un heredero biológico.—Quiero una prueba de ADN —soltó John con frialdad en la mirada—. Te demostraré que son míos.—¿Para eso me citaste? ¿Para escuchar tus delirios? —respondí viendo mi reloj de pulso con fastidio.—Quiero arreglaCapítulo 137: Dame una segunda oportunidad
ANDY DAVIS—Escúchame… John se arrepintió desde que pusiste un pie fuera de la casa. —comenzó con la cantaleta, esta vez no como la pobre y abnegada madre de un hombre convaleciente, sino como la arpía que conocía tan bien, pero al mismo tiempo conteniendo su lengua lo suficiente. Sabía que no le convenía hacerme enojar—. Me esmeré para que te olvidara, pero nunca lo hizo, ahora con lo de Lynnet, me siento como una tonta. No tuve que hablarte así, no tuve que fomentar que su matrimonio se destruyera. »Por favor, Andy. Tuvieron una buena vida juntos y lo sabes. —Recurrir al pasado para intentar conmoverme no va a funcionar —respondí cruzándome de brazos.—Piénsalo… Él te aceptará con los niños, les dará su apellido y tal vez podrían retomar la inseminación. Con suerte esta vez puedan tener un hijo y si no, los niños heredarán todo de John. —De pronto su mirada se volvió aguda y gélida, de la misma manera que la de una serpiente antes de atacar y soltar todo su veneno—. Dime, ¿qué les
ANDY DAVISSalí apurada del auto, llevando en una bolsa el helado prometido. Creí que esa visita a la heladería sería suficiente para dejar de pensar en lo que había hablado con John y su madre, pero no, en realidad sus palabras no dejaban de dar vueltas en mi cabeza.El peso de sus amenazas comenzaba a ser molesto e incómodo. ¿En verdad podríamos contra ellos?Con algo de dificultad saqué mis llaves del bolso, pero antes de poder encajarlas en la chapa, la puerta se abrió lentamente, dejándome ver a Damián con gesto serio y mirada profunda.—Regresaste temprano… —susurré asombrada. Pensé que tendría tiempo para recomponerme. LUCIEN BLACKWELLMe mantuve por largo rato viendo la pequeña casa ante mí. Tenía ese estilo suburbano, con cerca blanca, paredes color pastel y un jardín bien cuidado. Arrojé mi cigarro al piso y, mientras lo aplastaba con la punta de mi zapato, sentía el peso de mi arma en la pretina de mi pantalón.Revisé una vez más el sobre que me había entregado Camille, era la dirección indicada, pero esa cita con el pasado me incomodaba.Avancé con mi chofer cubriéndome las espaldas. Justo en la puerta, él fue quien tocó el timbre un par de veces, sin prisa, no quería asustar a la verdadera Ruiseñor.Entonces por fin la puerta se abrió de manera relajada, precediendo a la tensión y la sorpresa, pues yo había venido buscando a una urraca interesada y me había encontrado con una rata quCapítulo 140: Amarga sorpresa
CAMILLE ASHFORD¿Quién dijo que vivir en una mansión con todas las comodidades era divertido? Suena genial, pero en realidad cuando no se tiene mucho que hacer, es demasiado aburrido. Así que, prácticamente sin pedir permiso, me puse a arreglar las flores que adornaban cada habitación.—Señorita Camille… No debería de estar aquí. ¿Por qué no va a su habitación y…? —Estoy aburrida —interrumpí al ama de llaves mientras resoplaba—. ¿En dónde consiguen estas rosas? Nunca las he visto en las florerías de la ciudad. —El señor Blackwell las cultiva en el invernadero. Es el único lugar donde no podemos pasar sin su permiso —contestó viendo las rosas con atención—, y es el único momento donde parece humano. ¿Él las cultivaba? ¿El mafioso sanguinario le gusta la botánica? Irónico y romántico. Un hombre tan oscuro y cruel como… dedicado y gentil. ¿Eso era posible?—Sí está tan aburrida, entonces puede ir al jardín a recibir un poco de sol, se ve pálida —agregó con media sonrisa, tentada a qui