Capítulo 144
La relación entre los tres estaba tan enredada que parecía un ovillo de lana, y Eduardo ya casi no podía entenderla.

—Hermano... —Jimena jaló suavemente la manga de Eduardo, diciendo con un puchero— Hermano, me equivoqué...

Eduardo suspiró resignado al verla así. Esa chica siempre acudía a él a llorar cuando se sentía herida, ¿cómo podía negarse?

Tendió la mano y le dio un toque ligero en la frente a Jimena.

De inmediato, sus ojos se llenaron de lágrimas y, sollozando, dijo: —Hermano, de verdad quiero casarme con Walter.

—Te ayudaré —suspiró Eduardo, acariciándole cariñosamente el cabello—. Eres nuestra consentida. Todo lo que quieras, te ayudaré a conseguirlo.

Al escuchar eso, las lágrimas de Jimena comenzaron a caer como perlas de un collar roto y lo abrazó fuertemente. —¡Gracias, hermano!

***

Walter no fue directamente a casa, sino que se desvió y se dirigió hacia el departamento de cardiología.

Cuando llegó, Mariana estaba apoyada en la ventana del pasillo, su silueta reflejaba una
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