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— ¡Te olvidas del pecoso, imbécil! — me grita enojada y adolorida.

— No te preocupe, yo me encargo del niño — dice Sebastián y Max camina al ascensor, la sigo con las manos temblando.

Todo estaba bien hasta que a Max se le rompió la fuente, ahí entro mi miedo y las preguntas que siempre me atormentaba todas las noches cuando me entere que no iba a ser uno, sino dos bebes, simplemente me vuelvo a preguntar si seré un buen padre porque con Iván y Gretta es diferente, ellos ya son niños grandes, en ningún momento tuve que cambiarle el pañal, ni darle un biberón, esto es diferente.

(…)

Entramos rápido por emergencia, la subieron a una camilla llevándola a la sala de parto, los enfermeros hablan uno tras otros que no le pod&ia